3 Cosas que aprendimos de los impuestos de Donald Trump
La investigación del New York Times sobre la declaración de impuestos de Donald Trump entre 1985 y 1994 echa luz sobre la verdadera naturaleza del hombre que…
Si creciste durante los años noventa, podrás recordar la imagen del magnate de Manhattan Donald Trump, quien se hizo famoso por su supuesto olfato para los negocios, sobrellevando más de una vez el riesgo de caer en bancarrota.
Para la generación de adultos en la época, era una nueva figura post-Nixon de Rockefeller, y su manejo de la publicidad le transformó en el modelo a seguir para quienes creían ciegamente en el Sueño Americano.
Adelantando algunos años, Trump es – sorprendentemente – el presidente de Estados Unidos, y hace falta tan sólo googlear su nombre para enterarse de todo lo que está mal en esa aseveración.
Desde el inicio de su inauguración Trump se convirtió en el segundo presidente estadounidense en negarse a hacer pública su declaración de impuestos, dándole trabajo a periodistas de investigación y, ahora, obligando al Congreso a bajarse a su nivel en una batalla legal por la información.
Si Donald J. Trump realmente es un genio de los negocios, como vendía en su famoso libro “The Art of The Deal”, observar de cerca sus impuestos sería una clase magistral para cualquier emprendedor inmobiliario.
Por el contrario, los documentos se han transformado en el secreto mejor guardado por el Departamento de Comercio, y en el titular de un nuevo y amplio reportaje del New York Times.
Russ Buettner y Susanne Craig obtuvieron la información necesaria para recrear la declaración de impuestos de Donald Trump entre los años 1985 y 1994, llegando a conclusiones que desmontan el mito del gran magnate.
El análisis de las cifras demostró que, para mediados de los años ochenta, y tras invertir dinero heredado de los negocios inmobiliarios de su padre, Trump reportó pérdidas de 46.1 millones de dólares en casinos, hoteles y locales comerciales.
A partir de entonces, no hubo un año en el que no reportara pérdidas y, según los periodistas, “parece haber perdido más dinero que casi cualquier otro contribuyente estadounidense”.
Sin embargo, las pérdidas no eran contabilizadas como tal.
A pesar de que el Times estipula que sus pérdidas comerciales entre 1990 y 1991 “fueron más del doble que las de los contribuyentes más cercanos en los registros del I.R.S. de esos años”, Trump habría perdido la suficiente cantidad de dinero como para “evitar pagar impuestos sobre la renta durante ocho de esos 10 años”.
La investigación dibuja una línea comparativa entre las finanzas del Donald Trump y su padre, Fred C. Trump, quien amasó gran fortuna gracias a sus negocios en la construcción.
Para el 2018, el ahora presidente Trump habría recibido “al menos 413 millones de dólares de su padre” quien, en comparación, mantuvo un “imperio estable y rentable gracias al alquiler de apartamentos en Brooklyn y Queens”.
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Esta información está siendo investigada actualmente por el Fiscal General de Nueva York quien ha puesto la lupa sobre gran parte de los proyectos de la Organización Trump, y cuyos indicios indican que “gran parte del dinero que Trump había recibido de su padre provino de su participación en dudosos planes fiscales, incluidos casos de fraude absoluto”.
La estrategia favorita de Donald Trump durante su carrera como empresario fue la de utilizar la publicidad a su favor a la hora de blindar su nombre en asuntos financieros.
Una buena imagen era mucho más poderosa en aquella época que los registros bancarios.
De la misma manera, su campaña se basó en el supuesto “éxito” del empresario a la hora de convencer a los votantes que sería un “maestro” al tomar las riendas del país.
Sin embargo, el nuevo descubrimiento de los periodistas demuestra no sólo que el presidente pareciera ser un fiasco en los negocios sino que su verdadero arte es el de sortear los procedimientos legales y recurrir a los caminos verdes a la hora de engordar su billetera.
Lo que le habría permitido a Donald Trump sobrevivir económicamente tantos años fue el simple hecho de no ser dueño del dinero que perdía. Según las cifras de sus impuestos, el dinero provenía de bancos e inversionistas y, cuando ese dinero se acababa, siempre podía regresar a su padre.
Mientras tanto, su frecuente declaración de pérdidas económicas – que sumaron hasta 1.17 mil millones de dólares en un lapso de 10 años – le permitió sencillamente nunca pagar impuestos sobre la renta.
Si quedaban dudas sobre la razón detrás de su “gran reforma fiscal” y de su reticencia a hacer públicas sus declaraciones de impuestos, este reportaje las despeja todas.
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