El cuidador: oficio digno que el mundo está en deuda de reconocer | OP-ED
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Uno de los oficios más antiguos es cuidar del otro, adultos o niños con discapacidad física, cognitiva o enfermedades crónicas. Lamentablemente, en América Latina no ha tenido el reconocimiento que merece, la normatividad es insipiente, existe informalidad en su remuneración y falta formación y concientización de los impactos, riesgos y responsabilidades que ello conlleva.
En contraste, en los países desarrollados se cuenta con normatividad y reconocimiento, mientras que en América Latina hay algunos avances en Uruguay, Chile, México y Costa Rica.
El cuidado es un trabajo invisible con un impacto social. Durante la pandemia, diferentes estudios en el mundo, como el Informe sobre el Bienestar de los Cuidadores del 2020 elaborado por Merck, han hecho más evidente la falta de bienestar de los cuidadores: más ansiedad por el desgaste físico y emocional, incertidumbre económica por el tiempo que deben dedicar al cuidado y preocupación por contagiarse y no poder tener un sustituto.
Desde hace más de una década, investigaciones sobre el trabajo del cuidado en América Latina y España de la Fundación Carolina mencionaban que el cuidado se había concebido como un tema moral de sometimiento de la mujer al deber de cuidar al otro. Y se ha mantenido así.
En Colombia, el informe, ‘Tiempo de cuidados: las cifras de la desigualdad’, de ONU Mujeres y el Dane, que administra las estadísticas socioeconómicas oficiales, afirma que las personas dedicadas al cuidado duermen menos e invierten menos tiempo a sus asuntos personales que quienes ejecutan otras labores. Se calcula que en Colombia más de 8 millones de personas realizan cuidados directos no remunerados (15% de la población), la gran mayoría son mujeres y quienes lo haces tienen desde 10 años de edad.
En respuesta, la Escuela Colombiana de Rehabilitación ha creado un programa a nivel de técnico laboral para contribuir a la formación de este talento especializado que requiere el mundo, a lo que debe agregarse la conciencia de un alto sentido de servicio, empatía y ética.
Por otra parte, el mundo se está envejeciendo. Aunque es una época de mayor conciencia del autocuidado para tener más autonomía personal en el futuro, las estadísticas son poco alentadoras: más de 47 millones de personas con demencia, Alzheimer y Párkinson y en el 2030 será el doble que en el 2016, lo que aumenta la necesidad inmediata de tener más personas preparadas en la labor del cuidado.
En su ‘Libro Verde sobre el Envejecimiento’, la Comisión Europea plantea la importancia de fomentar la solidaridad y la responsabilidad entre generaciones, previendo que aumente el número de personas que requieran cuidados. En 2016 eran 19 millones y se estima que pase a 23,6 millones en 2030 y 30,5 millones en 2050. Además, no será sostenible en el corto tiempo la labor de cuidadores familiares por el tamaño de las familias y el incremento de la inclusión de la mujer en el mercado laboral.
(*) Doctora en Pedagogía. Rectora de la Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR). goe.rojas@ecr.edu.co
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