No te metas con Pelosi
La nueva presidenta de la Cámara de Representantes ha demostrado tener lo que se necesita para corregir el paso de la Casa Blanca, y su estrategia se hace cada…
Para muchos con poca (o ninguna) memoria política, Nancy Pelosi ha surgido como un personaje más dentro de los vaivenes del Congreso de Los Estados Unidos.
Sin embargo, su trayectoria y su conocimiento del campo se han hecho cada vez más evidentes desde la victoria demócrata en las elecciones de mitad de período y, especialmente, durante las últimas semanas, cuando el presidente Donald Trump decidió cerrar el gobierno a cambio de fondos para su ansiado muro fronterizo.
Pelosi – quien representa el Distrito 12 de California – llegó al Congreso en 1987, y desde entonces ha sido la primera en muchos roles: la única mujer en ser presidente de la Cámara, es la mujer elegida de más alto rango en la historia del país, y es la primera ex presidenta de la Cámara en volver al puesto desde Sam Rayburn en 1955.
Su mano dura se dio a conocer durante la Administración por su oposición a la Guerra de Irak y a la privatización de la Seguridad Social.
Fue entonces cuando Pelosi acuñó la estrategia que hoy en día le sirve para contrarrestar la maquinaria de Donald Trump en la Casa Blanca.
En el 2004, y tras la reelección de George W. Bush, Pelosi se negó rotundamente a ofrecer propuestas que facilitaran a los Republicanos el deseo de privatizar la Seguridad Social, concediendo así una victoria parcial al presidente.
“Mientras los demócratas se negaban a participar en los detalles del debate, las luchas internas consumieron a los republicanos”, recuerda Vox. “Bush intentó desbaratar el país en apoyo de la privatización, pero eso sólo trajo más atención a una situación embarazosa e impopular. Ningún proyecto de ley llegó a votación en ninguna de las cámaras del Congreso”.
Ante un presidente que, sorprendentemente, hace quedar bien a Bush, como es el caso de Donald Trump, habría de esperarse que el resultado no sea muy diferente.
Pero en aquél momento, Pelosi era la líder de la minoría en la Cámara, y el gobierno no se veía atacado por todos los flancos como es el caso actual ni estaba cerrado gracias a una pataleta presidencial.
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La presión a la que están sometidos los Republicanos actualmente es mucho más grande, y las investigaciones en torno a la campaña presidencial de Donald Trump tampoco ayudan mucho.
Para The Atlantic, todo este marco implica que “el resultado más probable del enfrentamiento actual es que Trump ceda”, lo que significaría, en palabras de Lindsey Graham “el final de su presidencia”.
La maestría – y, honestamente, resistencia – de la estrategia de Pelosi es uno de los rasgos fundamentales de su participación en el liderazgo del Partido Demócrata cuyo fracaso en las elecciones del 2016 implicó una profunda transformación interna.
Para llegar a su puesto actual en la Cámara, Pelosi debió enfrentar un conato de rebeldía en sus propias filas, protagonizado por un puñado de representantes que se oponía a su segundo mandato como presidenta.
Entre ellos, los Representantes de Nueva York Kathleen Rice y Anthony Brindisi, quienes fueron excluidos del Comité Judiciario y del de Servicios Militares durante la selección del pasado martes gracias, precisamente, a la presión de Pelosi dentro de la mayoría, según reportó Politico.
A todas miras, el agarre de la presidenta de la Cámara es cada vez más fuerte – tanto dentro de sus filas como frente a la bancada Republicana – y su voz resuena alto en los pasillos del Congreso, desde donde incluso exigió al presidente Trump “que reprograme su próximo discurso sobre el Estado de la Unión o que se lo entregue por escrito al Congreso”, según lee una carta enviada por Pelosi al presidente el día miércoles.
Como presidenta de la Cámara, Pelosi recordó a Trump el riesgo de seguridad que implica la reunión conjunta del Congreso y el mandatario en medio de un cierre gubernamental.
“Puede hacerlo desde la Oficina Oval, si quiere”, dijo la representante a los medios, dejando en claro que, mientras los Demócratas estén a cargo, el presidente tendrá límites.
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