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Estudios méxicoamericanos: La lucha sigue

Nadie está hablando de Arizona. De costa a costa, el silencio es ensordecedor cuando se trata de la lucha por el ya desaparecido programa "Mexican-American…

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Nadie está hablando de Arizona. De costa a costa, el silencio es ensordecedor cuando se trata de la lucha por el ya desaparecido programa "Mexican-American Studies" (MAS por sus siglas en inglés) del Distrito Escolar Unificado de Tucson —donde varios libros por autores chicanos siguen prohibidos, los docentes siguen despedidos y los niños, en gran parte, siguen sin esperanza. La necesidad de atención a nivel nacional nunca ha sido mayor, sin embargo, casi nadie está hablando ya de la disolución de MAS.

Así cómo el sistema legal le ha fallado a los niños de Tucson, también les han fallado los medios sociales y la prensa nacional. A principios de 2012, el Internet estaba lleno de noticias de Arizona - la gente no se cansaba de la historia. Desde el racismo de la ley "muéstreme sus papeles" (SB 1070) hasta la disolución del exitoso programa de estudios mexicano-americanos y la prohibición de libros escritos por chicanos (los dos últimos bajo la autoridad de la ley HB 2281), la gente  de toda la nación quería saber: ¿Cómo podía suceder esto? 

Pero eso era entonces. Ahora, la lucha por reponer el programa de estudios méxicoamericanos sigue, pero la energía que prevalecía a principios de año casi se ha evaporado y en la actualidad hay más confusión que redacción.

Recientemente, la lucha por MAS sufrió dos reveses importantes, y lo peor es que casi nadie se fijó.

Con el primer acontecimiento parecía que MAS enfrentaba un "reinicio" — lo que muchos de los antiguos docentes afirmaban cómo victoria — cuando una versión más aguada del programa fue propuesta por el estado. En esta, el programa ya no se llamaría '"Mexican-American Studies" sino "Unity Plan" (Plan de Unidad) y varios de los libros escritos por historiadores chicanos seguirían prohibidos. Para algunos, el "Unity Plan" parecía por lo menos un paso en la dirección correcta.

Pero la junta escolar cambió de opinión a último momento (después de la intervención del fiscal general estatal Tom Horne) y canceló el programa "Unity Plan" también. El caso legal contra la junta escolar va encaminado a los tribunales una vez más, con la gente más afectada por sus decisiones dudosa que algo vaya a cambiar.

Aún más recientemente, el ex director del programa de MAS, Sean Arce, fue implicado en un presunto incidente de violencia doméstica y el programa de MAS ha sufrido por ello. Han habido también acusaciones de sexismo en el programa y algunas personas han blogueado con la esperanza de aumentar  conciencia y estimular un cambio de manera positiva. 

Pero sin ningún líder claro y numerosos reveses legales, MAS está luchando por encontrar su voz y dirección. Hay alguna gente, de hecho, que ha dicho que el programa MAS está "muerto y enterrado" en Tucson, un sentimiento que ha sobresaltado a muchos otros.

No hay prueba de la necesidad de la ley HB 2281 de Arizona. Pero si usted escucha a las personas que estuvieron a cargo de diezmar el programa en Tucson, es cómo si en las clases méxicoamericanas a los niños se les hubiese enseñado el terrorismo y cómo si sus docentes fueran Timothy McVeigh y Osama Bin Laden.

Y usted, querido lector, pregúntese: ¿por qué me debe importar? ¿por qué debería importarle a cualquiera? 

La razón es simple. Estos son niños americanos. Estos son docentes y profesores americanos. Tucson ha prohibido libros de autores americanos. ¿Y las clases? Enseñaban historia americana.

Ese es el verdadero problema. Por mas que les caiga mal la idea, o por mas que tengan que redefinir su pensamiento sobre lo que constituye la historia o literatura de los Estados Unidos, los estudios méxicoamericanos son estudios americanos.  

Se supone que tenemos este bloque de votantes latinos tan imponente que ahora los políticos hasta se rocian con bronceador para encajar mejor con nosotros. Pero en lo que realmente importa nada ha cambiado. Todavía tenemos estas leyes. Todavía nos han prohibido libros. Y todavía tenemos a los niños —niños que están en busca de liderazgo y un sentido de autoestima— a quienes se les está enseñando que ellos no cuentan en la historia.

Si estamos realmente preocupados por la libertad y por la libertad de expresión tenemos que reagruparnos y volver a centrarnos en esta cuestión. No olvidemos que la libertad de expresión nos incluye a nosotros y que la batalla por los estudios méxicoamericanos estudios está lejos de terminar. La lucha sigue.

Santino J. Rivera es autor de tres libros, un escritor independiente para Pocho.com y el dueño de la editorial Broken Sword Publications. Sigalo en Twitter @sjrivera

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