Perdidas en el torbellino de ofertas de Netflix, hay dos películas destacadas que merecen atención. En estos tiempos en que el espectro de una intervención extranjera y un violento cambio de régimen en Venezuela se vislumbra en el horizonte, así como el endurecimiento del cruel bloqueo económico estadounidense contra Cuba y el aumento, con el apoyo de Washington, de regímenes fascistas o ultraderechistas en países como Brasil, Colombia, Argentina, Chile y otros, ambas películas sirven como poderosos llamados de alerta.

Una de ellas, “Masacre en el estadio”, es un documental desgarrador y minuciosamente investigado sobre la muerte del mítico cantautor del movimiento de Nueva Canción de Chile, Víctor Jara, torturado y asesinado por el ejército chileno después del golpe que depuso a Salvador Allende, el primer presidente socialista elegido democráticamente en América Latina, e instaló la brutal dictadura del general Augusto Pinochet.

La otra, “La noche de 12 años”, es una historia casi increíble de supervivencia. La película es una recreación magistral de los doce años, repito: doce años, de confinamiento solitario y torturas sufridos por tres exmiembros de los Tupamaros, un grupo guerrillero urbano de izquierda en Uruguay. Uno de ellos, José Mujica, se convertiría más tarde en presidente de su país y en una leyenda viviente. Apodado “el presidente más pobre del mundo” por su estilo de vida sin pretensiones, Mujica gobernó entre 2010 y 2015.

Ambos países sudamericanos formaron parte de la Operación Cóndor, una campaña de terror estatal respaldada por Estados Unidos que involucró operaciones de inteligencia y asesinatos de opositores implementada en la década de 1970 por las dictaduras de derecha de Uruguay, Chile, Argentina, Brasil y Paraguay y que resultó en el asesinato de 80,000 presuntos simpatizantes de la izquierda y en más de 400,000 presos políticos.

“La noche de 12 años” está basada en “Memorias del calabozo”, los recuerdos de los 4,323 días de encarcelamiento sufridos por Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro bajo la sangrienta dictadura militar que gobernó Uruguay de 1973 a 1985. Aunque sometidos a horrendos abusos y torturas con el diabólico propósito de hacerlos perder la cordura, los tres hombres pudieron mantener su humanidad intacta gracias a su valentía y la fuerza de sus convicciones. “Como no podemos matarlos, los vamos a volver locos”, declara un oficial de prisiones sin el menor remordimiento.

También en 1973, el 11 de septiembre para ser exactos, Pinochet, el jefe del ejército que había jurado lealtad a la constitución y al presidente Allende, perpetró un sangriento golpe de estado apoyado por EE. UU., y comenzó un reino de terror en Chile que duraría 17 años.

Allende murió al negarse a rendirse pese a que aviones Hawker Hunter bombardeaban inmisericordemente el palacio presidencial de La Moneda. La democracia había sido destruida por el traidor Pinochet con el apoyo entusiasta de Richard Nixon y Henry Kissinger. Miles de chilenos serían torturados, encarcelados o asesinados.

Uno de ellos fue Víctor Jara, popular más allá de las fronteras de su país por sus canciones de esperanza y protesta. Jara y miles de civiles fueron detenidos, torturados y masacrados por el régimen de Pinochet dentro del complejo deportivo entonces conocido como Estadio de Chile y más tarde rebautizado como Víctor Jara.

“Masacre en el estadio”, un documental original de Netflix, investigó qué hay detrás de la muerte de Jara. En él hay entrevistas largas y conmovedoras con Joan Jara, la esposa de Víctor. Después de 40 años de incansable lucha, Joan finalmente pudo obtener algo de justicia en 2016, cuando el exteniente Pedro Pablo Barrientos fue declarado culpable del asesinato de su marido en un tribunal de Florida. Sin embargo, debido a que el asesino se mudó a la Florida en 1990 y se convirtió en ciudadano estadounidense, no ha sido extraditado para enfrentar a la justicia en Chile. Créalo o no, Barrientos vive libremente en los Estados Unidos.

Hay que ver estas excelentes películas que nos recuerdan un pasado terrible y no tan lejano que jamás debe regresar.