La normalidad post-pandemia: una seguidilla de malas noticias
Para una preocupante mayoría de estadounidenses, el primero de mayo es una fecha fatídica.
La crisis económica detonada por la pandemia del Coronavirus no sólo ha obligado a millones de personas a enfrentar una vida entre cuatro paredes, sino que ahora promete condenar a muchos otros a quedarse sin techo.
Alrededor de seis millones y medio de personas han presentado una solicitud de desempleo en el país, y muchos se han visto en la difícil posición de escoger entre tratamiento médico y el pago del alquiler.
Desde nuestra sala editorial nos vemos en la difícil decisión diaria de escarbar la realidad para dar alguna buena noticia a nuestros lectores, fallando cada vez en el intento, cuando el muro de la realidad nos golpea de frente.
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No podemos evitar preguntarnos si esta situación es circunstancial o si existirá alguna “normalidad” después de la pandemia. Mientras tanto, nuestro compromiso con la noticia, con la historia, y con la realidad de nuestra comunidad, se mantiene intacta.
Es por ello que en esta edición le damos voz a los miembros de nuestra comunidad que buscan la manera de resolver un problema con raíces mucho más profundas.
Esta es, definitivamente, la pandemia de la desigualdad.
Mientras políticos y cabilderos buscan por todos los medios inyectar el dinero de los contribuyentes a megaindustrias, el ciudadano común sigue temiendo no tener dónde dormir al día siguiente.
Y cada mañana, con cada desayuno, la vida se transforma en eso: en una seguidilla de malas noticias. Sin embargo, y como nuestra historia lo muestra, hay quienes salen a la calle, se organizan y buscan soluciones, ya no en nombre de sus familias, sino de todo un país que parece finalmente cansado de un sistema caduco, y sin signos vitales.
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