El deportador en jefe vuelve a la carga
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Sería cómico si sus consecuencias no fueran tan trágicas: Barack Obama, el presidente que ha roto todos los récords de deportaciones, piensa que es el campeón de los inmigrantes.
"Soy el campeón en jefe de una reforma migratoria abarcadora”, declaró en 2014. El presidente o se niega a admitir la verdad o es mucho más cínico de lo que nadie podría sospechar.
Insatisfecho con haber deportado a más de 2.5 millones de personas desde que asumiera la presidencia en 2009, ahora celebra sus últimos meses en el cargo asegurándose de que su muy merecido título de deportador en jefe siga siendo suyo muchos años más.
Con una falta de compasión digna de Donald Trump, ICE está a punto de lanzar una nueva oleada de deportaciones, no de criminales o terroristas, sino de los inmigrantes más vulnerables: las mujeres y los niños que escaparon de la violencia y el horror de sus países centroamericanos y buscan protección en EE.UU.
Desde 2013, la administración de Obama ha ordenado la deportación de más de 7.000 niños centroamericanos sin que hayan comparecido ante un juez. No obstante, eso no ha sido suficiente. Las nuevas redadas durarán un mes y se supone que sucedan en mayo y junio. Las mismas tendrán como objetivo a madres y niños de El Salvador, Guatemala y Honduras. La nueva operación ocurre después de otra similar en enero que se enfocó en Georgia, Texas y Carolina del Norte. Las críticas no se han hecho esperar.
“Estas redadas anunciadas son otro ejemplo deplorable de la política inmigratoria estilo Jekyll-y-Hyde de la administración de Obama”, señaló Thomas A. Saenz, un directivo de la National Hispanic Leadership Agenda.
Incluso Hillary Clinton, quien anteriormente se había manifestado a favor de expulsar a los niños, condenó el plan. "A las familias que huyen de la violencia en Centroamérica se les debe dar una oportunidad de encontrar alivio”, declaró.
Bernie Sanders, su rival por la nominación presidencial, emitió un comunicado consistente con la que siempre ha sido su posición. “Me opongo al negocio doloroso e inhumano de encerrar y deportar familias que han huido de la horrenda violencia de Centroamérica y otros países”, dijo Sanders. "Está mal enviar a esta gente al medio del peligro.”
No solo está mal, sino que es hipócrita y cruel. La terrible inseguridad y desesperanza que asuelan El Salvador, Honduras y Guatemala son, en gran medida, producto de la violencia descontrolada creada por el apetito insaciable por las drogas en este país. Esto es lo que ocasiona que la gente emprenda verdaderas jornadas de vida o muerte hacia el norte.
Estas mujeres y niños no vienen en busca de un ilusorio “sueño americano”, sino a escapar de la pobreza y la desesperación, la violencia de los traficantes de drogas y las maras asesinas que han desplazado a una generación completa. Llegan a salvar la vida y merecen la protección y los derechos que se otorgan a los refugiados y a los que piden asilo.
Las deportaciones no detendrán el flujo de familias. Esto sucederá únicamente cuando tengan la oportunidad de sobrevivir y desarrollar su potencial en sus propios países. La única solución efectiva –y justa—es invertir los millones de dólares que ahora se gastan en reprimirlos para
crear condiciones en Centroamérica que no obliguen a su gente a huir a cualquier precio.
Después de todo esta inversión sería solamente un modesto pago inicial sobre la cantidad enorme que se les adeuda dada las intervenciones decretadas por Washington y su apoyo a gobiernos criminales e ilegítimos.
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