El juego de deportaciones de Obama
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En un revelador intercambio con Jerry Seinfeld, en la serie cómica en Internet, “Comedians in Cars Getting Coffee”, el presidente Obama--del que Seinfeld explica que ha lanzado suficientes comentarios ingeniosos para aparecer en el programa--compara la política con el fútbol.
A veces, uno mueve la pelota sólo pulgadas, dice Obama. De vez en cuando, te apuntas un tanto. Te pegan mucho. Y, señaló, la mayor parte de las veces, haces un despeje.
El presidente se olvidó de algo: En la política, la mayoría del tiempo, escondes la pelota.
Y durante el verano de 2014, eso es lo que hizo Obama cuando encaró la crisis de los refugiados en la frontera mexicano-americana.
Recordarán que decenas de miles de mujeres, niños y otros, crearon confusión en la política de ese año electoral porque las abigarradas masas tomaron literalmente la inscripción de la base de la Estatua de la Libertad y se presentaron en nuestra puerta “anhelando respirar libertad”.
Todo lo que deseaban era seguir respirando. No era la historia acostumbrada de los inmigrantes que vienen en busca de trabajo, un nuevo comienzo, una fuga de la opresión.
Esta gente vino de países peligrosos—Honduras, Guatemala, El Salvador—donde violentas pandillas callejeras asesinaron a cientos de oficiales de policía en años recientes y golpearon, amenazaron, violaron y asesinaron a ciudadanos inocentes. Esas pandillas ya habían asesinado a muchos de los amigos y parientes de los refugiados, lo que inspiraba su temor de que serían los próximos. De hecho, algunos habían sido específicamente marcados.
Esa crisis fronteriza vuelve a estar en las noticias. Según el Washington Post, el Departamento de Seguridad del Territorio comenzó a preparar una serie de redadas--comenzando este mes--que apuntarían a la deportación de cientos de familias, que fueron aprehendidas pero más tarde liberadas con un aviso de comparecer ante el tribunal de inmigración.
Los conservadores clamaron, en aquel momento, que esta gente estaba evitando todo castigo. Ahora parece, como sucede cuando se trata de inmigrantes y refugiados, que lo correcto era incorrecto.
Si esta gente no se presentó, como se le ordenó, es difícil sostener que no deba ser deportada. Se toman decisiones y después hay que aceptar sus consecuencias.
Pero no se puede imponer la ley eficazmente si el sistema carece de honestidad e integridad. Y no hay indicios de ninguna de esas cosas en esta historia.
Estas almas desesperadas parecen ajustarse a la definición de refugiados. Son los jueces quienes deben determinarlo. Lamentablemente, en muchos casos, no se llegó tan lejos. La cantidad de personas fue tan grande que el sistema quedó abrumado, y--al crear su respuesta formal--el gobierno fue improvisando. El destino de los recién llegados fue, en gran medida, decidido no por los factores acostumbrados--de qué país provenían, las circunstancias de su vida, si tenían miembros de la familia en Estados Unidos, etc.
En lugar de eso, durante ese caos, lo que más importó fue la fecha de llegada. La tercera ola fue enviada de vuelta, colocada en aviones y deportada. La segunda ola fue detenida indefinidamente en grotescos centros de Texas y Nuevo México.
Los funcionarios de inmigración planean ahora cazar la primera ola. Es cierto que muchos de esos individuos fueron liberados, pero no se les dijo cuándo debían reportar. Se suponía que más tarde recibirían esa información, pero no hay forma de saber si la recibieron en algún momento. En otros casos, se les dijo que reportaran para comparecer a audiencias a miles de millas de distancia. Y no se les proporcionó abogados.
Según los abogados de inmigración que conocen estas causas, se ordenó que miles de personas fueran expulsadas in absentia.
Todo fue por conveniencia política. De la misma manera que el gobierno de George W. Bush, después de los ataques del 11 de septiembre, tuvo problemas en reconocer que algunos de los sospechosos terroristas eran ciudadanos estadounidenses porque les había otorgado el debido proceso, el gobierno de Obama debe haber sabido que designar a esos individuos como “refugiados” haría casi imposible su deportación.
Y lo que el Equipo Obama deseaba hacer era deportarlos. Después de todo, mientras los liberales no desean aceptarlo y los conservadores no pueden darse el lujo de concederlo, la habilidad especial de Obama es repoblar los países latinoamericanos. Este gobierno no tiene muchas habilidades, pero se destaca en la remoción de inmigrantes de tez marrón, que aumentan la ansiedad de los estadounidenses blancos.
Ahora se prepara para hacerlo una vez más.
La dirección electrónica de Ruben Navarrette es ruben@rubennavarrette.com.
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