
¿Tres veces Donald Trump?
¿Por qué pone el Presidente sobre la mesa la posibilidad de un tercer mandato si es de hecho imposible? ¿Otro globo para distraer la atención?
Donald Trump volvió a hacer lo que mejor sabe: generar titulares, desatar polémicas y poner a prueba los límites de la institucionalidad estadounidense. En una serie de declaraciones recientes, el presidente número 45 y ahora también 47 de Estados Unidos insinuó, con una mezcla de ambigüedad y provocación, que podría aspirar a un tercer mandato presidencial. “No estoy bromeando”, afirmó a NBC News. “Hay métodos con los cuales podría hacerse”.
Las palabras de Trump reactivaron una pregunta inquietante: ¿Está preparando el terreno para convertirse en un “presidente eterno”? ¿O es, como tantas veces en el pasado, una estrategia mediática más para mantener a sus críticos y seguidores en vilo? La democracia estadounidense está en juego.
La posibilidad de un tercer mandato presidencial no es un terreno nuevo en la historia estadounidense, pero sí está legalmente resuelto desde hace más de siete décadas. La Enmienda 22 de la Constitución de Estados Unidos, ratificada en 1951 tras la presidencia de Franklin D. Roosevelt, establece que: “Ninguna persona será elegida para el cargo de Presidente más de dos veces...”.
Trump, quien ya gobernó entre 2017 y 2021, y fue reelegido en 2024 tras perder en 2020, alcanzará el límite de dos mandatos al concluir su actual periodo en enero de 2029. Cualquier intento por postularse nuevamente requeriría una enmienda constitucional, proceso que no solo es complejo, sino casi inviable en el escenario político actual.
Escenarios (casi) imposibles
En su conversación con periodistas, Trump insinuó que existen “otros métodos” para extender su estancia en el poder. Uno de los escenarios planteados —aunque sin confirmarlo del todo— es que su actual vicepresidente, JD Vance, podría postularse a la presidencia en 2028 y, una vez electo, renunciar para ceder el cargo a Trump.
Sin embargo, la 12ª Enmienda lo impide expresamente: nadie que sea inconstitucionalmente inelegible para ser presidente puede ejercer como vicepresidente. En otras palabras, si Trump no puede ser presidente por un tercer periodo, tampoco puede ser vicepresidente. El camino está cerrado por todas las vías.
Otra posibilidad sería una enmienda impulsada desde el Congreso o una convención constitucional convocada por los estados. Pero ambas rutas requieren dos tercios del Congreso y ratificación por tres cuartos de los estados, algo totalmente improbable dada la polarización actual y el control demócrata de varios gobiernos estatales.
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¿Una estrategia política?
Entonces, ¿por qué lo dice? Para analistas y expertos en retórica política, este tipo de declaraciones responden menos a una intención real de cambiar la Constitución y más a una estrategia de consolidación de poder.
Se puede decir que Trump está enviando un mensaje de que él es insustituible, el único capaz de ‘salvar’ a Estados Unidos. Es una narrativa que refuerza su liderazgo entre los más leales y mantiene viva la idea de que las reglas deben doblarse cuando él está al mando. Trump ha utilizado exitosamente este tipo de estrategias antes. Cuando en 2020 perdió las elecciones ante Joe Biden, insistió en que el proceso fue fraudulento, lo que desembocó en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Desde entonces, ha mantenido una narrativa de “presidente legítimo” que, para su base, justifica incluso los ataques a la institucionalidad. Pero su manera de entender la legitimidad de su mandato es pasándose por encima todas las instituciones.
Las recientes declaraciones también pueden entenderse como una manera de movilizar anticipadamente a sus seguidores. Al insinuar que “la gente quiere que siga”, Trump reaviva el entusiasmo de una base electoral que ha demostrado ser leal incluso frente a investigaciones penales, juicios políticos y escándalos institucionales.
¿Y si lo intenta?
Aunque las barreras legales parecen insuperables, no se puede descartar que Trump lo intente. Su presidencia ya ha estado marcada por el uso agresivo de decretos, el desmantelamiento parcial del aparato federal con el apoyo de Elon Musk, y una visión del poder presidencial que muchos califican como “imperial”.
Estados Unidos nunca ha tenido un presidente que haya ejercido tres mandatos desde la reforma constitucional de 1951. Que Trump siquiera lo sugiera plantea un reto simbólico y político: ¿seguirá siendo respetada la Constitución si una parte del país comienza a exigir excepciones para un líder carismático? ¿Qué tan fuerte es la democracia cuando el líder más popular entre los republicanos dice, sin rodeos, que “no bromea” con la posibilidad de aferrarse al poder?
En un país fundado sobre la idea de la alternancia y los pesos y contrapesos, estas preguntas ya son en sí mismas una señal de alarma.
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