Dr. Gloria Bonilla-Santiago: Una pionera en educación
De crecer en una familia de trabajadores migrantes puertorriqueños a allanar el camino hacia el éxito en el ámbito educativo, la Dra. Bonilla-Santiago nunca ha…
La Dra. Gloria Bonilla-Santiago no tiene pelos en la lengua cuando habla, no importa si es algo fácil de tratar o tremendamente controvertido. Ella sabe que es una ‘leyenda’ en Rutgers. Por ello, no duda en compartir su opinión sobre el presidente Trump, a quien considera “racista” en sus acciones hacia Puerto Rico después del huracán María, o en calificar la respuesta ante la catástrofe que devastó la isla hace más de un año como un “desastre histórico” para los EE.UU. Y no le importa recurrir a palabras malsonantes cuando la situación requiere revocar falsos pretextos y gestos vacíos, lo que ella considera que es “BS”, en su forma abreviada.
Su visión láser va más allá de las apariencias. Solo ella es capaz de ver lo que podría haber sido un gran líder ejecutivo en un conocido traficante de drogas de Camden (Nueva Jersey), con quien coincidió recientemente en un vuelo desde Puerto Rico. Precisamente es esa capacidad lo que le permitió mirar más allá cuando tan solo era una niña en una familia de inmigrantes trabajadores e imaginar una forma de vida diferente, continuando sus estudios.
Una cualidad que también está detrás del descubrimiento y el desarrollo de un potencial que le permitió imaginar el campus de seis edificios que ahora es Academia LEAP. Y lo logró mucho antes de que se aprobará la ley que permitido llevarlo a cabo, convenciendo a aquellos funcionarios universitarios reacios y otros a destinar los varios millones de dólares necesarios para poder colocar el primer ladrillo de esta institución en la oprimida Cooper Street de Camden.
Y es que si hay algo innegable es el éxito del programa de LEAP Academy en Camden y su gran impacto, tanto para los estudiantes que pasaron por sus pasillos, como para la comunidad en la que se enmarca; especialmente tras su tasa de graduación del 100 por cien desde que abrió sus puertas en 1997 –hoy cuenta con cerca de 1.560 estudiantes–. En ese momento, Bonilla-Santiago, que trabajaba como profesora asistente en Rutgers University, no solo lideró e impulsó la legislación que permitió que se establecieran escuelas autónomas en el estado de Nueva Jersey en 1997; también se enfrentó a la oposición de Rutgers cuando se decidió a abrir la escuela en Camden, solicitando el apoyo de la universidad.
Algunos dirían que fue “The Miracle on Cooper Street”, que también da título a la autobiografía de Bonilla-Santiago y describe el proceso de construcción de LEAP Academy: un logro aún más milagroso, no solo por los obstáculos que Bonilla-Santiago tuvo que superar en Camden para lograr la creación de las escuelas, sino también por los desafíos que enfrentó al principio de su propio viaje educativo.
Bonilla-Santiago aún recuerda con cariño la “hermosa granja” en un pequeño barrio llamado Molinas, en Sabana Grande (Puerto Rico) donde nació y se crió, junto a guayabas, naranjas, mangos, y en compañía de caballos, vacas, perros y pollos.
Todo ello quedó atrás cuando su familia decidió trasladarse de manera permanente al continente norteamericano, una decisión que el padre de Bonilla-Santiago tomó con la intención de mejorar sus condiciones económicas. Lo hizo como parte del programa de Boostrap del Departamento de Estado, que incentivó a los puertorriqueños, que huían de la industrialización de la isla que dejaba sin trabajo a los pequeños agricultores, trasladarse a la parte continental y trabajar en Nueva Jersey, Florida y California.
Crecer en una familia de trabajadores agrícolas migratorios no fue fácil, pero Bonilla-Santiago no olvida sus paseos a la escuela en Florida y Nueva Jersey, la rotación de cultivos, el cambio de estaciones, la “magia” de cortar espárragos solo para verlos crecer y apresurarse a recolectarlos antes de que florecieran y se volvieran incomibles. Unas experiencias que hoy en día siguen siendo parte de su propio ser.
