[OP-ED]: El problema real para los demócratas
El único desacuerdo dentro del partido es sobre cuán afilado e izquierdista debería ser ese mensaje. Pero cada vez resulta más claro que el problema para los…
El programa económico de los demócratas es totalmente popular con el público. Más personas prefieren las opiniones del partido a las de los republicanos en cuanto a los impuestos, a la reducción de la pobreza, a la atención médica, a los beneficios del gobierno e incluso en cuanto al cambio climático y la política energética. En una encuesta reciente, tres de cuatro apoyaron aumentar el salario mínimo a U$S9. El setenta y dos por ciento quería proveer educación preescolar a todos los niños de 4 años de edad pertenecientes a familias no pudientes. Ocho de diez apoyaron la expansión de cupones para alimentos. Resulta significativo que cada una de estas propuestas encontró apoyo de una mayoría de republicanos.
El Fondo Democrático encargó un estudio comprensivo de los electores de la elección presidencial del año 2016 y un erudito, Lee Drutman, presentó su primer hallazgo clave: “El conflicto primario de estructuración de los dos partidos incluye preguntas de identidad nacional, raza y moralidad”. Enfocándose en la gente que votó a Barack Obama en el 2012 y después a Donald Trump en el 2016, Drutman encontró que estaban notablemente cerca al Partido Demócrata en los temas económicos. Sin embargo, estaban hasta la extrema derecha en sus actitudes respecto a inmigrantes, negros y musulmanes, y era muy probable que sintiesen que “las personas como yo” están en declive.
El Instituto de Investigación de Religión Pública (Public Religion Research Institute, en inglés) y la revista “The Atlantic” también dirigieron un estudio importante para analizar los indicadores más poderosos de si un votante de clase blanca trabajadora votaría a Trump. El principal indicador fue que si alguien identificado como republicano, era un recordatorio de que la lealtad al partido es muy fuerte. No obstante, luego de esto, los dos mejores indicadores fueron “temores de desplazamiento cultural” y apoyo a la deportación de inmigrantes no documentados. Resultaba en realidad ligeramente más probable que aquellos que sentían que sus condiciones económicas eran pobres o justas votaran a Hillary Clinton.
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Vale la pena tener en cuenta cuánto ha cambiado el Partido Demócrata en los últimos 25 años. El partido de Bill Clinton fue cuidadoso en sentirse como moderado en varios asuntos sociales. Poseía una postura intermedia en la inmigración y era cautelosamente progresista en temas como los derechos de los homosexuales. Los demócratas eventualmente se movieron con valentía hacia la izquierda en algunas de estas áreas, como los derechos de los homosexuales, desde un sentido admirable de principio. En otros, como la inmigración, lo hicieron en gran parte para cortejar un segmento creciente de votantes demócratas, un proceso que Peter Beinart explica muy bien en el número más reciente de la revista The Atlantic. Pero en un sentido más amplio y cultural, el Partido Demócrata se movió hacia la izquierda debido a que comenzó a ser un partido dominado por profesionales urbanos, universitarios y sus opiniones sociales y culturales naturalmente reflejaron esta realidad.
La defensa del partido de las minorías y la celebración de la diversidad son genuinas y loables pero han creado una gran distancia entre este y una franja extensa de América Central. Esto es un abismo cultural que no puede ser superado defendiendo políticas más inteligentes en créditos fiscales, perfeccionamiento y educación preescolar. Los demócratas necesitan hablar sobre la identidad nacional de Estados Unidos de una manera que resalte los elementos comunes que unen, no los particulares que dividen.
Las políticas en esas áreas son relevantes. El partido debería tomar una posición en cuanto a la inmigración que sea menos absolutista y reconozca tanto los costos culturales como los económicos de la inmigración masiva. En alguno de los temas que rodean la orientación sexual, puede y debería afirmar sus principios sin compromiso. Sin embargo, tal vez sea posible mostrar una mayor comprensión a las partes del país que no están de acuerdo. California promulgó hace poco una prohibición de viaje que ahora inhabilita viajes financiados por el Estado a ocho Estados con leyes que, en la opinión de California, discriminan contra personas LGBTQ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero). Mientras tanto, California no tiene ningún problema en pagar a los empleados para viajar a tales refugios de tolerancia como China, Qatar y Rusia.
Cuanto más estudio sobre este tema, más me convenzo que las personas eligen su voto basándose, en su mayoría, en un lazo emocional con un candidato, un sentido que ellos SE entienden el uno al otro. Los demócratas deben reconocerlo. Deberían intentar siempre ser fieles a sus ideales, por supuesto, y sin embargo comunicar a una amplia gama de estadounidenses (los rurales, los que poseen menor educación, los mayores, los más blancos) que comprenden y respetan sus vidas, sus valores y su precio. Es un acto mucho más difícil de balancear que un empuje más para aumentar el salario mínimo. No obstante, este ámbito cultural es la encrucijada de la política en la actualidad.
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