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American urban planner Robert Moses (1888-1981), president of the World's Fair stands in front of the Unisphere monument at the World's Fair site in Flushing, Queens, New York City, 1964. Photo: Archive Photos / Getty Images
El urbanista estadounidense Robert Moses (1888-1981), presidente de la Feria Mundial, se ecnuentra frente al monumento de la Unisfera en el recinto ferial de Flushing, Queens, New York, 1964. Foto: Archive Photos / Getty Images

El costo humano del cambio

¿Cómo podemos describir lo que sucede cuando una comunidad se ve afectada por el rápido desarrollo?

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Hemos llegado a reducir la idea de cambio dentro de un vecindario a una inevitable relación causal entre la gentrificación, representada por fuerzas externas, que llega a una comunidad de bajos ingresos para cambiarle desde adentro.

Los desarrolladores y los residentes de altos ingresos que se mudan a la comunidad son los actores de ese cambio; los residentes de larga data son el objeto.

Pero algunos vecindarios pueden demostrar cómo han logrado el cambio desde dentro, mucho antes de que las fuerzas de los desarrolladores hicieran acto de presencia y las casas fueran derribadas o destruidas.

Norris Square es uno de esos barrios.

Si usted escucha las historias de quienes han residido allí durante mucho tiempo en la página 12 de nuestra historia de portada esta semana, podrá darse cuenta de cómo el vecindario pasó de ser el epicentro de la epidemia de crack, hogar de lo que una vez fue llamado "parque de agujas", a una comunidad de residentes que revitalizaron muchas de las áreas del espacio público y se unieron para embellecer los lotes baldíos y arreglar otros aspectos de su entorno.

Ahora, sin embargo, tanto sus cambios como sus creaciones y los bloques de construcción de la comunidad están siendo literalmente eliminados por los desarrolladores.

Las historias de casas inundadas con sótanos y paredes agrietadas, hogares destrozados por la construcción en curso en el vecindario, no son experiencias poco comunes para los antiguos residentes de vecindarios que experimentan lo que a menudo se conoce como "gentrificación": un término que de alguna manera ofusca los impactos físicos y brutales del cambio que el concepto representa.

La realidad del rápido desarrollo trae a la mente una cita del hombre que formó el paisaje de la ciudad de Nueva York y que también desplazó a miles, si no millones, de personas a lo largo de sus diseños de desarrollo y construcción:

"...Cuando se opera en una metrópolis sobredimensionada, hay que abrirse camino con un hacha de carne", dijo Robert Moses en la biografía escrita por el periodista Robert Caro sobre el gigante de la planificación urbana, "The Power Broker".

Moses no era un defensor de la preservación de las comunidades, especialmente cuando se interponían en su camino, pero el lenguaje que utiliza al menos se acerca más a la representación de los medios de la gentrificación, o a lo que se ve realmente en el terreno de ese rápido desarrollo: una fuerza que tiene en su mente "cortar[su] camino con un hacha de carne".

La palabra “gentrificación” todavía tiene algún rastro de una connotación positiva: una correlación indirecta con los "coffeeshops" y los "wine bars", como describen algunos medios de comunicación, a medida que los residentes y negocios más acomodados se trasladan a barrios tradicionalmente pobres (casi siempre correlacionados con los cambios demográficos, en los que los residentes blancos se trasladan a un barrio cuyos residentes han sido históricamente negros, latinos, o de otras comunidades de color).

Pero lo que se denomina gentrificación o cambio en un barrio de la ciudad también puede, a veces, asemejarse más a la frase de Robert Moses: una especie de destrucción y desgarramiento que afecta a la gente, las comunidades, el medio ambiente y la estabilidad del barrio en su conjunto.