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El presupuesto federal permanece en muy mal estado, aunque estemos cerca de un “empleo pleno” (Tasa de desempleo de junio: 4,4 por ciento). No podemos permitirnos recortes de impuestos; necesitamos aumentos de impuestos.
El presupuesto federal permanece en muy mal estado, aunque estemos cerca de un “empleo pleno” (Tasa de desempleo de junio: 4,4 por ciento). No podemos permitirnos recortes de impuestos; necesitamos aumentos de impuestos.

[OP-ED]: ¿Déficits para siempre?

Los republicanos de la cámara baja, que ahora están deliberando sobre el presupuesto de 2018, prometen eliminar los déficits en una década. Bien, buena suerte…

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Cualquiera que piense diferente debe consultar los nuevos números de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés). Los números muestran cuán arraigados se han vuelto los déficits. La tabla a continuación, basándose en números de la CBO, compara tres planes de presupuesto diferentes para la década que va de 2018 a 2027: (1) el presupuesto “de punto de partida” de la CBO, una proyección de lo que producirían las políticas actuales; (2) el presupuesto del gobierno de Trump (hay bastantes coincidencias con el presupuesto de la Cámara Baja); y (3) el presupuesto de Trump modificado por la CBO para reflejar lo que considera presunciones más realistas.

Para cada presupuesto, la tabla incluye lo siguiente: el aumento de la deuda federal en los últimos 10 años (la deuda es el total de los déficits anuales); la deuda en 2027 como porcentaje de nuestra economía (en 2016, la deuda representaba 77 por ciento del producto bruto interno); y el déficit en 2027 como porcentaje del PBI. 

COMPARACIÓN DE PRESUPUESTOS A LO LARGO DE 10 AÑOS

Punto de partida CBO Trump Trump/modificación CBO

Deuda agregada $10,1 billones $3,2 bill. $6,8 bill.

Deuda/PBI 2027 91 por ciento 60% 80 por ciento

Déficit/PBI 2027 5,2 por ciento 0 2,6 por ciento

El mensaje más claro de la tabla es que incluso el presupuesto más optimista –el de Trump– involucra un endeudamiento grande en la próxima década, aproximadamente $3 billones por encima de la deuda ya pendiente de $14 billones a fines de 2016. Igualmente, en teoría, el plan de Trump parece ser el más atractivo. Para 2027, equilibra el presupuesto y la deuda crece más despacio que la economía (PBI).

Ahí está el problema. Para la CBO –y para muchos analistas– el presupuesto de Trump es fantasioso. La Casa Blanca espera que el PBI crezca un 3 por ciento anual en la próxima década, mucho más del 1.9 por ciento que proyectan la CBO y varios economistas privados. La diferencia en una década es de $3 billones, principalmente en ingresos por impuestos. El crecimiento económico rápido genera ingresos más altos porque la base de los impuestos –salarios, sueldos, ganancias– es mayor.

Cualquier presupuesto viable enfrenta un problema más difícil. A medida que los [INICIO BASTARDILLAS]baby boomers{FIN BASTARDILLAS] se jubilan, los gastos de Seguro Social y Medicare aumentan, lo que intensifica la presión de aumentar el déficit, recortar otros gastos y aumentar los impuestos. Los programas “discrecionales” son especialmente vulnerables, el gasto militar y actividades domésticas como el FBI, la EPA y los Centros para el Control de Enfermedades. En los últimos 50 años, estos programas discrecionales promedian un 8,6 por ciento del PBI. Ya han bajado a 6,3 por ciento del PBI y la Casa Blanca espera que se reduzcan a 4,1 por ciento del PBI.

El gobierno cuenta este declive como una reducción del gasto, pero el nivel es tan bajo que los Congresos futuros, sin importar el partido, se van a negar a promulgar recortes tan profundos. Ya hay una resistencia a algunos de los recortes propuestos por el gobierno para el presupuesto de 2018, incluyendo la reducción de un 32 por ciento del gasto en relaciones internacionales y del 37 por ciento en desarrollo económico regional y comunitario.

En resumen: El presupuesto federal permanece en muy mal estado, aunque estemos cerca de un “empleo pleno” (Tasa de desempleo de junio: 4,4 por ciento). No podemos permitirnos recortes de impuestos; necesitamos aumentos de impuestos. Ni tampoco podemos permitirnos eximir a la Seguridad Social –casi un cuarto de todos los gastos federales– de recortes. 

En una era en la que la población envejece y el crecimiento económico es más lento, no hay consenso sobre cuán grande debería ser el gobierno o cómo se deberían financiar sus gastos. Los déficits crecientes y continuos no son una política sino una evidencia de la indecisión y de andar sin rumbo. Es probable que persistan hasta que algún tipo de crisis de endeudamiento –de ningún modo inevitable– fuerce a la acción o a que los líderes políticos de Estados Unidos decidan considerar el tema impopular de pagar por un gobierno popular.