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Cortesía del Fondo de Cultura Económica.
Cortesía del Fondo de Cultura Económica.

Adiós a Amparo Dávila

El final de una historia fantástica.

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Cecilia Eudave es narradora, ensayista y profesora de literatura 
en la Universidad de Guadalajara

 

Mi relación con Amparo Dávila data desde principios de los noventa cuando descubrí su libro Tiempo destrozado. Inmediatamente fui cautivada por sus relatos insólitos, a veces fantásticos, otras tantas inusuales. Sobre ella he escrito artículos, dirigido tesis y devorado sus libros una y otra vez. La considero una de las autoras de lo fantástico más importantes del siglo XX. Sus textos son reveladores del contexto mexicano de las mujeres en la primera mitad del siglo pasado, y le da una vuelta de tuerca al especio femenino por medio de la literatura no mimética, a través de una escritura singular e inquietante. Logró crear excelentes atmósferas para que sus personajes femeninos pudieran liberar su otro yo: el monstruoso. Monstruos y seres fantásticos que producen catarsis y la toma de la conciencia del ser reprimido; Dávila consigue despertar la  identidad sofocada o rechazada de las mujeres dominadas por las imposiciones sociales de la época que le tocó vivir. La suya es una literatura que insta al cambio y visibiliza a la mujer en su contexto de opresión y descalificación usando como pretexto los mundos insólitos en los que se mueven sus personajes.

En el 2011 por fin la conocí en unas jornadas literarias organizadas por El Colegio de México. Tuve la fortuna de que me la presentaran y charlar con ella, de recibir sus consejos de escritora a otra que seguía sus pasos; y sobre todo, de imantarme con esa presencia tan imaginada por muchos años. Recuerdo que me dijo, cuando le pregunté por qué tardaron tanto tiempo en volver a distribuir y publicar su obra: “Hay que resistir, Cecilia, la buena literatura, si lo es, con los años se impone. Uno debe seguir en lo suyo, escribiendo y con su vida, son los lectores, y sólo ellos, los que al final tienen la última palabra. Con los años, el tiempo ya no pesa, ya no hay prisa por llegar a ninguna parte, por demostrar nada, sólo quedan los recuerdos, las historias que has dejado escritas, esas que de alguna forma se volverán, si tienen suerte, eternas… Imagínate, cuándo yo iba sospechar que sería traducida al árabe, sí, al árabe”. Esa noticia la acaba de recibir y la tenía muy emocionada. Luego se levantó tan afable y sonriente. Quise acompañarla pero ya estaba otra vez rodeada de mucha gente. Así, entre esa nube de voces y de cuerpos se alejó pausadamente devorada por los otros. Yo me quede ahí como viviendo el final de alguna de sus historias donde el sueño no parece tal y la realidad ya poco importa…

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  • Amparo Dávila