Un barbero de Filadelfia da una nueva esperanza a los desamparados
Joshua Santiago crea conciencia sobre las personas sin techo con una iniciativa con la que proyecta viajar por todo el país con una barbería rodante.
La fila se forma lentamente al principio, dos o tres personas, mientras otros pasan y preguntan qué pasa. Un hombre cargado con una hojilla, un recortador y otras herramientas de barbería que están enchufadas en la parte trasera de su carro está cortando el pelo a otro, sentado en una silla delante de él. La escena ocurre en las tiendas de campaña que sirven de hogar a mucha gente bajo el puente de Lehigh Avenue y Emerald Street en East Kensington, uno de los barrios más afectados por la crisis de opioides en una ciudad en que 26 por ciento de la población vive en pobreza.
Llega otro grupo de gente en una van cargada con sandías, agua y comida, y saludan a algunos rostros familiares en las carpas. Pronto se escuchan gritos: robaron todas las pertenencias de un hombre que vive debajo del puente. Algunos de quienes hacen fila para cortarse el pelo, que han vivido en las calles, observan la desesperación y rabia de este hombre con cierto reconocimiento de sí mismos. Hacen un recuento en voz baja de todas las veces que a ellos les robaron lo poco que tenían, esas posesiones mínimas que llevaban consigo cuando dormían en los bancos de los parques o en los trenes.
La maquinilla eléctrica de Josh Santiago continúa su zumbido. Trabaja en silencio, con cuidado, con arte. Sigue alguna conversación, pero siempre con la cabeza inclinada hacia el objeto de su trabajo, concentrado. El hombre que está en la silla está quieto, con los ojos cerrados, los músculos de la cara sueltos, suaves. Un momento de reposo, de rendición; un descanso breve en el que puede confiar algo de su bienestar a otras manos.
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Cuando se aproxima a la gente en la calle, Santiago siempre se presenta a sí mismo, les cuenta lo que hace. Para luego preguntarles: “¿Sería posible bendecirte hoy con un corte de pelo?”
Muchos, como Robert Pullins, aceptan la oferta. Pullins esperó media hora ese día en la fila, bajo el sol tórrido. Hace un tiempo que vive en la calle. Tenía planeado comenzar a trabajar la semana siguiente como conductor de un camión, lo cual le ayudaría a estabilizar su situación económica y vital.
“Me siento rejuvenecido. Me siento fresco...me siento atractivo”, dijo Pullins con una carcajada que salió desde la silla. “Ahora me siento apuesto. Y siento un impulso en el espíritu”.
Como barbero y narrador, Santiago tiene la intención de, mientras regala cortes de pelo, ser, a su vez, testigo de las batallas que libran los “sin techo” en toda Filadelfia y más allá. Conoce de arriba abajo muchas de sus historias, no sólo porque está dedicado a “bendecirlos” con cortes de pelo, un servicio que ha estado ofreciendo por casi un año, y porque documenta sus historias en Instagram a través de la iniciativa Empowering Cuts. Su impulso viene también del hecho de que conoce demasiado los los ciclos de adicción, pobreza y encarcelación que hilan las vidas de quienes se sientan en su silla de barbería.
Como algunos de los que ese día estaban reunidos bajo el puente de Kensington, Santiago nació en Filadelfia con padres que lucharon con la adicción a las drogas. Cuando de niño se criaba en Hunting Park, tenía a su hermano mayor como su roca y su soporte, pero cuando que se hizo mayor, Santiago comenzó a seguir al que consideraba su héroe en el camino del tráfico con drogas, y también lo acusaron de delitos menores. Entró en un ciclo vicioso continuo.
“Especialmente en un vecindario de este tipo, es difícil hacer las cosas diferentes cuando todo el mundo está haciendo lo mismo”, dijo Santiago. “Es difícil”, repitió.
Santiago, sin embargo, lo logró. Siguió un camino distinto al que sus propias circunstancias le habían ofrecido. Usó las luchas de quienes le precedieron para labrarse a sí mismo. Hace unos años, después de cumplir una condena de 14 meses por un crimen relacionado con las drogas, tomó la decisión de avanzar hacia una vida diferente y cumplir su sueño infantil: ser un barbero.
