Aunque existen personas con una belleza universal y apta para todos los gustos, lo cierto es que en la gran mayoría de los casos esta capacidad depende más de los ojos (o más bien de los gustos) de quien la mira que de los rasgos o la apariencia del sujeto en cuestión. La pregunta, entonces debería ser ¿qué es lo que condiciona ese gusto?

Eso es precisamente lo que trata de averiguar un estudio realizado por la psiquiatra Laura Germine, del Massachusetts General Hospital, publicado en Current Biology; y que no busca la fórmula de la belleza universal (la mayoría de estudios previos apunta a aspectos como la simetría del rostro), sino los aspectos que condicionan el gusto del individuo. ¿Podría intervenir la genética?

Para ello recurrieron a la ayuda de 547 parejas de gemelos idénticos y 214 pares de mellizos. A ellos se les mostraron 98 caras masculinas y 102 femeninas, que evaluaron en función de su atractivo. Un ejercicio que sirvió a los investigadores para elaborar un marcador que definieron como ‘individual preference score’.

Además de averiguar que los participantes coincidían en el atractivo de una cara el 48 por ciento de las veces y diferían un 52 por ciento del tiempo; los autores del estudio también comprobaron que en la mayoría de los casos (el 78 por ciento) es el ambiente y la experiencia personal de cada individuo lo que influye en su percepción del atractivo. Incluso en el caso de los gemelos, quiénes pese a que suelen compartir un gran número de experiencias, poseen una percepción diferente de la belleza.