
"El Papa Francisco siempre ocupará un lugar especial en el corazón de la región de Filadelfia": Arzobispo Pérez
Así se despidió el arzobispo de Filadelfia del Papa Francisco, que le nombró para esta responsabilidad.
Mientras las campanas de la Catedral Basílica de los Santos Pedro y Pablo repicaban solemnemente en el centro de Filadelfia, un sentimiento de luto colectivo se apoderó de los fieles. La muerte del Papa Francisco no sólo marcó el final de un papado, sino también el fallecimiento de un pastor que tocó vidas desde los barrios pobres de Buenos Aires hasta las calles de la Ciudad del Amor Fraterno.
Para el arzobispo Nelson J. Pérez, la noticia fue personal. "Junto con el pueblo de la Iglesia de Filadelfia y toda la Iglesia Universal, me entristeció profundamente enterarme hoy de la muerte del Papa Francisco", dijo en una sentida declaración el 21 de abril. Pero incluso en medio del dolor, las palabras de Pérez reflejaban una profunda gratitud por la vida y el ministerio de un hombre cuyo liderazgo espiritual definió una época.
El Papa Francisco, que dirigió la Iglesia católica durante más de una década y ejerció como sacerdote durante 56 años, deja tras de sí un legado arraigado en la misericordia, la humildad y el coraje profético. "Sirvió incansablemente a la Iglesia... con gran fidelidad y celo", señaló Pérez. Desde las aulas universitarias a los sínodos vaticanos, desde los balcones papales a las visitas pastorales entre los pobres, Francisco nunca dejó de caminar con su rebaño".
Una visita que aún resuena en Filadelfia
Tal vez en ningún lugar de Estados Unidos se sintió el estilo pastoral del Papa tan vívidamente como en Filadelfia. En 2015, visitó la ciudad con motivo del Encuentro Mundial de las Familias, electrizando la región con su sencillez y calidez. Su presencia atrajo a casi un millón de personas al Benjamin Franklin Parkway, pero fueron los momentos íntimos -su abrazo a los niños, sus palabras a los presos, su oración en silencio en el Independence Mall- los que dejaron una huella perdurable.
"El Papa Francisco siempre ocupará un lugar especial en el corazón de la región de Filadelfia", afirmó Mons. Pérez. "Ese momento en el tiempo sigue siendo un regalo precioso que no será olvidado".
Un pastor ante todo
Aunque jefe de Estado y figura mundial, Francisco siempre se ha visto a sí mismo como un pastor. Sus llamamientos a la paz, su insistencia en la justicia para los pobres y su desafío a la Iglesia para que se convierta en un hospital de campaña y no en una fortaleza le convirtieron en una de las voces morales más reconocibles de nuestro tiempo.
"Animó a todos a ser instrumentos del amor compasivo de Cristo", dijo Pérez, "tendiendo una mano amable y misericordiosa a los marginados y a los más necesitados".
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Desde encíclicas ecológicas a encendidos discursos contra la exclusión económica, desde la reforma de la Curia Romana al empoderamiento de las voces laicas en la toma de decisiones de la Iglesia, Francisco reimaginó el papado no como un trono, sino como una misión. Su defensa de la sinodalidad -una Iglesia que escucha, aprende y camina unida- dará forma al catolicismo durante generaciones.
Un Papa global, un legado local
En Filadelfia, el recuerdo de Francisco sigue entretejido en el tejido de la vida parroquial. La imagen de su visita cuelga de las iglesias. Su llamada al discipulado misionero resuena en homilías y proyectos de servicio. Y ahora, mientras se conmemora su vida, su espíritu sigue animando la fe de una ciudad que una vez le acogió como en familia.
Mons. Pérez invitó a todas las personas de buena voluntad a unirse en oración. "Que Dios le conceda el don de la vida eterna y consuele a una Iglesia en duelo", dijo.
Una Misa especial por el descanso del alma del Papa Francisco se celebró a las 12:05 p.m. en la Catedral Basílica de los Santos Pedro y Pablo y el Santuario de Santa Catalina Drexel, transmitida en vivo para los fieles de toda la Arquidiócesis y más allá.
Mientras el mundo se despide de un Papa que nunca se cansó de llegar a los márgenes, Filadelfia se une al duelo y a la gratitud. El hombre que una vez recorrió Parkway en un modesto Fiat, saludando a las multitudes con una amable sonrisa, ocupa ahora su lugar entre los santos que tanto veneraba.
Puede que su papado haya terminado, pero su testimonio perdura en las manos que sirven, en los corazones que perdonan y en las voces que siguen reclamando una Iglesia más misericordiosa.
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