Viajaba un promedio de cinco horas diarias, ida y vuelta, desde su casa al norte de Filadelfia hasta la American Beauty Academy en Wilmington, DE, para tomar clases y hacer trabajo voluntario. Estando allí tuvo su primera experiencia cortando el pelo a alguien dentro de un refugio para “sin techos”; el profesor había llevado a los estudiantes allí para que, con cortes de pelo gratuitos, pusieran en práctica lo que habían aprendido. Fue una nueva experiencia, dijo Santiago.
“Poder bendecir a alguien con un corte de pelo era un sentimiento diferente a recibir dinero por ello”, dijo.
Después de graduarse, Santiago se aferró a ese sentimiento, y comenzó Empowering Cuts en 2017. Todavía usa su propio dinero para comprar los instrumentos de barbería y los equipos de la cámara, pagar la gasolina y más. Para mantenerse, a él y a los tres hijos que está criando solo, trabaja como conductor de Uber, y como barbero para su clientela personal. Está también recogiendo dinero a través de una iniciativa de GoFundMe. El objetivo es llegar a los $50,000 para comprar una casa rodante y convertirla en una barbería móvil que usaría para cortar el pelo de los desamparados de Filadelfia y de toda la zona triestatal.
Santiago también ha trabajado, junto con otro barbero y dos miembros de la comunidad, para organizar una iniciativa llamada Phily Neighborly Love, con el fin de dar cortes de pelo gratuitos y comida a quienes viven en las calles de Filadelfia y otras ciudades de la región del Atlántico Medio.
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Para Santiago, las entrevistas e historias que publica a través de Empowering Cuts funcionan como otra manera de elevar la conciencia sobre lo que él hace y sobre los desamparados, como un todo. En las redes sociales le dan mucho apoyo. Con frecuencia invita a los pasajeros de Uber a que revisen su cuenta de Instagram, aunque no vivan en Filadelfia.
Sin embargo, a pesar de todo ese apoyo y de las reacciones positivas, Santiago se siente todavía frustrado y desalentado por la falta de respuesta y el peso sobrecogedor del tema de la indigencia y la adicción.
“A veces pienso, ¿de verdad la gente se está fijando en esto?”, comenta Santiago. “¿De verdad está la gente viendo los videos que publico sobre lo grave que esto es?”.
Santiago recuerda cómo alguien a quien entrevistó recientemente le contó que “su mamá jugó un rol importante en su adicción”, porque ella misma lo expuso a las drogas.
“Esto es la vida real”, dijo.
Santiago nunca usa guantes cuando corta el pelo, aunque sabe que otras personas lo recomendarían como una medida sanitaria necesaria. Pero eso va en contra de lo que Santiago ve como su misión, que no es simplemente cortar y afeitar para mejorar el aspecto de alguien, sino también honrar a cada persona que se siente delante de él, con respeto y dignidad --algo de lo que la pobreza y el desamparo despoja con frecuencia--.
“Al final, si soy un vagabundo y me siento así conmigo mismo, lo único que necesito es que alguien me toque la cabeza, y entonces vienen y se ponen los guantes”, comentó Santiago.
Y es cierto, agregó, que una de las necesidades de quienes están en la indigencia, uno de los aspectos más insoportables de su situación, es el aislamiento físico y emocional que causa, lo cual dificulta más y más a muchos individuos recuperarse de los temas que los condujeron al desamparo inicialmente.
El trabajo de Santiago también combate el aislamiento, dijo. Contó que no es poco común que alguien llore de la emoción después de un corte de pelo, y que suele tener conversaciones profundas con quienes se sientan con él.
“Todas las veces que vengo a cortar el pelo en esta sección de Kensington nos llamamos hermano, primo, y fíjate que no somos parientes, pero son como mi familia”, dijo Santiago.
“Poder salir y relacionarme e involucrarme con estas personas que son como mi familia, significa todo para mí”.
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