Si echamos ojo a las tendencias en redes sociales, los temas políticos en Estados Unidos suelen referirse a lo que el presidente dijo o dejó de decir, a quién atacó en Twitter o a qué hora decide levantarse cada mañana.

Las redes están saturadas de historias sobre el canal favorito de Trump,  sus extraños hábitos alimenticios o incluso sobre su estabilidad mental. Todos estamos distraídos con la parafernalia de un presidente dedicado a entretener, mientras detrás del telón se toman decisiones que afectarán gravemente a todos los estratos sociales.

Durante los últimos días del año 2017, el gobierno de Trump se ha encargado de apretar las tuercas para tirar adelante su proyecto migratorio, incluyendo la implementación de nuevas reglas para el censo 2020 (que incluyen el requisito de presentar un documento de identidad y demostrar el estatus legal del votante), la colaboración del ICE con compañías privadas para perseguir a inmigrantes (uno de los Motel 6 en Washington DC ha colaborado con el ICE para entregar huéspedes cuyos nombres “sonaban latino” llegando a compartir hasta 9.000 nombres con la agencia de inmigración) y ha cumplido su palabra al poner fin al Estatus Temporal de Protección (TPS, por sus siglas en inglés) a los ciudadanos salvadoreños, sumando así tres países centroamericanos cuyos ciudadanos quedarán desprotegidos en el país.

De la misma manera, Trump ha puesto un precio a la solución para los Dreamers : 18.000 millones de dólares, que servirán para la construcción de su muro.

Y el asunto va más allá.

Mientras todos siguen el escándalo de las declaraciones de Bannon y el desarrollo del supuesto Russiagate (quizás con una esperanza etérea de que toda esta pesadilla pueda terminar antes del 2020), Trump ha dado luz verde a las explotaciones petroleras en todas las aguas estadounidenses, a pesar de las advertencias del Pentágono y de las comunidades de la costa que se verían directamente afectadas.

Al presidente no le importa si la Marina conduce ejercicios militares en las costas o si el sustento de grandes ciudades costeras depende de la pesca y el turismo, lo importante es explotar la economía; y para ello, prefiere vernos a todos concentrados con otro asunto, antes de que las protestas y las comunidades empiecen su 2018 como empezaron el 2017: manifestándose en la calle.

De la misma manera, pocos (o casi nadie) se ha enterado de que los desastres naturales durante el 2017 han causado gastos al país de hasta 300 mil millones, de que los huracanes Harvey, Irma y María fueron tan sólo advertencias del cambio climático y que, bajo el gobierno de un presidente negacionista, el país ha sufrido más por inundaciones e incendios que por cualquier otro factor durante los últimos meses. Sin embargo, es más importante si Mueller interrogará al presidente que realmente hacerle responsable por el daño que ha sufrido el país.

Entre sus caóticas decisiones en casa y en política exterior, la diferencia no es muy grande.

Hace tan sólo días un informe desveló que el gobierno de Trump ha congelado fondos de hasta 125 millones de dólares destinados a la agencia de las Naciones Unidas que vela por los derechos de los palestinos.

Al mismo tiempo, el New York Times publicó que el imperio de su yerno recibió hasta 30 millones de dólares en nuevas inversiones de firma israelí: si esto no plantea la sospecha de abuso de poder, no sé exactamente qué más podrá hacerlo.

Pero, mientras pasan los días, el circo Trump sigue congelando las miradas bajo la carpa, asegurándose de que no nos demos cuenta de lo que realmente sucede.

La pregunta ahora es, si decidimos verlo y hacernos conscientes de ello, ¿estaremos realmente listos para poner manos a la obra?