El ajetreo de la vida moderna puede desconectarnos con facilidad de nuestro entorno original, lo cual nos hace olvidar el poderoso impacto que tiene la naturaleza en nuestro bienestar, tanto físico como emocional. 

En sus inicios, el hombre vivía inmerso en las boscosas montañas, le circundaba el océano y se hacía camino entre los ríos. Luego de perder nuestra conexión paradisíaca, como me gusta llamar a ese estado primigenio, el ser humano ha enfermado, atendiendo las demandas de un sistema que parece no saciarse con nada. 

Ahora, hay más de 10 millones de personas que sufren de depresión, ansiedad, erupciones cutáneas producidas por el estrés, desordenes metabólicos, entre otros padecimientos. 

Estamos viviendo en un mundo en el que casi no hay conexión con la espiritualidad y en el que las personas se esfuerzan más allá de sus capacidades para cumplir con las demandas sociales. 

La ciencia, en la actualidad, solo corrobora lo que nuestros ancestros ya sabían: El contacto con la naturaleza es necesario para sentirnos bien. 

Reconectando con nuestro entorno natural

En un mundo cada vez más urbanizado y tecnológico, es fácil perder de vista nuestra conexión con la naturaleza. Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en interiores, rodeados de concreto, acero y luces artificiales. Sin embargo, esta desconexión tiene un costo para nuestra salud y felicidad. Estudios científicos han demostrado que pasar tiempo en la naturaleza tiene numerosos beneficios para la salud mental y física.

La naturaleza tiene un efecto calmante y restaurador en nuestra mente. La exposición a entornos naturales ha demostrado reducir el estrés, la ansiedad y la depresión. Incluso breves paseos por el parque o contemplar un paisaje natural desde la ventana puede mejorar nuestro estado de ánimo y aumentar los sentimientos de bienestar.

Además de los beneficios mentales, conectarse con la naturaleza también tiene impactos positivos en nuestra salud física. Estar en contacto con la naturaleza, promueve la salud cardiovascular, reduce la presión arterial y fortalece el sistema inmunológico. 

La naturaleza también ofrece escenarios perfectos para la meditación, la contemplación y la reflexión. Ya sea admirando un amanecer sobre el océano, escuchando el canto de los pájaros en el bosque o contemplando la inmensidad de las montañas, la majestuosidad de la naturaleza nos recuerda nuestra conexión con algo más grande que nosotros mismos. Esta conexión puede proporcionar consuelo, inspiración y un sentido de propósito en la vida.

Prácticas para conectar con la naturaleza

Afortunadamente, hay muchas formas de incorporar la naturaleza en nuestra vida diaria, incluso si vivimos en entornos urbanos. Para iniciar este camino de reconexión debemos estar atentos a su belleza, observarla y apreciar lo grande que es.

Saturados con tantas responsabilidades y tareas, olvidamos lo esencial de la vida. No nos percatamos de la hermosura que nos rodea, como el canto de las aves, los vivos colores de las mariposas o la frescura del oxígeno que proveen los árboles. 

Además de observar la naturaleza que nos rodea, podemos dedicar unos minutos a caminar, esto no solo será provecho para nosotros a nivel físico, sino también en el área psicológica. Puedes tomar unos minutos para hacer senderismo, caminar o correr. 

Debemos alejarnos un poco del concreto y empezar a disfrutar de las lecturas, las comidas, el ocio, la meditación y otras actividades al aire libre. Otra buena idea es cultivar nuestras plantas en el jardín de casa, el balcón o cuidar de las macetas dentro de nuestra casa. 

Nunca podemos olvidar que la naturaleza nos conecta con nuestros orígenes y que hoy día sigue siendo indispensable para experimentar regocijo y bienestar. Nuestra salud física y mental estarán mejor si nos conectamos de nuevo con lo natural, recordando que algo más grande a nosotros nos sobrepasa.