Educación: Abrir las puertas
La ex embajadora de EE.UU. Mari Carmen Aponte aborda la forma en que las elecciones de 2020 podrían configurar el futuro de la educación en los EE.UU.
Si tuviera que señalar el factor principal que marcó la diferencia en el transcurso de mi vida sería la educación.
Si no hubiera podido graduarme de escuela secundaria no hubiera podido asistir a colegio.
Sin un bachillerato no hubiera podido inscribirme ni graduarme de la escuela de derecho.
Sin una licenciatura en derecho, quién sabe dónde la jornada de mi carrera y mi vida me hubieran llevado.
Una cosa puedo asegurar: sin mi educación no hubiera sido bendecida con las oportunidades o posibilidades de triunfar en la vida.
Históricamente, la educación en Estados Unidos se supone que sea el vehículo para la movilidad social — el ayudar a las familias a lograr y alcanzar más con cada generación.
Sin embargo, para mí las estructuras educacionales establecidas no me hicieron fácil el triunfar académicamente. Cincuenta años atrás, el sistema educacional de Philadelphia tomaba el hablar en español como una señal de dificultades de desarrollo, y como resultado el sistema excluía en general a tales personas de posibles oportunidades de triunfo.
A pesar de que el mundo se sienta como un lugar muy diferente al de mis años escolares, no ha cambiado mucho desde la década de los setenta.
Hoy en día, todavía lo que todos queremos es la oportunidad de demostrar lo que podemos hacer.
Todos queremos la posibilidad de mejorar, tanto para nuestro propio beneficio como el de nuestras familias.
Pero, ¿cuán mala es la educación para los latinos actualmente?
Desafortunadamente, de acuerdo al Instituto Pell para el Estudio de Oportunidades en Educación Superior, un estimado del 11 por ciento de los miembros de familias dependientes que están en la cuartilla más baja por ingreso de familia, ha obtenido un grado de bachillerato a la edad de 24 años. Esto se compara con un 58 por ciento de aquellos en la cuartilla más alta.
Esto significa que nuestros estudiantes negros, morenos y latinos están varados fuera de los portones de la oportunidad, frecuentemente arrastrando una deuda colegial a la adultez por solamente tratar de obtener una educación colegial.
Desafortunadamente, para nuestras familias latinas la brecha en el rendimiento empieza temprano en la vida, y demasiadas veces nuestros niños nunca pueden recuperar el terreno perdido.
De acuerdo a la Asociación de Educación Nacional, hoy en día uno de cada cinco estudiantes que entran al jardín de infantes es latino, lo que significa que ellos todavía están, lamentablemente, subrepresentados en los programas de educación temprana en todos los ámbitos. El acceso a programas de educación temprana de alta calidad es demasiado escaso o no está disponible en las comunidades latinas.
De acuerdo a un informe del 2019 del Fondo de Educación (Education Trust) solamente un uno por ciento de niños latinos y un cuatro por ciento de niños de raza negra están inscritos en programas preescolares estatales de alta calidad.
Esto tiene unos efectos devastadores a largo plazo.
De acuerdo al economista James Heckman, ganador del premio Nobel, la educación temprana tiene un beneficio sobre la inversión educacional de siete a uno, y tiene unos efectos poderosos a largo plazo que incluyen una mejor salud y mejores resultados favorables en la vida.
El poder dirigir a nuestros estudiantes a un buen comienzo educacional apropiado es crítico, y inversiones históricas en la educación temprana, de tal forma que los niños latinos tengan un mayor acceso a unas bases fuertes de educación temprana.
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También, es importante que nuestras escuelas sirven como anclas para sostener y levantar a nuestros estudiantes más vulnerables.
Debido a la creciente disparidad de salarios e ingresos, cada vez más estudiantes y sus familias se encuentran en una situación económica frágil en sus hogares. Esto se ha convertido en una situación todavía más aparente y más exasperante durante esta era tan dificultosa del COVID-19.
Nuestras escuelas sirven como anclas para sostener y levantar a nuestros más vulnerables, particularmente durante tiempos de sufrimiento económico.
Debemos tener políticas que invierten más para asegurarse que nuestros estudiantes obtengan lo suficiente para poder comer en las escuelas, mientras a la vez fomentan el que los distritos escolares arreglen sus sistemas de financiación quebrados.
Nuestras escuelas deberían ser siempre refugios seguros que provean a los niños el apoyo necesario, mientras a la vez protejan el futuro de los estudiantes.
El dinero es importante en la educación, y es importante eliminar la discrepancia de financiación entre las escuelas de blancos con muchos recursos económicos y las escuelas de estudiantes de poco ingreso, casi todas de no blancos.
La educación superior — incluyendo el colegio comunitario, el colegio de cuatro años y las escuelas técnicas — es necesaria en una economía moderna. De hecho, el 99 por ciento de los trabajos creados después de la Gran Recesión requieren algún tipo de educación superior.
Pero la educación que continúa después de la escuela secundaria se ha vuelto al presente muy costoso para la mayoría de las familias.
Muy frecuentemente hemos mantenido estructuras arbitrarias y predispuestas en la educación superior, manteniendo como consecuencia el talento existente estancado en las puertas educacionales, o no permitiendo poder terminar un título o grado académico significativo sin una deuda aplastante.
Pero sabemos que la educación superior tiene mérito.
Es por esto que esta elección es importante… que nuestros presupuestos son nuestros valores.
La inversión en la educación para beneficio de nuestros estudiantes, de tal forma que el destino de una muchacha latina de Puerto Rico que obtiene una gran educación y vive una vida de servicio sea posible para TODOS los estudiantes.
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