Odio : El resurgimiento del extremismo en Estados Unidos
Tras el asesinato de Heather Heyer durante el choque entre grupos supremacistas blancos y organizaciones defensoras de los derechos civiles en Charlottesville,…
Un análisis llevado a cabo por el Southern Poverty Law Center ha registrado la actividad reciente por parte de grupos extremistas e intolerantes en todo el territorio estadounidense, dando como resultado un mapa de pronóstico reservado, que ejemplifica este (quizás-no-tan) nuevo fenómeno.
Definir el odio en la segunda década del siglo XXI pareciera no tener sentido, pero el devenir de los hechos en el territorio estadounidense urge a subrayar definiciones como las de la académica colombiana María Mercedes Gómez que lo expone como “una conducta violenta motivada por un prejuicio”, concepto con el que coincide el mismo FBI en su portal cuando indica que un crimen de odio viene dado precisamente por posiciones ideológicas radicales.
En Estados Unidos, los hate crimes se transformaron en objeto de investigaciones político-sociales académicas desde la década de los 80, especialmente con el ocaso de la Guerra Fría y el surgimiento de grupos defensores de los derechos civiles, la igualdad de género y el respeto a la comunidad homosexual.
La globalización, el desarrollo tecnológico y las migraciones contemporáneas, suponían una anulación de las fronteras ideológicas y una heterogeneidad en la población que harían de los prejuicios un asunto caduco y prehistórico. Pero la historia está condenada a repetirse.
Después de haber presenciado la elección del primer presidente afroamericano, era de suponerse que la lucha por los derechos civiles había ganado suficiente terreno y que el hermoso tapiz cultural que hace de Estados Unidos la punta de lanza cultural a nivel internacional, era ya un asunto integrado en el inconsciente colectivo.
Pero el discurso de lanzamiento de la campaña presidencial de Donald Trump abrió una herida mal curada, que empezó a sangrar sin parar. “Cuando México envía a su gente, no envían a los mejores. Ellos envían a personas con muchos problemas, y nos traen esos problemas a nosotros. Traen drogas. Traen crimen. Son violadores, y algunos, asumo, serán buenas personas”, dijo quien se convertiría en el nuevo presidente del país más poderoso del mundo.
Un análisis del territorio nacional por parte del SPLC, demostró la presencia de 917 grupos de odio a nivel nacional, siendo California (79), Florida (63), Texas (55), Nueva York (47), Virginia (42) y Pensilvania (40) los estados con más grupos de odio.
El Ku Klux Klan, los Neonazi, los Nacionalistas Blancos, los Skinheads racistas y los Neo-Confederados, suman casi la mitad de todos los grupos de odio (450), representando una inclinación importante en la tendencia hacia el racismo radical, aún cuando el aumento no ha sido generalizado, pues los grupos identificados con el KKK han reducido de 190 a 130 en el período de un año y los Neo-Confederados han aumentado de 35 a 43.
Pero, ¿Qué identifica a un grupo nacionalista o radical? El mejor conocido de ellos –y cuyo emblema de las capuchas blancas y las antorchas ha resurgido en eventos como el de Charlottesville– es el Ku Klux Klan, formado en 1865 por antiguos líderes sureños de la Guerra de Secesión, quienes impugnaban el derecho a la esclavitud y la segregación racial.
Si bien el KKK surgió como un grupo unitario, actualmente existen múltiples grupos que se han derivado de sus preceptos y que funcionan de manera autónoma como el United Klans of America o los Traditionalist American Knights.
De igual forma, los Neonazis son colectivos que han retomado la simbología de la esvástica intentando reivindicar los ideales de Adolfo Hitler como el anti-semitismo y la pureza de la sangre, un asunto bastante incongruente cuando se habla del continente americano y su profunda hibridación. Estos grupos suelen coincidir en el negacionismo del Holocausto y culpan a la comunidad judía de gran parte de los problemas económicos y sociales del mundo.
Estos grupos suelen catalogarse en un colectivo más grande denominado Supremacistas Blancos, pues comparten los ideales del racismo, el anti-semitismo y la intolerancia religiosa contra católicos y musulmanes. Es por ello que frecuentemente se suele generalizar bajo esta categorización para denominar a cualquier grupo que incite al odio racial o a la discriminación por credo.
Asimismo, los grupos negros separatistas plantean una suerte de “racismo a la inversa”, oponiéndose a los matrimonios interraciales, rechazando a los blancos así como a los judíos. Un número importante de estos grupos, sin embargo, se ha radicalizado desde los preceptos del Islam, en el catolicismo o incluso en la creencia judía, haciéndoles más difícil de determinar.
Gran parte de estos grupos sostienen también una postura anti-LGBT, defendiendo la violencia contra la comunidad homosexual y rechazando el matrimonio igualitario.
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Desde el 2001, otro fenómeno ha tomado fuerza dentro de la sociedad estadounidense y se trata de grupos anti-musulmanes, quienes no consideran el Islam como una religión oficial y catalogan a todos los musulmanes de “terroristas” y agentes peligrosos para la nación.
En California, por ejemplo, 10 de los 79 grupos de odio actualmente activos son anti-musulmanes, 8 son Skinheads racistas, 7 son neonazis y 7 más son nacionalistas blancos, contando también con 10 grupos separatistas negros.
En Pensilvania, 6 de los grupos registrados por el SPLC se identifican como Skinheads (incluyendo el Keystone United, el Blood and Honour Social Club y la Supreme White Alliance), 7 se identifican como parte del KKK, 4 como Neonazis y 8 son separatistas negros. Asimismo se cuentan más de 6 grupos nacionalistas blancos e incluso existe un grupo denominado Poker Face, que promueve la música de odio, y agrupaciones con líricas agresivas e intolerantes.
En ambos casos, la fuerza de los grupos se divide entre el nacionalismo blanco y el separatismo negro, dos fuerzas coaccionarias que ejemplifican las consecuencias de la lucha por los Derechos Civiles y la vigencia del debate racial en Estados Unidos.
El territorio mundial actual ya no representa un espacio delimitado por fronteras, aún cuando muchos de los países insistan en mantenerlas. La era digital y la difusión masiva de información han interconectado de tal manera a las sociedades que ya no hay árbol que caiga sin ser oído.
Lo mismo sucede con las poblaciones. El aumento de la población inmigrante en el país ha desplazado a la otrora sobrepoblación blanca no-hispana, que representaba el 90% durante la era colonial y que actualmente representa el 50%, por un conglomerado heterogéneo de colores, razas, credos y orígenes.
Negros, hispanos, orientales y árabes, se han fundido en un bloque de inmigrantes nacidos en el exterior que representan el 13.7% (según los datos del SPLC), y que hoy forman una fuerza laboral y ciudadana nada despreciable.
La comunidad de hombres blancos –y con escasa formación académica– se ha visto desplazada por los intereses de la sociedad y han visto en el actual presidente a un héroe que reivindica la nación “perdida” en manos de los inmigrantes.
Es por ello que el resurgir del odio es el síntoma irreparable de la división y de la corriente contraria a lo que buscaban tantas personas al cruzar las fronteras tras el “Sueño Americano”.
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