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El presidente estadounidense Donald Trump habla el lunes 21 de agosto de 2017, sobre la participación militar estadounidense en Afganistán, desde la base militar de Fort Myer, en Arlington, Virginia (Estados Unidos). EFE/MARK WILSON 
El presidente Donald Trump el pasado lunes 21 de agosto durante su discurso sobre la participación militar estadounidense en Afganistán antes tropas de la base militar de Fort Myer, en Arlington, Virginia. EFE/MARK WILSON 

A falta de aprobación, buenas son guerras

El pasado lunes el presidente estadounidense pidió a las Fuerzas Armadas y al país tener confianza en su nueva estrategia militar en Afganistán. Pero lo hizo…

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Donald Trump hizo pública la noche del lunes su esperada estrategia para resolver el conflicto en Afganistán, que cuenta con casi 16 años sin resultados. El presidente no ha cumplido con las expectativas de quienes esperaban una resolución inmediata, obviando datos puntuales sobre la cantidad de tropas totales que se comprometerán en el proceso o las condiciones necesarias para el éxito de la operación.

Durante la emisión en cadena nacional, Trump se dirigió a las tropas en el Fort Myer (Virginia) asegurando su compromiso total con la misión, prolongando así la intervención militar estadounidense en el territorio afgano, algo que en otras circunstancias había catalogado de “pérdida de tiempo”, criticando abiertamente las estrategias adoptadas por la administración Obama.

El Presidente ha admitido que la toma de decisiones es muy distinta “una vez se está sentado en la Oficina Oval”.

“Mi primer instinto era el de retirarnos e históricamente siempre he seguido mis instintos”, dijo Trump. “Pero toda mi vida, he escuchado que las decisiones son muy distintas cuando te sientas detrás del escritorio en la Oficina Oval”.

Después de deliberar “exhaustivamente” con su gabinete de guerra en Camp David, Trump aseguró estar convencido de que “una retirada precipitada podría crear un vacío para los terroristas, incluyendo ISIS y Al Qaeda”, según reportó The New York Times.

Si bien el mandatario estadounidense hizo campaña con la promesa de retirar a Estados Unidos de los conflictos extranjeros, su decisión “estratégica” en Afganistán tan sólo parece continuar los planteamientos de las administraciones previas, prolongando así un conflicto que ha afectado profundamente a la población afgana.

Su propuesta conjuga la fuerza militar convencional y las maniobras diplomáticas de presión sobre Pakistán, alentadas desde un discurso leído de manera pausada, que no hace honor a los icónicos discursos de guerra estadounidenses, pero sí carga con una voz mucho más agresiva.

“Los asesinos deben saber que no tienen dónde esconderse, que no hay un lugar lejos del alcance de la fuerza y las armas estadounidenses”, dijo Trump. Su firme promesa contra el terrorismo estuvo plagada de adjetivos y aseveraciones poco habituales en un presidente: “(los terroristas) son matones, criminales y predadores, y (that’s right) perdedores”, llenando de nuevo el aire con palabras y pocos datos puntuales.

El Presidente también autorizó al Pentágono a desplegar 4.000 tropas más para reforzar las 8.400 que ya se encuentran en el terreno, mientras que el vicepresidente Mike Pence informó al Congreso que 3.900 soldados extras deberán ser enviados, según informó The Guardian.

Como ya es tradición, durante la presentación de su estrategia militar Trump no expuso detalles sobre los posibles alcances ni un plan de desarrollo de la prolongación militar, argumentando que las decisiones serán tomadas por el mando militar y serán determinadas por “las condiciones en el terreno y no por cronogramas arbitrarios”.  

Si bien la nueva estrategia militar sobre Afganistán se plantea como una lucha “definitiva” contra el terrorismo, la condición política del presidente Trump parece indicar que la guerra vuelve a ser la mejor estrategia de marketing para un gobierno con el índice de aprobación a ras de suelo.