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Las llamadas se acumulan para cancelar los debates presidenciales

La larga tradición de debates presidenciales desde 1976 podría llegar a su fin, pero ¿se está utilizando la decisión para obtener una ventaja política?

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La temporada de la campaña 2020 no tiene precedentes.

Será la primera en la que dos septuagenarios luchan por el cargo más alto del país. 

Las convenciones de ambos partidos principales serán en su mayoría virtuales y será casi imposible realizar mítines.

Más gente que nunca tendrá que votar por correo porque la continua mala gestión de la pandemia del coronavirus ha hecho que sea inseguro para los votantes ir a las casillas. 

Sin embargo, el presidente se ha propuesto como misión poner en duda el sistema alternativo, diciendo que llevará a un fraude sin proporcionar datos sustanciales, y ha llegado a prohibir el pago de horas extras al Servicio Postal para retrasar la entrega del correo para que el público crea en su narrativa.  

Además, hay varios expertos políticos, comentaristas y escritores que piden que no se realicen los debates presidenciales para estas elecciones generales y potencialmente todos los futuros. 

La historia de los debates presidenciales

Estos debates han servido como pruebas finales para que los nominados del partido defiendan sus plataformas y demuestren por qué deben ser el próximo presidente. 

Los estadounidenses han sintonizado constantemente los debates cada cuatro años desde 1976, cuando Jimmy Carter se enfrentó a Gerald Ford. 

Aunque el primero fue en 1960 entre John F. Kennedy y Richard Nixon, no se programaron debates en los siguientes tres años elecciones. 

Los críticos son razonables al decir que el actual formato de debate necesita algunos cambios. 

Como arreglar el formato

A veces, el hecho de tener multitudes de personas en vivo no ayuda, ya que sus reacciones a las frases de una sola línea bien programadas o a las declaraciones hiperbólicas pueden influir a los espectadores en casa. 

Además, una gran parte de las multitudes están compuestas por donantes y agentes políticos en lugar de los votantes habituales.

Las actuaciones de debate pueden parecer muy ensayadas y hechas para la televisión por cable. 

"En 2016, la decisión de Donald Trump de llevar a un debate con Hillary Clinton a tres mujeres que habían acusado al ex presidente Bill Clinton de acoso y agresión sexual sirvió para demostrar que estos asuntos otrora señoriales habían sido superados, como casi todos los pseudo-eventos políticos, por el impulso de poner en escena una serie de acrobacias virales en constante aumento", escribió Alex Sheppard para The New Republic

Estas acciones obtienen más cobertura mediática que los choques políticos y hacen que el debate parezca un reality show. 

Los terceros partidos y los independientes también deberían tener un camino más fácil hacia el gran escenario ya que los demócratas y los republicanos no tienen el monopolio de las buenas ideas. 

En 2016, los dos candidatos que llegaron más lejos de lo que nadie predijo fueron Bernie Sanders y Donald Trump. Ambos no fueron vistos como leales al partido y demasiado radicales para ganar la nominación de su partido, esto demuestra que el público americano tiene un apetito por las nuevas voces. 

Todo esto no significa que debamos descartar los debates por completo. 

Hablando con el otro lado del pasillo

Con lo polarizado que se ha vuelto el escenario político en los últimos años, no podemos simplemente evitar hablar con el otro lado todos a la vez. 

No debatir sería una medida infantil y llevaría a cada uno de los principales partidos políticos a limitar aún más su propia visión del mundo sin tener que afrontar las preocupaciones de otros grupos. 

El presunto nominado demócrata, el ex vicepresidente Joe Biden, planea tener un camino sin esfuerzo hacia la Casa Blanca. 

Las encuestas están a su favor, y el presidente Donald Trump se enfrenta a un inmenso escrutinio por su manejo del coronavirus y el escándalo de Tara Reade ha sido olvidado hace tiempo. 

Una decisión arriesgada para Biden

La campaña de Biden sabe que los debates son una ventaja para el incumbente y por eso rechazaron su llamado a más debates en junio. 

