El abominable Mr. Trump
Quién lo hubiera dicho, el siniestro payaso seleccionado por los republicanos como su candidato presidencial, no está tan loco ni es tan espontáneo como les hizo cree
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Quién lo hubiera dicho, el siniestro payaso seleccionado por los republicanos como su candidato presidencial, no está tan loco ni es tan espontáneo como les hizo creer a mucha gente. Todo no ha sido más que un acto de bataclán, un engaño ideado por un estafador consumado, una forma calculada y malévola de agitar, caiga quien caiga, a los peores elementos de la sociedad.
Trump, quien presencia cómo se desmorona sin remedio el espectáculo circense en que se ha convertido su campaña, lo reconoció durante una surrealista comparecencia en el programa de radio del conservador Hugh Hewitt, uno de sus admiradores,.
En dicha comparecencia, destinada a convertirse en un clásico del oportunismo y la mendacidad, el abanderado republicano acusó al Presidente Obama y a Hillary Clinton de ser nada menos que “los fundadores de ISIS”.
Hewitt, incrédulo, intentó guiar al candidato hacia un discurso más racional:
“Sé lo que quiso decir”, le dijo el presentador, asumiendo el papel de maestro benevolente y comprensivo. “Usted quiso decir que él (Obama) creó un vacío, que perdió a paz”.
“No”, le respondió Trump sin dudar un momento, “lo que quise decir es que él es el fundador de ISIS”.
Consistente con su modus operandi, el viernes pasado Trump trató de justificar sus escandalosos comentarios alegando falsamente que habían sido “sarcásticos”. No obstante, cuando Hewitt le dijo en el curso de la entrevista que él habría usado “un lenguaje diferente” para criticar a Obama y a Clinton, la respuesta de Trump no dejó dudas de que sus absurdas afirmaciones no fueron sarcásticas, un mal chiste o los desvaríos de un loco.
“Pero ellos no hablarían de tu lenguaje”, le dijo a Hewitt, “y ellos sí hablan de mi lenguaje, ¿no es cierto?”
Sí, “ellos” hablan del lenguaje del alardoso billonario, y ese es su único propósito al pronunciar falsedades semejantes.
Irónicamente desde la desastrosa convención republicana el mes pasado, esa táctica ha tenido resultados contrarios a los esperados por el candidato, quien yerra al creer en aquello de “que hablen bien o que hablen mal, lo importante es que hablen”. Por eso al ver su apoyo reducirse drásticamente, un Trump desesperado se ha hecho más extremista y sus mentiras han sido aún más irresponsables en incitar a sus seguidores a la violencia.
No, su velado llamado a “la gente de la Segunda Enmienda” a que actúen contra Clinton o su acusación a Obama de ser el fundador de ISIS, no significan que se haya desquiciado definitivamente. Lo que quieren decir es que este individuo desalmado y burdo no es una persona decente y está dispuesto, sin importar las consecuencias para el país, a mentir, engañar, insultar y calumniar con tal de evitar el derrumbe de su campaña.
Lo que el arrogante nominado republicano olvida es que el hecho de que mucha gente hable del lenguaje que utiliza es una espada de doble filo: si bien sus venenosas palabras pudieran enardecer a sus seguidores más acérrimos, las mismas también lo dejan al descubierto como lo que es: un mentiroso ignorante y perverso.
No, el payaso siniestro del partido Republicano verá la Casa Blanca solo de lejos, precisamente porque miles de personas recuerdan su lenguaje. Y la gran mayoría de ellas piensa que es abominable.
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