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El presidente Obama llegó a la Habana, Cuba, el 20 de marzo de 2016, en una visita histórica. EFE/Orlando Barría 

De la agresión armada a la invasión económica

Así es, los casi 60 años de guerra secreta, múltiples atentados contra la vida de Fidel Castro y el innecesario y cruel embargo comercial que han caracterizado…

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Así es, los casi 60 años de guerra secreta, múltiples atentados contra la vida de Fidel Castro y el innecesario y cruel embargo comercial que han caracterizado las relaciones de Washington con Cuba, han dado paso a una verdadera fiebre del oro por parte de toda clase de negocios estadounidenses —Airbnb y Marriott, Verizon y AT&T, para no mencionar la guerra entre los líneas aéreas para asegurarse rutas a la isla, y muchos más— ansiosos por extraer cualquier riqueza que la nación Caribeña pueda ofrecer.
Esa es la trascendencia de los cambios en la política de EEUU hacia Cuba desde el 17 de diciembre de  2014, cuando los presidentes de ambos países sorprendieron al mundo al anunciar simultáneamente el restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Si esto no es un transformación radical me gustaría que alguien me explicara qué cosa es.
Encima de todo, el Presidente Obama aterrizó en La Habana el domingo, y entre otras cosas su viaje debe poner fin cualquier duda sobre la profundidad y la durabilidad de tales cambios.
“Durante cinco décadas, toda nuestra política [de Estados Unidos] hacia Cuba consistió en hacer que la familia Castro tirara la toalla (“cry uncle” en inglés)”, ha dicho Sarah Stephens, la directora del Centro para la Democracia en las Américas, basado en Washington, resumiendo 55 años de política norteamericana hacia Cuba. “Tratamos de matarlos y, cuando no lo logramos, buscamos provocar una insurrección entre cubanos a los que intentamos hacer que pasaran hambre y creciera su desesperación, haciéndoles daño con nuestras sanciones.”
No funcionó. El pueblo cubano sufrió pero supo resistir, y para el disgusto de los comecandela de Washington, el país nunca tiró la toalla.
Y ahora, como resultado de esa resistencia, un Presidente de EEUU llegó a La Habana, no con las actitudes imperiales de antes, sino con el respeto que el pueblo de Cuba merece, consciente de que la orgullosa nación caribeña nunca aceptaría imposiciones o faltas de respeto.
"Aún tenemos diferencias con el gobierno cubano que  trataré directamente con ellos. América siempre defenderá los derechos humanos alrededor del mundo”, Obama escribió en Twitter.
Sin duda que tras medio siglo de desconfianza, permanecen muchas contradicciones sin resolver. No obstante el viaje de Obama  debe acelerar, reafirmar y hacer irreversibles los cambios anunciados hace unos pocos meses.
En Cuba, Josefina Vidal, directora general de asuntos de EEUU en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, expresó la satisfacción de su gobierno con la visita de Obama.
"Su visita representa un paso de avance en las relaciones entre Cuba y EEUU”, afirmó Vidal al tiempo que reiteraba la demanda de que se levante el embargo y se le devuelva Guantánamo a Cuba.
Volviendo a la fiebre de oro, todo el mundo está de acuerdo en que una ofensiva comercial es preferible a una agresión armada. Pero todavía está por verse cuál será el impacto de un influjo económico masivo por parte de compañías norteamericanas  —y de la cultura capitalista de desigualdad y explotación que inevitablemente lo acompaña— en el país socialista.
Claro que si Cuba ha resistido la peligrosa enemistad de su poderoso vecino norteño durante casi 60 años, debe ser capaz de soportar su nueva ofensiva amistosa.
Esperemos que, en este caso, los dólares no terminen siendo más mortales que las balas.

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