¿Cómo puede un país recuperarse de la peor tormenta en su historia sin apoyo económico o moral?

¿Cómo puede una nación reconstruirse si la corrupción y la omisión le mantienen de manos atadas?

Tras dos años del devastador paso del huracán María, Puerto Rico sigue arrastrando las secuelas del evento que demostró hasta qué punto la política y la dependencia han erosionado las bases del país.

Durante la tarde de este miércoles, meteorólogos y especialistas anunciaron que la tormenta tropical Dorian – que crecía aceleradamente desde hacía días en el Caribe – era ahora un huracán, y las previsiones indicaban que podría transformarse en categoría 1 justo antes de pasar por la isla de Puerto Rico.

Imágenes difundidas a tiempo real por el Washington Post mostraban la tormenta formando un ojo al pasar por St. Thomas, un símbolo de “intensificación”, según explicó el medio.

Se estima que vientos de entre 50 y 80 kmh alcancen la isla, en especial en territorios al este como las islas de Culebra y Vieques que serán los más afectados, y fuertes lluvias y vientos se esperan al final de tarde en zonas más cercanas al centro.

Una alerta de fuertes inundaciones ha devuelto a los puertorriqueños las fatídicas imágenes de la catástrofe de hace dos años, y su infraestructura no está preparada para otro golpe.

Mientras tanto, La Fortaleza es dirigida por su Secretaria de Justicia Wanda Vázquez Garced, quien estuvo codo a codo con el ex gobernador Ricardo Rosselló en el fraudulento proceso de recuperación de la nación.

Más de 15 millones de dólares destinados a la recuperación de la isla fueron presuntamente desviados por parte de la administración del ex gobernador Ricardo Rosselló, quien cayó en desgracia después de la publicación de cientos de páginas de un chat privado en los que se demostraba el desprecio de la élite gobernante hacia el resto del pueblo.

El cansancio de los puertorriqueños impulsó una revolución social que consiguió finalmente la renuncia del gobernador. Pero la solución podría ser peor que la enfermedad.

El puesto vacante de Rosselló fue suplido brevemente por el Secretario de Estado interino Pedro Pierluisi, quien finalmente no fue confirmado por la Corte Suprema, dando paso a Vázquez como sucesora.

A pesar de haber estado inmiscuida en sus propios escándalos políticos por violación a las éticas gubernamentales, y a pesar de la fuerte oposición de la gente en las calles, Vázquez sigue estando detrás del timón, sin dar indicios de ser capaz de generar el verdadero cambio que clama el pueblo.

No es secreto para nadie la omisión de la que ha sido víctima Puerto Rico por parte del gobierno estadounidense, en especial durante la administración del presidente Donald Trump, quien desde un principio culpó al mismo pueblo de la desgracia tras María y se ha rehusado constantemente a aumentar el financiamiento para la recuperación de la isla.

Gran parte del dinero destinado a los efectos de desastres naturales en Estados Unidos han sido desviados por parte de la administración hacia la cruzada anti-inmigrante de Trump, en especial para los centros de detención de inmigrantes indocumentados.

Tan sólo el día miércoles, el presidente estadounidense llamó a Puerto Rico “uno de los lugares más corruptos en el mundo” y, a pesar de la crueldad, eventos como los desvelados por la filtración del chat de Rosselló no parecen distar mucho de la observación presidencial en Twitter.

Sin embargo, el menosprecio con tono colonialista de Trump coincide con el problema endémico de la isla: sus propios gobernantes han siempre hablado desde el mismo podio.

Muestra de ello, fue la rápida respuesta de la gobernadora Vázquez a la declaración de estado de emergencia aprobada por Trump en miras de la llegada del huracán Dorian.

Vázquez agradeció al presidente “su pronta respuesta” y aseguró que “esto permitirá que las ayudas federales lleguen con mayor prontitud”, a través de un mensaje en Twitter.

Mientras tanto, los puertorriqueños están atrapados entre otro desastre natural y la podredumbre que se aferra con uñas y dientes a La Fortaleza.