Vicente Fox, en sus propias palabras
El expresidente de México estuvo en Filadelfia la semana pasada. Esta vez sin sobresaltos ni malas palabras, Fox explicó por qué el muro en la frontera no le…
Sorpresiva, así resulto la visita de Vicente Fox a Filadelfia los pasados 4 y 5 de abril. Y lo fue porque, a diferencia de sus polémicas apariciones en medios nacionales e internacionales, esta vez el expresidente mexicano dejó atrás el efectismo de un lenguaje poco presidencial para darle paso al desarrollo de ideas más elaboradas.
En esta oportunidad no hubo f***ing walls ni exceso de calificativos hacia el presidente Trump, palabras que quizá lo convirtieron en el showman preferido de los medios, muy a costa del hombre de Estado que se empeña en seguir siendo. Por el contrario, primero ante un auditorio repleto de estudiantes y profesores de la Universidad de Villanova y luego en AL DÍA News junto a funcionarios, políticos y hombres de negocios, Fox habló de lo mismo pero de otra manera.
“What the hell is going on?” fue quizá la única licencia lingüística que se permitió -y que le arrancó carcajadas al público de Villanova- antes de explicar por qué, en su opinión, es una insensatez insistir en políticas aislacionistas y discursos como el “Make America great again” en un mundo cada vez más globalizado, en el que las migraciones son una característica natural e inevitable.
El que vino a Filadelfia fue entonces un expresidente más historiador que brabucón, quien para establecer la necesidad urgente de no volver a caer en errores, le recomendó a Trump leer sobre los fracasos de los muros en el pasado, desde La Gran Muralla hasta el Muro de Berlín que, de acuerdo con el líder mexicano, no lograron impedir el paso del “enemigo”.
El tono pausado sin embargo no ocultó la firmeza de sus palabras. Vicente Fox dejó claro que él no se opone al derecho de Estados Unidos de tener unas fronteras seguras y ordenadas, incluido el de “deportar a quienes se encuentren de manera irregular en su territorio, pero -enfatiza- eso debe hacerse siempre respetando la dignidad de las personas y sus derechos humanos”.
Entonces ¿por qué inmiscuirse en temas ajenos como las elecciones estadounidenses? Para el exjefe de Estado, las palabras de Trump en contra de sus paisanos fueron el detonante de su malestar. “Este hombre se enloqueció cuando dijo que los mexicanos íbamos a pagar por el muro. ¡Qué arrogancia! Ningún mexicano aceptaría semejante cosa”, comentó enfadado.
Las ofensas de Trump contra los mexicanos no fueron el único motivo para buscarle pleito al nuevo inquilino de la Casa Blanca. Para Fox todo lo que huele a dictador es susceptible de ser cuestionado, más cuando la comunidad internacional ha sido blanda a la hora de recordarle que “lo que deciden aquí afecta al resto del mundo”.
Y no exagera. La historia está llena de hechos en los que Estados Unidos ha desempeñado un papel más que protagónico en el devenir de muchas naciones. Desde Centroamérica, pasando por Oriente Medio, Asia y el Cono Sur saben bien que -palabreando un reciente artículo de AL DÍA News- cuando Washington estornuda, el resto del mundo se resfría. Las Decisiones unilaterales como la salida del TPP, la cancelación de los compromisos ambientales y el reciente bombardeo a Siria podrían terminar dándole la razón al expresidente mexicano.
Que Vicente Fox sea el presidente mexicano que más ha promovido un acuerdo migratorio con Estados Unidos no es mera coincidencia. Cada vez que habla del tema, el exmandatario lo hace con una mezcla de compasión e indignación.
Y es que las historias de los inmigrantes en Estados Unidos lo afectan casi de manera personal, quizá porque esa diáspora aparentemente lejana hace parte de su ADN. Muchos en Filadelfia no sabían que por las venas de Fox corre sangre estadounidense.
Hace poco más de un siglo, Joseph Louis Fuchs, un gringo nacido en Cincinnati, Ohio, emigró hacia México en búsqueda de un futuro mejor. “Tomó el caballo, se montó en un tren, cruzó las montañas, los desiertos y los ríos hasta llegar a Irapuato, (Guanajuato, México) donde se estableció quizá porque encontró un par de hermosos ojos negros”, comentó su nieto, el expresidente.
La historia de su familia se remonta 400 años atrás en Irlanda, cuando los primeros Fuchs abandonaron sus tierras acosados por el hambre y la peste. “Como cualquier migrante, fueron gente muy inteligente, que con mucha valentía decidieron establecerse en Estrasburgo, en la frontera entre Alemania y Francia, donde había mejor condiciones de vida”, recuerda.
Allí, sus antepasados vivieron durante 200 años antes de verse obligados a ponerse en marcha de nuevo. La Gran Hambruna, la peste y las guerras expulsaron para siempre a los Fusch de Europa. Entraron a Estados Unidos por la isla Ellis, el mismo puerto que recibió a millones de inmigrantes irlandeses.
Cada vez que se lo preguntan, Fox recuerda a su abuelo el gringo. Dice que lo amó, que en los ochos años que compartió con él aprendió el valor del esfuerzo y el trabajo, “a madrugar para ordeñar las vacas antes de irnos a estudiar”. Quizá ese espíritu del inmigrante es hilo conductor que une al primer Fuchs en México (“el vigilante nocturno de una empresa”), con el Fox que ocupó el Palacio Nacional. Quizá ese hilo conductor también es el que une al expresidente con millones de sus paisanos en EE.UU.
“[Trump] Tendrá que sacar el dinero de los impuestos de los estadounidenses y la verdad es que no creo que ningún ciudadano esté de acuerdo con gastar la suma de 35 mil millones de dólares, que es lo que se necesita para construirlo”.
