La dimensión de la diversidad y la inclusión | OP-ED
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Difícilmente es posible imaginar el mundo de hoy sin pensar en diversidad y multiculturalidad, a no ser que nos hayamos quedado rezagados en ideologías segregacionistas. Por fortuna, en los últimos años hemos fortalecido como sociedad nuestra visión del mundo haciéndola más incluyente y consciente del valor de la diferencia.
Incluso, si revisamos a los más cercanos se perciben Estados Unidos y América Latina como espacios diversos y con múltiples colores. A la reivindicación de las mujeres, de los indígenas y de los afroamericanos se suma al avance en la lucha por la igualdad de las personas con discapacidad y de las comunidades LGBTIQ+, entre otros. Crece la conciencia del inmenso valor de los más adultos en la construcción de mejores sociedades.
Sin embargo, al tener personas con discapacidad excluidas del sistema educativo, salarios inferiores para las mujeres, desplazados de regiones con condiciones laborales inciertas y rechazo de los habitantes de los espacios a los que migran, son algunos ejemplos -de los muchos que hay- de la penosa radiografía de la realidad mundial, porque del dicho al hecho aún nos falta un largo recorrido para el cierre de brechas.
Según el informe de la Unesco “Seguimiento de la educación en el mundo 2020: Inclusión y educación: todos, sin excepción”, existen 1,7 millones de niños de 142 países por fuera de los sistemas educativos y la pandemia los ha excluido aún más de las ofertas educativas.
La educación y el trabajo son los termómetros de esa realidad. En Estados Unidos, por ejemplo, sigue existiendo una clara discriminación en las aulas, lo que impide que los latinos alcancen la importancia que merecen si reconocemos que ha sido definitiva su incidencia en el desarrollo.
Existe una pared en la mente de muchas personas, que pone freno a esas expresiones de inclusión. Pero, reconozco que hemos perdido, al menos, el miedo a discutirlo y hay amplios sectores que defienden, no sólo la diversidad, sino la efectiva inclusión.
Y de México hasta Argentina ganan espacio las comunidades indígenas y los pueblos afro, aun expuestos a la pobreza y a la inequidad, pero con una voz que cada vez se siente más. Lo mismo se puede decir de la comunidad LGTBIQ+, con un espacio cada vez más amplio, con más solidaridad hacia sus luchas por la igualdad y con una alta incidencia en los distintos ámbitos.
Aquí hago un paréntesis para celebrar el reconocimiento que recibe por estos días, en Colombia, la Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR), una institución de educación superior que tengo el privilegio de dirigir: Es la primera de su tipo que recibe la certificación Friendly Biz, a partir del ajuste efectivo de sus procesos y políticas para ser más inclusiva. Pasamos del dicho al hecho. Pero aún sigue siendo insuficiente el esfuerzo, porque este reconocimiento, sin duda, trae consigo un reto mayor. Significa mantener sin excusas la visión de reconocer lo que es el país, lo que necesita y ver la diversidad de su gente como la oportunidad para crecer y aportar a una mejor sociedad.
Este reconocimiento nos anima a hacer una invitación al sector educativo de la región a entender la diversidad y la inclusión como un todo integral irrenunciable para generar una reducción significativa de la brecha que no debería existir. Asimismo, ratifica que la educación sigue siendo un factor de cambio.
(*) Doctora en Pedagogía. Rectora de la Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR). goe.rojas@ecr.edu.co
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