
¿Se está cancelando a los periodistas que critican a Trump?
Un grupo de profesionales de la comunicación parece haber entrado en una fase de crisis. Todo coincide con la llegada de Trump de nuevo al poder.
El despido de la periodista Joy Reid de MSNBC es el último capítulo de una novela que parece tener un nombre dramática: cancelar a los críticos.
Por eso, este anuncio ha generado un debate sobre la libertad de prensa y el impacto de la política en los medios de comunicación. Reid, una de las voces más críticas con el expresidente Donald Trump, fue retirada de la parrilla de la cadena en un movimiento que algunos consideran parte de una purga más amplia contra figuras mediáticas que han cuestionado abiertamente al líder republicano.
Este no es un caso aislado. En los últimos meses, varios periodistas de alto perfil han sido despedidos o han dejado sus puestos en circunstancias que han desatado especulaciones sobre una posible represalia política.
El fenómeno de la "cancelación" de periodistas críticos con Trump no es nuevo, pero parece haberse intensificado con el regreso del expresidente a la contienda política. Durante su primer mandato, Trump tuvo una relación abiertamente hostil con los medios, etiquetando a cadenas como CNN y MSNBC y a diarios como The New York Times como "enemigos del pueblo". Ahora, en el mando por segunda vez, el panorama mediático está experimentando cambios que algunos consideran estratégicos para neutralizar voces disidentes.
Joy Reid no solo criticó a Trump en numerosas ocasiones, sino que también abordó temas sensibles como la supuesta manipulación de información por parte de figuras de derecha y la influencia de Trump en el extremismo político en EE.UU. Su salida de MSNBC se da en un contexto donde la cadena ha experimentado una caída en la audiencia, pero sus seguidores argumentan que la decisión responde a presiones externas que buscan silenciar posturas incómodas para el trumpismo.
Aún así, la caída en el rating es cierta y puede reflejar un estado de opinión que se niega a admitir críticas a su presidente que ganó sobrado de votos populares y colegiales, a lo que hay que sumar el triunfo contundente de su partido en el Congreso. Esa unanimidad aparente en la opinión pública es el caldo de cultivo para extremismos y posiciones autocráticas.
Otros Casos Similares
El asunto parece estar escalando. El mensaje que el gobierno Trump está enviando a toda la ciudadanía es que no se le puede llevar la contraria. Así quedó en evidencia ahora en febrero, cuando el Gobierno prohibió a la agencia de noticias Associated Press (AP) y sus periodistas acceder a eventos presidenciales, en el Despacho Oval y en el Air Force One, en represalia por la negativa de la agencia a adoptar el término "Golfo de América" en lugar de "Golfo de México" en sus reportes.
La respuesta de la agencia fue iniciar un proceso legal contra tres altos funcionarios de la administración de Donald Trump: la jefa de gabinete Susie Wiles, la secretaria de prensa Karoline Leavitt y la subjefe de gabinete de comunicaciones Taylor Budowich.
La AP argumenta que esta prohibición vulnera la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU., que protege la libertad de prensa, y busca que se restablezca el acceso de sus periodistas a todas las áreas de cobertura presidencial.
Este incidente se suma a una serie de acciones de la administración Trump que parecen dirigidas a controlar la narrativa mediática y sancionar a aquellos medios que no se alinean con sus directrices. La demanda de la AP subraya la importancia de la independencia editorial y plantea preocupaciones sobre posibles precedentes que podrían afectar la libertad de prensa en el futuro. Organizaciones como la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca y diversos grupos de defensa de la libertad de prensa han manifestado su apoyo a la AP, enfatizando que el acceso a la información gubernamental no debe condicionarse por decisiones editoriales independientes.
Otro caso relevante es el de Jim Acosta, periodista de CNN que tuvo varios enfrentamientos directos con Donald Trump durante su presidencia. Acosta fue una de las voces más críticas con el expresidente, lo que le costó un retiro temporal de su acreditación de prensa en 2018 tras un tenso intercambio en la Casa Blanca. CNN logró revertir la decisión mediante una demanda, pero la relación de Acosta con la administración Trump se mantuvo tensa durante todo el mandato. Con la salida de Trump de la Casa Blanca, el periodista fue reasignado a un puesto menos visible, lo que muchos interpretaron como un intento de silenciar su voz.
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Finalmente, en enero de 2025, Acosta anunció su salida de CNN en medio de una reestructuración de la cadena. Como parte de estos cambios, su programa matutino iba a ser trasladado a una franja horaria de menor audiencia, lo que el periodista consideró una limitación a su alcance y su rol crítico dentro del periodismo político. Su salida ha sido vista como otro ejemplo de la tendencia a desplazar a periodistas que han desafiado a Trump y su retórica, consolidando así un panorama mediático cada vez más condicionado por presiones políticas.
¿Reestructuración o purga?
Los despidos de estos periodistas y el acoso a la Agencia AP son precedentes preocupantes en materia de liberta de expresión. La reiteración de las prácticas del Presidente Trump y el énfasis de sus actuaciones muestran que él cree que puede tomar decisiones de manera unilateral en frentes importantes, simplemente porque tiene un representatividad.
Pero ese es el dinamismo de la democracia, régimen en el que la oposición y las críticas forman parte de las reglas del juego: la unanimidad en las urnas no es una patente de corso para que los oficiales elegidos tomen las decisiones que quieran y reescriban toda la historia de Estados Unidos.
De otra parte, cabe recordar que Kamala Harris obtuvo 226 votos electorales y 75 millones de votos populares, mientras que los demócratas obtuvieron millones de votos en el Senado y la Cámara. Así que el país está lejos de la unanimidad.
Las celebraciones públicas de Trump y sus seguidores tras estos despidos refuerzan la idea de que existe una estrategia para consolidar un ecosistema mediático más alineado con su visión. Esto plantea preocupaciones sobre el futuro del periodismo crítico en EE.UU. y el impacto que esto podría tener en la calidad del debate público.
El futuro de los medios en la era Trump es incierto. La creciente polarización ha convertido a los periodistas en objetivos políticos, y la independencia de los medios parece estar cada vez más amenazada por intereses partidistas. Si bien las empresas mediáticas tienen derecho a hacer cambios en sus alineaciones, la pregunta clave es si estas decisiones responden a una lógica empresarial o a una presión política que busca suprimir la diversidad de opiniones.
Lo que sí resulta impresentable es que el Presidente cancele medios porque no se adaptan a sus narrativas, como ocurrió con la AP.
La cancelación de voces críticas con Trump podría significar una peligrosa tendencia hacia un control más centralizado de la narrativa política, algo que va en contra de los principios fundamentales de la libertad de prensa.
La gran incógnita es: ¿seguirán cayendo más periodistas bajo este clima de censura velada o habrá una reacción que reafirme la importancia de un periodismo independiente y libre? En esta historia aún quedan muchos capítulos pendientes.
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