Un muro imaginario
El pasado inmigrante de Vicente Fox y su experiencia como gerente y político le otorgan los pergaminos suficientes para hablar, cuestionar y proponer políticas migratorias a lado y lado de la frontera.
Para Fox en vez de insistir “en un muro que no tiene sentido”, lo que el gobernante de EE.UU. debería hacer es mirar la experiencia de Europa, en la que los países más ricos decidieron abrir sus fronteras e invertir en sus vecinos más pobres para crear riqueza común. “Hay mil maneras de crear empleos y los americanos simplemente eligieron la peor de todas”.
Al expresidente no le cabe duda de que el uso político del miedo es lo que ha permitido poner en marcha esta maquinaria nacionalista que busca asentarse en Estados Unidos y que representa una triste paradoja en un país constituido casi exclusivamente por inmigrantes. “Tú no construyes un muro en tu casa a no ser que tengas miedo y yo no le veo nada positivo a eso”, aseguró mientras invitaba al auditorio a desarrollar acciones que bloqueen esa agenda.
En últimas, a Fox lo tiene sin cuidado el muro, sabe que una obra de semejante proporciones difícilmente será realidad. “[Trump] Tendrá que sacar el dinero de los impuestos de los estadounidenses y la verdad es que no creo que ningún ciudadano esté de acuerdo con gastar la suma de 35 mil millones de dólares, que es lo que se necesita para construirlo”.
En este sentido, no importa cuántas veces se hagan las cuentas, el resultado siempre será el mismo: no hay beneficio alguno en poner muros y cortar lazos entre países vecinos. “El comercio es una situación de gana-gana”, repitió varias veces -como si de una profecía se tratara- para enfatizar que cualquier medida que Estados Unidos tome en contravía será una catástrofe en ambos lados de la frontera.
El presidente Bush y yo forjamos una gran amistad desde nuestra época de gobernadores, él de Texas y yo de Guanajuato. Luego de que se posesionó, empezamos a trabajar en una propuesta conjunta de reforma migratoria.
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Por ejemplo, propusimos que todos los indocumentados con trabajo en Estados Unidos pudieran tener un permiso especial para quedarse, siempre y cuando mantuvieran su empleo.
Segundo, en esa época se estimaba que si la economía estadounidense crecía en promedio 2,5%, el país iba a necesitar al menos 500.000 trabajadores nuevos cada año. La propuesta entonces era crear la figura de trabajadores invitados para suplir esas vacantes.
Por último, planteamos que ninguna familia debía ser separada y en ese sentido todo trabajador con permiso de permanecer aquí tenía derecho a traer a su familia.
Ninguna de esas opciones preveía la opción de conseguir una ciudadanía acá. Sinceramente creo que las soluciones para lograr una frontera segura y ordenada están contenidas en ese documento; lamentablemente ha permanecido 15 años guardada en el Congreso.
No dentro de los próximos cuatro años, pero quizá antes (risas).
Hay dos preguntas implícitas. En Latinoamérica estuvimos en manos de dictaduras, de líderes mesiánicos y populistas durante buena parte del siglo XX, por eso los latinoamericanos podemos reconocer el carácter dictatorial en los genes de cualquier candidato y (Trump) reunía muchas de esas características.
¿Cómo logró llegar a la Casa Blanca? No lo sé, eso es algo que aún intento comprender. Para mí él es un presidente ilegítimo por dos razones concretas: primero porque perdió la elección popular por más de 3 millones de votos; segundo, porque si una persona no se comporta o actúa como un presidente entonces no es un presidente.
Creo que va a tener muchas dificultades. Yo pasé por una experiencia parecida a la suya, del sector privado al sector público, y no es lo mismo dirigir a una empresa que gobernar a un país. (Estar en el gobierno) significa que tienes que adaptarte, cambiar, conciliar, negociar y unir a la gente. Se gobierna para todos, no solo para tus partidarios.
Algunos de sus críticos en México dicen que usted tiene muchas cosas en común con Trump, una de ellas quizá tiene que ver con la forma como se expresan. ¿Qué les responde?
Creo hay diferencias profundas entre los dos. Yo soy una persona respetuosa de la dignidad de los demás. Tengo un respeto muy fuerte por los derechos humanos. Trabajo para brindarle oportunidades a los pobres y a los que tienen alguna discapacidad. No soy un ególatra o narcisista, soy una persona humilde. Además, mi decisión de pasar a la política tuvo que ver con mi concepto de felicidad: poder serle útil a los demás. Esa ha sido mi vida y en ese sentido creo que hay grandes diferencias con la de él.
Cuando se empezó a implementar el NAFTA, el ingreso promedio de México con relación al de EE.UU. era de un dólar por cada 10 dólares. Eso era un incentivo muy grande para que cualquier persona decidiera emigrar.
Hoy la diferencia se ha reducido, por cada dólar que una alguien recibe en México, aquí recibiría cinco. Realmente creo que en cuestión de una generación los ingresos de ambos países serán equiparables. Entonces, ¿qué motivación tendrá alguien para venir? Ninguna. Por eso lo que debemos hacer es lo que se hizo en Europa: los países más ricos invirtieron en sus vecinos más pobres y generaron riqueza común. Lo que necesitamos es desarrollo económico en México, esa es la mejor manera de disminuir la migración.
Que tengan coraje, que no tengan miedo. Que sigan trabajando fuerte, defendiendo a sus familias y demostrando su decencia. Pero -sobre todo- que sigan sintiéndose orgullosos de ser lo que son, mexicanos. Nada malo les va a pasar, este cuate va a salir más pronto que tarde.
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