El Futuro de la Educación Superior está en Riesgo
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El cierre repentino de la Universidad de las Artes en Filadelfia deja a estudiantes y personal varados, destacando la necesidad urgente de una reforma en la educación superior.
Ayer comenzó la Conferencia 2024 de la Asociación Nacional de Consejería de Admisiones Universitarias (NACAC) en Los Ángeles, donde el futuro de la educación superior se debatirá en silencio en salas de conferencias esterilizadas. Líderes en admisiones, gestión de inscripciones y consejería escolar se reunirán, armados con hojas de cálculo y datos de reclutamiento, para discutir estrategias para sobrevivir en una industria que enfrenta una de sus mayores crisis existenciales.
Pero no basta con sobrevivir. Hemos pasado el punto en el que podemos permitirnos tratar a la educación superior como un negocio aferrado a modelos obsoletos, subiendo precios con la esperanza de que nuevos estudiantes sigan haciendo fila en las puertas. En un momento en que la matrícula de la Universidad de Georgetown ha superado los $100,000 al año y Villanova, mi alma mater de posgrado, cobra más de $80,000 anuales, está claro que la educación como la conocíamos se ha vuelto inaccesible para la mayoría. La conversación sobre quién tiene derecho a aprender—y a qué costo—nunca ha sido tan urgente.
Un Sistema Roto, Una Oportunidad Perdida
La matrícula en la educación superior de los EE. UU. ha disminuido constantemente desde un pico de 19 millones hasta un sistema que hoy lucha por superar los 15 millones. No son solo números. Son vidas alteradas, futuros aplazados, y una generación que lentamente está siendo excluida de las oportunidades que una vez se le prometieron. La cruda realidad es que, en todo el país, las universidades están cerrando, algunas declarándose en bancarrota en la oscuridad de la noche, dejando a miles de estudiantes y personal de repente sin rumbo. Es una traición al contrato social que alguna vez representó la educación: igualdad de oportunidades, movilidad social y la promesa de una vida mejor.
El discurso principal de Magic Johnson en NACAC 2024—‘El Coraje Interior’—instó a los líderes educativos a abrazar el cambio significativo. Sus palabras resuenan en un mundo donde ya no podemos permitirnos quedarnos inmóviles ante los desafíos crecientes.
Recuerdo el momento en que me di cuenta de las grietas en este sistema. No fue cuando era un joven de 18 años soñando con asistir a Georgetown, sino más tarde, como administrador en Villanova, trabajando junto a mi mentor, el Decano Stephen Merritt. Steve creía en lo que llamaba “el triángulo”: un equilibrio delicado entre Prestigio (Rigor Académico), Precio y Acceso. En su mente, una universidad debía ofrecer la mejor educación posible sin hacerla prohibitivamente costosa, asegurando que el acceso nunca fuera una víctima de la ambición.
Nos sentamos juntos una vez, revisando números en su oficina desordenada, discutiendo las cambiantes mareas demográficas. La población latina en los EE. UU. comenzaba a crecer, y Steve entendía que Villanova debía adaptarse. Más de 75 millones de estudiantes en edad universitaria en América Latina representaban no solo una oportunidad, sino una obligación moral para instituciones como la nuestra. Sin embargo, mientras trabajaba con él en la redacción de un documento que pudiera guiar este cambio, la realidad pronto se hizo evidente: pocos estaban escuchando.
El triángulo de la educación se desmoronaba lentamente. Las instituciones en todo EE. UU. estaban abandonando la accesibilidad y los precios razonables en favor de una sola cosa: el dinero. El prestigio ya no se trataba del rigor académico, sino de la ganancia financiera, impulsada por matrículas astronómicas y una búsqueda implacable de estudiantes ricos y de pago completo. Esta búsqueda de dinero vino a costa de la diversidad académica, la equidad y la verdadera misión de la educación.
El resultado: colegios y universidades que alguna vez se enorgullecieron de ser motores de movilidad social son ahora comunidades cerradas para la élite financiera, dejando atrás a las mismas comunidades que prometieron servir.
