“Vengan a conocer a Mordor aquí en Brasil, tenemos todos los orcos en el gobierno”, comentó un internauta en el Facebook del Club de fans de J. R.R. Tolkien en Bolivia después de conocerse una iniciativa hermosa pero también delirante: si la COVID les había dejado sin posibilidad de reunirse ni armar más tertulias, entonces iban a buscar por todo el país los paisajes que pudieran encajar con el mítico Legendarium de Tolkien. 

Enseguida empezaron a llegar fotos al club de todas las regiones. La verde Comarca de los Hobbits la ubicaron en los viñedos de Tarija, al sur del país, e incluso la taberna ‘El Dragón Verde’ a la que acude Frodo al término del día tenía su gemela en La Paz, en una casa de madera en la zona residencial de Sopocachi -hoy restaurante temático del mundo ‘tolkiano’. 

Si recuerdan la Cima de los Vientos, donde Frodo es apuñalado por uno de los espectros del anillo, la Muela del Diablo es tanto o más impresionante. Una enorme colina en forma de molar al sur de La Paz de la que se cuentan todo tipo de leyendas sobre batallas campales entre ángeles y demonios, duendes que habitan en las piedras, encantamientos y misteriosas desapariciones. 

Tras cada fotografía enviada por los aficionados que participaban en el concurso organizado por el club, más y más semejanzas se encontraban entre los libros y las películas y el cambiante paisaje boliviano, con sus cerros y quebradas, y la multitud de cuentos y supersticiones asociadas a esos lugares. 

Un ejercicio literario, ‘rolero’, turístico y sobre todo virtual pergeñado por estos fanáticos de Tolkien que han convertido la Tierra Media en un continente mágico y andino. 

“Siempre tuvimos la idea de mostrar esta gran riqueza y diversidad con que contamos en el país y compararla con el mundo fantástico de Tolkien”, dijo a EFE el presidente del club, Aaron Gálvez. 

Debido al éxito de la iniciativa, el club anunció en sus redes la presentación de varios vídeos con las fotografías que podrán verse en su canal de YouTube, y el primero de ellos se titula ‘De Camino por la Tierra Media’. 

Aunque J. R.R. Tolkien nació en Sudáfrica, en algunas de sus cartas dirigidas a sus editores comentó que se había inspirado en diversos lugares de Reino Unido, donde creció, para ambientar ese fabuloso continente mitológico, del que otras tantas veces dijo que era un reflejo de la Tierra en diferentes estadios.

De hecho, la Comarca, hogar de los Hobbit, recibe inspiración de Salehole, un pueblo de los alrededores de Birmingham que tiene un molino y donde la familia de Tolkien había vivido. “Era más o menos un pueblo de Warwickshire en la época del jubileo del diamante (de la reina Victoria”, dijo el escritor. (Nota para buscadores ‘tolkianos’: el molino sigue en pie, el resto se lo ha comido el asfalto). 

No toda la Tierra Media fue inspirada por sus vivencias en Birmingham, Tolkien también admitió que las Puerta Negra de Mordor y las Ciénagas de los Muertos, adonde viaja Frodo con Sam y Gollum y ven reflejados en el agua rostros de los fallecidos durante la guerra, “le deben algo al norte de Francia después de la Batalla del Somme” -el escritor combatió en la Primera Guerra Mundial. 

Aunque todo escritor está impregnado de su propia experiencia, Tolkien a menudo rehuía los intentos por tratar de definir los lugares de sus libros. Pero quienes se empeñaron en convertir la Tierra Media en una metáfora de la Tierra en sí, situando Gondor en Italia o Mordor en Turquía y el Oriente Medio, o incluso Rhovanion en los bosques de Alemania, jamás señalaron a Latinoamérica como uno de los posibles enclaves mágicos. Ni siquiera el cine lo hizo, que la ubicó en Nueva Zelanda. 

Ahora que Bolivia tiene su propio Legendarium, el club de ‘tolkianos’ tiene la esperanza de que los ejecutivos de Amazon rueden ni que sea una escena de la serie de El Señor de los Anillos en el país.