El ex vicepresidente dice que su experiencia es una razón para ser elegido, pero debe saber que hace cuatro años la mujer que fue vista como la mejor candidata para el puesto, Hillary Clinton, fue derrotada por Trump. 

"Es una tontería entrar en el ring con alguien que no puede seguir las reglas o la verdad. Biden indudablemente recibirá la crítica de los republicanos y los medios por saltarse los debates. Pero vale la pena el riesgo, ya que tratar de debatir con alguien incapaz de decir la verdad es un concurso imposible de ganar", escribió Joe Lockhart para la CNN

Incluso si Trump miente, Biden debería tener el juicio para reclamar cuando suceda. 

Si se niega a debatir no sólo será criticado, sino que el presidente añadirá munición a su punto de vista de que Biden está tratando de evitar que su capacidad cognitiva en declive se muestre a los espectadores escondiéndose en su sótano y seguirá llamándolo "Joe Dormilón".

Saltarse los debates no ayudó a Jimmy Carter en 1980. Después de unas duras primarias contra el senador Ted Kennedy, no participó en el primer debate presidencial porque la Liga de Mujeres Votantes invitó a Ronald Reagan y al independiente John Anderson. 

La ausencia de Carter sólo permitió a Reagan ganar popularidad y para cuando quería participar, sólo faltaba una semana para las elecciones. 

Regan llegó a ganar de forma aplastante en términos del colegio electoral.

El primer debate presidencial del 2020 está programado para el 29 de septiembre y para entonces más de la mitad de los estados de EE.UU. tendrán boletas de voto por correo. Esto significa que si Biden quería debatir con Trump después de perderse el primer evento, entonces podría ser demasiado tarde para él. 

Ambos candidatos necesitan defender sus posturas mientras tienen un moderador que los haga responsables, ya que es injusto engañar a los votantes para que no sepan qué pasos dará la nueva administración para resolver algunos de los problemas más urgentes del país.

Millones de personas en todo Estados Unidos están despertando a las desigualdades del sistema de justicia penal del país y quieren escuchar a su próximo líder reconocerlo y abogar por reformas en el escenario. 

Biden potencialmente seleccionando una vicepresidenta negra no es suficiente. No basta con usar el Proyecto de Ley del Crimen de 1994 de Biden en su contra en un anuncio de ataque. 

El Presidente Trump ha suavizado su retórica sobre la inmigración después de que un fallo de la Corte Suprema en junio bloqueó su intento de poner fin a la DACA. 

Desde entonces ha abrazado al presidente de México, un país del que solía decir que sólo enviaba violadores y criminales a los EE.UU., y ha mencionado que da a los Soñadores un camino hacia la ciudadanía

Biden tiene que estar en el escenario para demostrar por qué va a cumplir con la reforma migratoria integral y responder por qué no lo hizo cuando su partido tenía el control total del gobierno federal en sus dos primeros años como vicepresidente. 

La crisis en Venezuela también ha continuado profesando en la esfera de la política exterior de los Estados Unidos, pero la respuesta ha sido mixta, por decir lo menos. 

La administración Trump comenzó a abordar públicamente la situación a principios de 2019. La Casa Blanca expresó su apoyo al líder de la oposición Juan Guaidó, pero no quitó de la lista de soluciones la posibilidad de una intervención militar. 

Esto se hizo más claro al convertir a Elliot Abrams, un neoconservador que fue el principal arquetipo de la guerra de Irak y que estuvo involucrado en el escándalo Irán-Contra, en el Representante Especial de los Estados Unidos para Venezuela.

Ahora Trump ha hecho alarde de la idea de reunirse con el presidente Nicolás Maduro mientras que disminuye su apoyo a Guiadó. 

Todo esto y más está en juego en el 2020 y Biden tiene que subir al escenario y mostrar al público por qué deben votar por él en lugar de hacer campaña sobre el hecho de que no es el presidente.