Una Crisis de Liderazgo en la Educación Superior
El colapso no ocurrió de la noche a la mañana. Fue gradual, una erosión silenciosa de valores, enmascarada por folletos brillantes y campus de alta tecnología. Pero a medida que la matrícula sigue disminuyendo, la industria ahora se encuentra al borde de la irrelevancia.
Durante años, he viajado por las Américas, reuniéndome con universidades y siendo testigo de primera mano de la lenta salida de mis colegas. Eran personas que alguna vez compartieron mi pasión por la educación, pero que ya no podían justificar su papel en un sistema que se había vuelto moralmente corrupto. Se fueron no porque no amaran su trabajo, sino porque ya no podían reconciliar su creencia en la educación con una industria que cada vez más veía a los estudiantes como simples clientes. La semana pasada, en la Ciudad de México, me senté con algunos de los últimos miembros que quedaban de un grupo con el que alguna vez recluté. La mayoría había seguido adelante, y los pocos que quedaban hablaban de un sector de la educación superior en crisis—fallos de liderazgo en cada esquina y una renuencia a enfrentar las realidades demográficas y financieras que enfrenta la industria.
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Se percibe una frustración palpable entre estos excombatientes. Los líderes universitarios se niegan a reconocer que el mundo ha cambiado, que los estudiantes de hoy ya no son los graduados de preparatorias de élite de enclaves adinerados a los que alguna vez cortejaron. Los segmentos de mayor crecimiento de la población estudiantil de EE. UU. son latinos, afroamericanos, de primera generación y de bajos ingresos. Pero la mayoría de las instituciones siguen insistiendo en los mismos modelos obsoletos, compitiendo por un grupo cada vez más reducido de estudiantes adinerados, mientras dejan atrás a todos los demás.
¿Hacia Dónde Vamos Desde Aquí?
Mientras nos encontramos en esta encrucijada, la pregunta es: ¿Hacia dónde vamos desde aquí? ¿Puede la educación superior recuperar su misión, o continuará por este camino de exclusividad y elitismo financiero?
En BeNeXT Global, estamos construyendo algo diferente. Un nuevo modelo de educación que abraza los desafíos del siglo XXI, combinando el aprendizaje a lo largo de la vida con un impacto real en el mundo. Este modelo no se trata solo de asistir a clases y acumular créditos. Se trata de evolucionar continuamente—profesional y personalmente—y de marcar una diferencia tangible en el mundo. Nuestros participantes, ya sean estudiantes de preparatoria, jóvenes profesionales o líderes experimentados, se reúnen para desarrollar proyectos que abordan los problemas críticos que enfrentan sus comunidades. Se van no solo con títulos, sino con las habilidades y herramientas para liderar cambios duraderos.
La educación no debería ser una transacción de cuatro años en la que pagas tu cuota y sigues adelante. Debería ser un viaje de toda la vida, uno que se adapte a medida que creces, y que esté vinculado directamente con el mundo que te rodea. En BeNeXT Global, creemos que la educación debe empoderar a las personas no solo para tener éxito en sus carreras, sino para elevar a sus comunidades, liderar con empatía y desafiar los sistemas que les han fallado.
Un Llamado a la Acción
Mientras me dirijo a la conferencia de NACAC, llevo conmigo las lecciones del Decano Merritt y los valores que me inculcó. Pero también llevo conmigo un sentido de urgencia. El futuro de la educación superior está en juego, y las apuestas no podrían ser más altas. Si no actuamos ahora, corremos el riesgo de dejar atrás a millones de estudiantes—estudiantes que merecen una oportunidad de un futuro mejor, pero que están siendo excluidos del mismo sistema que estaba destinado a servirles.
El modelo que estamos construyendo en BeNeXT Global no es solo una respuesta a los fracasos del sistema actual, es un plano de lo que la educación puede y debe ser. Estamos preparando a los estudiantes no solo para el mercado laboral, sino para la vida. Los estamos preparando para liderar, innovar y crear un futuro mejor para todos nosotros.
La educación no debe ser una mercancía reservada para los ricos. Debe ser un bien público, accesible para todos, sin importar su origen o nivel de ingresos. Esa es la conversación que estoy llevando a la conferencia de NACAC, y espero que sea una que genere un cambio real y duradero.
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