[OP-ED]: Cómo reírse de las tonterías del Cinco de Mayo
El año pasado, en este época, Donald Trump, frente a un bol de tacos en Trump Tower, envió el siguiente mensaje por Twitter: “¡Feliz #Cinco de Mayo! Los…
¡Puaj! La máxima combinación de demagogia hacia los hispanos e hipocresía—un poco como la misma fiesta falsa del “Cinco de Mayo”.
Y aquí estamos otra vez, en un año en que se vive un abierto sentimiento anti-inmigrante y anti-mexicano, nos acercamos a un día de bebidas alcohólicas mexicanas, enormes sombreros de paja e imitaciones de bigotes caídos (Party City tiene un “Juego de cabello facial Fiesta” por 8.99 dólares—“Prepárese para vestirse de mariachi...”)
Por enésima vez, el Día de la Independencia de México es en septiembre, no en mayo. No sé quién decidió que el aniversario de una batalla entre el ejército francés y el mexicano, en Puebla, requería que se ingirieran cantidades masivas de alcohol, y tampoco me importa—sólo me encantaría que parara.
Todos los años, en mayo, hay un aumento en la ridiculez de los disfraces y de los avisos para que los no-hispanos celebren—y, contra toda lógica, parece coincidir con la lamentable manera en que se trata a los mexicanos reales en el país.
Pero como el “Cinco” no desaparecerá, la única arma que los mexicanos tienen a su disposición es reírse de todo el asunto.
Se la conoce a Alonzo por crear, producir, escribir y ser la estrella de la comedia de ABC de 2015, ya no en el aire pero no olvidada, “Cristela”, que era graciosa y realista (probablemente por eso no funcionó en las horas de máxima audiencia de TV). Pero Cristela también hace giras nacionales como cómica y es ahora estrella de su propio programa de Netflix, “Lower Classy”, que se filma en vivo en su pueblo.
Aparte de ser voluntaria para ayudar a los inmigrantes a pulir su inglés o donar dinero al Hispanic Scholarship Fund, no puedo pensar en una actividad mejor que pasar una hora con Alonzo para reemplazar todas las tontas celebraciones “Cinco” en que podría haber participado.
“Recientemente estuve en Carolina del Norte y entré en un bar y le pedí al barman un Old Fashioned”, dice Alonzo. “Así es que él me retiró el derecho al voto.”
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“Estoy bromeando, soy latina, ¡no voto!”, grita, después agrega. ”¡Estoy bromeando! Me encanta votar, lo hago cinco, seis veces en cada elección.”
Ése es el encanto de Alonzo—no tiene problemas en obtener risas de estereotipos baratos de los hispanos. Y es gracioso.
A veces pilla, otras gansa, Alonzo bromea sobre las vicisitudes de la vida de una mexicana-americana que se crió en la pobreza y navega por la vida como marginada de la cultura dominante.
Se encuentra con vendedores despreciativos en las tiendas que piensan que ella no puede pagar nada, se pregunta por qué los no-mexicanos no llaman a sus hijos Jesús (“Nunca se encuentra uno con un blanco llamado Jesús, como por ejemplo, ‘Hola, me llamo Jesús Rosenberg, trabajo en Goldman Sachs.’” Y se queja de que el dispositivo de autocorrección arruine las relaciones cuando uno textea en dos idiomas.
Alonzo odia el hecho de que la comida saludable sea tan cara. “Cuando uno es pobre, no se trata de comer bien, se trata de comer. La gente no comprende eso. ... Fui a Whole Foods, ¡esa tienda debería permitir pagar en cuotas! Un cuarto de kilo de fresas vale seis dólares, porque son orgánicas,” bromea. “¡Seis dólares! Por ese dinero, más vale que me muestren una foto de gente blanca cosechando esa fruta ... olvídense de José y María, quiero a Becky y Brian en el campo.
Alonzo dice que parte del motivo por el que es tan importante para ella llevar su vida familiar a la pantalla chica es porque “cuando hablamos de inmigrantes, nunca les damos ni corazón ni alma.”
Aunque Alonzo nació en Estados Unidos—un hecho que ella reitera frecuentemente cuando responde a los numerosos trolls de Twitter que insisten en que “vuelva a México”—ella cuenta con suficiente alma y corazón para que uno se olvide de la tontería que es el 5 de mayo.
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