Su vida cambió el día que conoció a Marta Benavides en ‘Cowtown’, una especie de mercado al que acudían muchos de los trabajadores inmigrantes. Esta misionera de El Salvador se hizo amiga de la familia Bonilla y comenzó a introducir a la joven Gloria en varios círculos intelectuales, políticos y activistas. Cuando Gloria ingresó en noveno grado, Marta convenció a su padres para que la dejaran quedarse en New Jersey a vivir con ella durante la escuela secundaria y poder así terminar sus estudios, en lugar de tener que mudarse con el resto de la familia a Florida –cuando las estaciones cambiaban, los trabajadores se mudaban durante un tiempo para seguir con el cultivo de la tierra–.
La madre de Bonilla-Santiago, Nuncia Bonilla, comenzó a sospechar lo que en ese momento veía como la radicalización de su hija por parte de Marta, y su ingreso en el activismo. “Leía a Marx en la escuela secundaria. ¿Te imaginas?”, cuenta Bonilla-Santiago. Por ello, cuando su hija le dijo que iba a ir a la universidad, Nuncia –quien era la responsable de la unidad familiar–, le dijo que no. En mitad de la noche, Bonilla-Santiago salió de su casa, ayudada por Marta, y se fue a la universidad. Dejaba atrás una vida y un hogar, pero esta vez por decisión propia y pensando en su futuro.
Así comenzaron los 10 años durante los que Bonilla-Santiago no habló con su madre y se quedó sin un lugar en el que establecerse, cuando ella básicamente la repudió. Sin embargo, Bonilla-Santiago canalizó su energía y se centró en la educación y los viajes que Marta le propuso. Solicitó una plaza en el Cuerpo de Paz y trabajó en El Salvador durante la guerra civil del país en el año anterior al asesinato del arzobispo Oscar Romero, a quien conoció y con quien Marta trabajó. De la misma manera, se sumergió en el aprendizaje de la justicia social y el trabajo del filósofo Paulo Freire.
"Lo que aprendí del trabajo de Paulo Freire fue que necesitaba encontrar una plataforma para crear y desarrollar mi trabajo, ¿y qué mejor lugar que una universidad? Porque no quería trabajar para el gobierno, no creo en el gobierno”, explica Bonilla-Santiago. “¿Y el sector privado? Sabía que no iba a construir una carrera allí”.
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“Quería construir bajo mi vocación”, continúa Bonilla-Santiago. “Quería tener un trabajo con el que pudiera vivir, porque tenía que hacerlo, pero a la vez trabajar la justicia social y crear cambio desde dentro, hacia fuera”.
Bonilla-Santiago se decantó por el campo de la educación, utilizándolo como un foro para escribir y expresar sus puntos de vista, pero también para trabajar, servir y ser “un agente de cambio desde dentro, como parte de un movimiento de personas que creen en lo mismo”.
Ese viaje finalmente la llevó de vuelta a sus raíces en South Jersey, donde después de completar su maestría en Rutgers, decidió elegir un lugar para comenzar a llevar a cabo su vocación, sus ideas sobre la justicia social y la educación que había estado desarrollando. Y eligió Camden, como ‘laboratorio’ para su trabajo.
Bonilla-Santiago vio en Camden a una pequeña ciudad de casi 90.000 habitantes que estaba “atravesando una gran transformación urbana”, similar a muchas otras ciudades en el país, y que luchaba contra la corrupción y la pobreza pese a tener los “bolsillos de excelencia”, gracias a instituciones como la universidad y los hospitales.
“Utilicé eso como una forma de desarrollar una agenda sobre lo que quería hacer. Estaba claro que... fue con esa intención con la que tomé la decisión”, asegura Bonilla-Santiago.
Mientras trabajaba en la universidad, Bonilla-Santiago completó su doctorado en Sociología en City University of New York, y también conoció y se casó con su esposo, el Dr. Alfredo Santiago, quien en ese momento trabajaba como decano de estudiantes en Rutgers. Tras fallecer de manera inesperada en 1996, Bonilla estableció el fondo de becas Dr. Santiago en su honor en LEAP Academy, a través del cual reconoce a los mejores estudiantes de la escuela.
Aunque Bonilla-Santiago asegura que sus propias experiencias educativas y de vida han sido importantes para dar forma a su trabajo, su motivación para contribuir a la comunidad como líder en educación nace de su deseo de terminar con la desigualdad y la injusticia que ha presenciado en todo el mundo.
“Me he apoyado en los demás y tenía la responsabilidad social de crear algo a partir de lo que se me había dado, siempre lo vi así”, confiesa.
“He estado construyendo un futuro para la próxima generación y acercando a las personas, y creando un espacio para los demás para que crezcan con ese tipo de conciencia”, sentencia.
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