[OP-ED]: A planchar las alas
Unos dicen que fue Pandora quien abrió la caja. Otros afirman que el marido de Pandora la destapó. La mitología griega despeja la duda: Pandora, la primera…
Desposada con Epimeteo -el primer hombre-, llevó como presente de Zeus una caja donde estaban guardados todos los males. Epimeteo abrió imprudentemente la caja de la que se escaparon todas las calamidades que afligen al género humano: solo quedó en el fondo la Esperanza.
La mitología griega, ya desde entonces, subrayaba el hecho de que cuando se sienten los seres humanos acobardados por las calamidades, la Esperanza abre sus alas, se acerca, y al oído, les recuerda que no se ha escapado; que se quedará con ellos para siempre.
Las personas que vencen las calamidades no ven las piedras como piedras, ni los cactus como simples nopales. Alguien comentó que un montón de rocas deja de serlo en el momento en que la persona que lo contempla lleva dentro la imagen de una catedral. La gente que sale adelante es aquella que se levanta de su poltrona y sacude el abatimiento. Se entusiasma con una idea, utiliza con creatividad sus recursos, planea hasta el último detalle; busca las circunstancias adecuadas. Y si no las encuentra, las crea.
La necesidad de sobrevivir en un mundo cada vez más competitivo ha desencadenado la necesidad de formar nuevos bloques comerciales. ¿Quiénes sobrevivirán? Aquellos que logren ofrecer el mejor producto, a tiempo, al menor costo. Los últimos lustros -por no decir sexenios- han desmoralizado a muchos. Sin embargo, en la era de la comercialización, es nuestro deber salvar lo más valioso de nuestra cultura para incorporarla al haber de la Cultura Universal.
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Un estado de emergencia priva en todo el mundo. El proceso de globalización sigue su marcha implacable. Con la mira puesta en producir más y mejor a un menor costo, ¿qué sacrificios nacionales nos vemos obligados a hacer? Los últimos lustros, -o sexenios-, han desmoralizado a muchos. En la era de la comercialización, ¿cómo salvar lo más valioso de nuestra cultura, para incorporarla al haber de la Cultura Universal? ¿Cómo conservar nuestros valores nacionales? ¿Cómo promover nuestra cocina y nuestros lugares paradisíacos?
La cadena televisiva CNN, en un documental sin precedentes, hace gala de nuestra cocina mexicana: 3,000 años de historia culinaria. Uno de los más prestigiados restaurantes neoyorquinos sirvió de elegante marco a una brillante exhibición de platillos mexicanos: desde los más comunes hasta los más sofisticados. El comentarista, con lujo de detalles, describía cada platillo y su procedencia, haciendo alarde de su exquisito sabor y contenido nutritivo. Sugirió incorporarlos a la cocina estadounidense. Todo un espectáculo: nuestra música instrumental de fondo, preciosos manteles bordados a mano, vajillas mexicanas, y una impresionante decoración de fuentes de exóticas frutas y flores dieron realce al evento.
Poco a poquito se está conformando de nuevo el rostro de México: ferias, exposiciones industriales además de los medios de comunicación han demostrado ser instrumentos eficaces de promoción. Pero, ¿qué sucedería si los turistas se dejaran llevar por la publicidad y no encontraran lo ofrecido?
Es urgente guardar en la caja de Pandora todos los males nacionales que nos aquejan, rescatar la Esperanza y cerrar la caja para siempre.
Poco a poco habremos de secar nuestras lágrimas por la tragedia que recién ha sacudido a México desde su base. Las oraciones continuarán, la ayuda material a los damnificados seguirá. Aún palpitan con fuerza nuestros corazones al recordar la calidad humana de quienes estuvieron presentes en el siniestro salvando vidas de entre los escombros. No por un pago en efectivo, sino por solidaridad y amor a nuestros hermanos en desgracia. Hombres y mujeres trabajando juntos por una causa común: un hecho que estremece el alma y nos llena de esperanza para crear una patria nueva.
Hoy es el tiempo de arremangarse la camisa y ponerse a trabajar; retirar escombros, barrer las calles, sacar escobas y brochas, pintar las fachadas, sembrar flores.
Llegó la hora en que las mariposas planchan sus alas.
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