Si algo ha quedado claro durante las últimas semanas es que el caos creado por la Administración Trump a la hora de abordar la inmigración no tendrá días libres.

Después de que se reportara la muerte de la inmigrante guatemalteca de 7 años Jakelin Caal Maquin en manos de la Patrulla Fronteriza, un nuevo fallecimiento pone en cuestionamiento la capacidad de las agencias gubernamentales para preservar las mínimas condiciones de humanidad, aún durante las fechas navideñas.

Según reportaron los medios nacionales, un niño de 8 años, también oriundo de Guatemala, “murió bajo custodia de Los Estados Unidos a tempranas horas del día de Navidad”.

Después de ser detenido junto a su padre por la Patrulla Fronteriza, el niño fue trasladado a un hospital de Alamogordo (Nuevo México) después de que el agente “viera lo que parecían ser signos de enfermedad”, según explicó la Agencia de Inmigración y Aduanas en un comunicado.

Si bien los síntomas iniciales parecían indicar un resfriado común, las condiciones del niño agravaron con fiebre y debió quedarse en observación por algunas horas, siendo dado de alta finalmente el lunes por la tarde con indicaciones de tratamiento antibiótico.

Durante la noche los síntomas empeoraron y debió ser trasladado de vuelta al hospital donde murió.

Con la información disponible pocos se atreven a adjudicar la muerte de estos inmigrantes de manera absoluta a la gestión de la agencia gubernamental, pero varias circunstancias simultáneas parecen indicar que existe una condición generalizada de negligencia a la hora de atender a inmigrantes.

Según reportó CNN, durante el día martes agentes de Inmigración y Aduanas dejaron abandonados a más de 200 inmigrantes indocumentados frente al terminal de autobuses de Greyhound en El Paso (Texas) “sin un plan aparente para alojarlos”.

Funcionarios locales aseguraron que la situación fue reportada después de que los inmigrantes – sin dinero ni documentos – intentaran abordar autobuses sin tickets.

El vocero del Departamento de Policía de El Paso, Robert Gómez, dijo al medio que “el área de espera del terminal de autobuses es pequeña” y que “muchas personas quedaron afuera en el frío”. De entre los 211 inmigrantes indocumentados muchos eran familias y niños pequeños.

Mientras el presidente hace una crisis de ira en la Casa Blanca, suspende el gobierno y pretende pasar por encima del Congreso con tal de obtener su muro fronterizo, el flujo de inmigrantes indocumentados a través de la frontera aumenta, y la presión de cientos de miles hacinados en Tijuana no parece ceder.

Ahora, con la muerte de estos menores de edad – que se suman a muchas otras que han pasado desapercibidas para los medios – se ha evidenciado el caos administrativo dentro de uno de los gobiernos más abiertamente anti-inmigrantes de los últimos años.

Mientras tanto, la Secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, ha defendido al gobierno y ha puesto la culpa sobre “un sistema que evita que los padres que traen a sus hijos en un viaje peligroso e ilegal enfrenten las consecuencias de sus acciones”.