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Sloan Carter en su estudio casero en Ardmore, PA. Foto: Harrison Brink/AL DÍA News.
Sloan Carter en su estudio casero en Ardmore, PA. Foto: Harrison Brink/AL DÍA News.

Cómo un autobús de SEPTA salvó la vida de Sloan Carter

Sus viajes desde el oeste de Filadelfia hacia Center City no solo la introdujeron en el mundo del arte, sino también la alejaron de los abusos.

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La Filadelfia a la que Sloan Carter regresó en la década de los setenta, cuando era una niña de 14 años procedente de Prichard, Alabama, le proporcionó muchas nuevas experiencias. Llegar al norte e instalarse en la 50th and Spruce en el oeste de Filadelfia fue un choque cultural de la peor clase. “No estaba preparada para el nivel de violencia que experimenté”, dijo Carter en una entrevista reciente  con AL DÍA News.

Las pandillas, las peleas en la escuela y la administración racista del alcalde Frank Rizzo, que se centró en las comunidades de color con una fuerza policial brutal, contribuyeron al sentimiento de aislamiento de Carter.

A los 14 años, además, ya había asumido que era lesbiana y no lo ocultaba. Eso no solo le supuso ataques puntuales en la escuela por parte de sus compañeros, sino también de su comunidad en la iglesia, e incluso de su propia familia. “No tenía muchos amigos, pero sí bastantes primos en Filadelfia por parte de mi padre. Pero, como era gay, me trataban de forma diferente”, dijo Carter.

En medio de la necesidad de escapar de su entorno, de los abusos verbales o físicos que encontraba a la vuelta de cada esquina, halló el autobús 42 de la SEPTA, que recorría la Spruce Street a través de su barrio, antes de cruzar el río Schuylkill por Walnut, en su camino hacia Center City.

Fue allí donde Carter descubrió un nuevo mundo al que sentía pertenecer, y lugares como Giovanni’s Room, la librería LGBTQ+ más antigua del país, y las numerosas galerías de arte y eventos culturales que visitó contribuyeron con el sentimiento. “Esto amplió mi comunidad”, dijo Carter. “Al coger un autobús, es casi como si salieras de un mundo a otro".

 

Cuando llegó el momento de encontrar su lugar como lesbiana negra, “fue literalmente como si alguien encendiera una luz en una habitación oscura”, expresó Carter. “Fue como: ‘No estoy sola en el mundo. No estoy en este vórtice cerrado en el que solo estoy yo y estoy tratando de luchar contra todos los demás solo para encajar’… Coger un autobús me permitió ver el mundo de forma diferente a como estaba”.

El arte llegó a la vida de Carter más o menos al mismo tiempo. Comenzó con la oportunidad de asistir a una clase de arte gratuita en el centro comunitario situado frente a la parada del autobús que frecuentaba para ir a Center City. Aunque a menudo no coincidía con su profesor, Carter dice que la experiencia le abrió los ojos para utilizar el arte como una forma de expresión de lo que sentía.

Cuando empezó a experimentar con esa expresión en el lienzo, Carter comenzó a apreciar lo que suponía la práctica del arte en sus múltiples formas. Las obras que veía en los numerosos museos y galerías que visitaba en Center City adquirían un nuevo significado, y con el tiempo descubrió sus favoritos, entre los que se encontraban Jean-Michel Basquiat y Jackson Pollock, por nombrar algunos.

“Descubrí que el arte era una forma de expresar todo lo que sentía en mi interior, en este caso en el lienzo, y luego de dar un paso atrás y empezar a entenderme y a empoderarme más”, dijo Carter.

En cuanto a su carrera, ha llevado una vida ayudando a jóvenes en riesgo —como ella— a encontrar su camino en los muchos sistemas de la sociedad que a menudo les fallan, y lo ha hecho durante décadas. Sin embargo, el arte ha sido una constante desde que cogió por primera vez el autobús 42 de SEPTA, hace décadas, y le ha resultado útil para conectar con ciertos niños.

“A través del arte, he podido ayudar a los niños de la misma manera en que el arte me ayudó a mí”, dijo Carter. “Sacar sentimientos y emociones que han reprimido, que les están perjudicando a largo plazo, sacarlo. Esa ha sido mi mayor alegría”.

La presencia del arte en su vida también es evidente en su apartamento en Ardmore. Sus obras —las que no ha vendido, pero cuyos beneficios ha donado a causas cercanas y queridas a su corazón— adornan las paredes, y su cocina también funciona como espacio de estudio.

Hasta el día de hoy, la pintura es una forma de la expresión más íntima que puede golpearla en cualquier momento, grande o pequeño. Desde la vez que condujo por una Filadelfia desolada, en medio de las revueltas por la muerte de George Floyd, hasta el día en que solo quería un poco de sol en lugar de lluvia, todo es válido.

Sobre SEPTA, Carter se rio cuando se le preguntó cómo utiliza el sistema ahora, teniendo en cuenta que conduce un Jaguar. El ferrocarril regional todavía le sirve de transporte ocasional para ver un partido de los Phillies aquí y allá, pero nunca olvidará esos viajes de adolescente en el autobús 42, para los que a menudo ahorraba dinero y sus fichas. “Me dio la oportunidad de curarme”, dice Carter. “Si no hubiera sido por ese autobús, no sé si estaría aquí hoy. Me salvó”

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