[OP-ED]: ¿Es ésta "La Pared” de la que habla el Señor Trump?
Este fin de semana pasado tuvimos el privilegio de mirarla con nuestros propios ojos y, al final, no pudimos creer lo que veíamos.
Llamémosla “La Bendita Pared."
Este fin de semana pasado tuvimos el privilegio de mirarla con nuestros propios ojos y, al final, no pudimos creer lo que veíamos.
“La Pared”, en la frontera entre México y los Estados Unidos, esa que vemos ocasionalmente en la televisión, o esa construida en la imaginación popular por políticos que hablan sin parar de ella, no tiene nada que ver con lo que se ve y se siente al llegar allí y no resistir la tentación de tocarla con tus propias manos.
Estábamos en el pueblo de Hidalgo, en Texas, a solo unos pies de distancia de la frontera real con México, como parte de la delegación de la Asociación Nacional de Publicaciones Hispanas de los Estados Unidos, reunida en McAllen, Texas, para su convención anual.
Uno sencillamente necesita tocar el metal de esa pared, observarla desde la distancia, y entonces voltear la cara para ver el contraste de la vasta e imposible geografía que la rodea, haciéndonos concluir de que esta pared, y su factibilidad, sólo puede existir en un solo lugar:
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En la incontrolable imaginación de los políticos, dispuestos a crear esa fantasía en la mente de las personas con la intención maquiavélica de dividir y asustar a los ciudadanos mal informados, todo con el objetivo pedestre de conseguir unos cuanto votos más a su favor.
No puede encontrarse, de ninguna manera, en la mente de esos muchos ingenieros escépticos que han fracasada tantas veces en construirla, y mucho menos en la mente de miles de seres humanos que perforan esa frontera amurallada cada día, a pesar de la fuerte vigilancia de la patrulla fronteriza que trata infructuosamente cada hora del día y de la noche en detener este permanente flujo de seres humanos de todas las nacionalidades, y de todos los continentes, resueltos en colarse por cualquier medio necesario desde México hacia los Estados Unidos.
La muralla se levanta casi como un faro, "dirigiendo" el interminable flujo de inmigrantes, casi como guiándoles en el largo camino al punto de entrada más seguro...
De hecho, La frontera amurallada no es un impedimento para cruzarla.
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Se mantiene allí, no sólo para marcar ocasionalmente una frontera de 2,000 millas entre las dos naciones sino, paradójicamente, casi "a modo de faro" que en su partes más altas pareciera más bien "dirigir" el flujo interminable de inmigrantes, guíandolos después del largo trayecto al punto de entrada más seguro, mucho menos peligroso ciertamente que esa tierra llena de peligros que dejan atrás, gobernada por los famosos “coyotes” que les dan caza sin piedad, para no hablar de la pobreza y la violencia de la que huyen despavoridos desde sus paises de origen.
Escalar la pared, o más sencillamente, pasar alrededor de ella, no es el acto más heroico de la larga travesía que tal vez tome semanas y cientos de millas para completar hasta este punto, en el extremo sur del vasto territorio Texano, al norte del desierto fronterizo Mexicano.
En esa coyuntura del camino es más un juego del “gato y el ratón” entre miles de hombres, mujeres y niños, esperando ellos el momento oportuno para correr y saltarse el último obstáculo, superando muchas veces la capacidad de la Patrulla Fronteriza, que hace lo mejor que puede con sus vehículos todoterrenos, helicópteros y equipos de vigilancia electrónico para localizar los caminates indocumentados, detenerlos, y regresarlos.
Esta es la realidad de la “Bendita Pared” que el Señor Trump promete completar:
Trás varios presidentes de los Estados Unidos, y múltiples Gobernadores de los estados fronterizos que han abogado por ella, y cientos de millones de dólares invertidos en esta obra de ingeniería que no honrará la historia de Estados Unidos, sólo unas 600 millas se han completado.
Otras 1400 millas, de las 2 mil del total, permanecen totalmente abiertas en la larga frontera que vas desde San Diego, California, hasta Brownsville, Texas.
Uno no puede observar las aves volando constantemente, de sur a norte y de norte a sur, sobre las cabezas de los visitantes en este punto frente al Río Grande y no preguntarse si los seres humanos que atraviesan esa frontera al mismo tiempo, a pie, lo hacen con la misma determinación por su propia libertad frente a ese mismo cielo abierto que navegan las aves, ágiles y astutas como ellas en su instintiva lucha por sobrevivir, inconscientes de los riesgos, de las humillaciones e, incluso, de la muerte, que bien puede esperar a esos seres humanos en cualquier punto de esa larga y peligrosa travesía.
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