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Los manifestantes se oponen al perdón del presidente Gerald Ford al ex presidente Richard Nixon por el asunto Watergate. BILL PIERCE / LA COLECCIÓN LIFE IMAGES / GETTY
Los manifestantes se oponen al perdón del presidente Gerald Ford al ex presidente Richard Nixon por el asunto Watergate. BILL PIERCE / LA COLECCIÓN LIFE IMAGES / GETTY

Una historia de los perdones presidenciales

El perdón otorgado por el presidente Trump al ex alguacil Joe Arpaio nos recuerda las decisiones similares tomadas por sus predecesores.

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Después de la redacción de los Artículos de la Confederación que dieron origen a la primera constitución de Estados Unidos, en un intento por separarse de la centralización del poder de la monarquía inglesa, en 1787 la Convención Constitucional decidió otorgar más poder al gobierno federal y, por lo tanto, al presidente.

Una de las secciones de la nueva Constitución, creaba un poder similar a la “prerrogativa real de clemencia”, que fue conocida desde entonces como el Perdón Presidencial.

El Artículo II de la Sección 2 de la Constitución de Estados Unidos le describe como “un poder para otorgar aplazamientos y perdones por ofensas contra Estados Unidos excepto en los casos de juicio político”.

La medida, apoyada por federalistas como Alexander Hamilton, argumentaba que en casos de “insurrecciones o rebeliones”, un perdón a tiempo podría restituir la tranquilidad de los territorios autónomos.

Así, el presidente George Washington perdonó a dos miembros de la Rebelión del Whiskey, y Abraham Lincoln perdonó a todos los que participaron en la Guerra Civil (excepto a los oficiales Confederados de alto rango).

Thomas Jefferson, por su parte, fue criticado por haber utilizado el poder del perdón para salvar a sus aliados políticos bajo el Alien and Sedition Act. Asimismo, perdonó al Dr. Erick Bollman, para que pudiera testificar en contra de su rival Aaron Burr en 1807 por traición. Según recuerda USA Today, Bollman finalmente se rehusó a aceptar el perdón y nunca testificó.  

Por su parte, Franklin Delano Roosevelt perdonó a Conrad Mann por llevar una lotería ilegal, pero quien era un importante aliado político del jefe de Kansas City, Thomas Pendergast, quien “hizo una fortuna con alcohol ilegal, sobornos y apuestas”, y quien ha merecido crédito por lograr que Harry Truman llegara a la presidencia.

De igual manera, Truman perdonó a uno de los políticos más corruptos en Louisiana, “Big George” A. Caldwell, quien fue conocido por robar fondos de proyectos gubernamentales.

Richard Nixon perdonó al “infame líder” de la Teamster Union Jimmy Hoffa en 1971, quien le apoyaría durante su reelección como presidente en 1972. Hoffa fue asesinado por la mafia.

Después del escándalo del Wattergate, el presidente Gerald Ford perdonó a Richard Nixon, en lo que fue visto como un gesto de “agradecimiento” por haber renunciado antes de su juicio político.

Por su parte, George H.W. Bush emitió perdones a aquellos involucrados en el escándalo del Iran-Contra (caso político ocurrido durante el segundo término de la Administración Reagan, donde funcionarios de la administración facilitaron de manera encubierta la venta de armas a Irán, que estaba bajo embargo armamentístico), lo que transformó a Bush y Reagan en cómplices de una conspiración criminal para lograr financiar a la guerrilla contra el gobierno Sandinista en Nicaragua.

Otro de los presidentes que hizo uso controversial del perdón fue Bill Clinton, quien absolvió a su propio hermano, Roger Clinton y a su socia Susan McDougal. Asimismo, perdonó al fugitivo financiero Marc Rich, uno de los contribuyentes demócratas más importantes quien nunca se arrepintió de su evasión de impuestos, fraude y los negocios ilegales con Irán.

Finalmente, el presidente Barack Obama cerró con broche de oro su último período de gobierno conmutando a Chelsea Manning, analista de inteligencia condenada en el 2010 por haber filtrado información confidencial de las Fuerzas Armadas estadounidenses, y al militante nacionalista puertorriqueño, Óscar López Rivera, quien cumplía una sentencia de 70 años por su participación en los actos terroristas llevados a cabo por las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, que incluían más de 100 ataques violentos a la ciudad de Nueva York entre las décadas de 1970 y 1980.

El perdón del presidente Trump al ex sheriff Joe Arpaio se suma así a una cadena histórica de clemencia controversial, siendo su primer perdón otorgado a un hombre reconocido por sus posturas radicalmente racistas y por su desconocimiento intencional de la Ley.

Habrá que preguntarse si las anticipaciones de los anti-federalistas serán ciertas, y el hecho de otorgar a un presidente el poder único de perdonar será el causal de una tiranía que, como decía el vicepresidente George Clinton, podría gestar “una aristocracia o monarquía vil y arbitraria”.