¿Quién fue Violeta Parra?
A cien años de su nacimiento, Violeta Parra, exponente de la música folclórica chilena e ícono de una generación, es recordada por los latinoamericanos como…
Con un charango melancólico, la voz de Violeta Parra siempre será recordada por la dulzura con la que entonaba aquella composición inmortal “Gracias a la vida”, que, injustamente, resume su importancia musical.
Nacida en San Carlos (Santiago) el 4 de octubre de 1917, Violeta fue una de las principales “folcloristas” de América del Sur, quien dedicó su vida a la divulgación de la música y la cultura popular de su país.
Cantautora, pintora, escultora, bordadora y ceramista, Violeta no sólo fue una artista multidisciplinaria, sino que conjugó en sus obras la melancolía y la idiosincrasia de un pueblo otrora encerrado entre la Cordillera de Los Andes y el océano Pacífico.
A pesar de haber nacido cerca de la capital, su infancia transcurrió en el campo del sur, entre Lautaro, Chillán y Villa Alegre, donde junto a sus hermanos aprendió a interpretar canciones tradicionales que le permitirían ayudar a su familia a sobrevivir.
Los boleros, corridos, cuecas, rancheras y tonadas serían el medio que la llevaría a descubrir su propia voz, en especial después de regresar a Santiago, invitada por su hermano, el también reconocido antipoeta Nicanor Parra.
Su estilo de vida y su carácter no le permitirían mantener a flote un matrimonio tradicional con Luis Cereceda, con quien tuvo a sus dos hijos Ángel e Isabel, y de quien se separaría en 1948, no sin antes introducirse al Partido Comunista.
Para la década de 1950, Violeta ya era una prolífica intérprete de música popular latinoamericana, pero fue la influencia de su hermano Nicanor la que la llevó a reconstruir su repertorio tradicional chileno, en contra de las modas y las presiones sociales.
Recopiló más de tres mil canciones que publicó en sus primeros discos en solitario y en su obra Cantos folclóricos chilenos, editados por el sello EMI Odeon.
Su trabajo como folclorista la llevó a viajar a lugares como Varsovia (Polonia) y la antigua Unión Soviética, llegando incluso a París, donde grabó sus primeros discos de larga duración (Guitare et chant: chants et danses du Chili) en 1956.
Esta fue la primera vez que la cultura y la tradición chilena llegaban tan lejos.
A su regreso, fundó el Museo Nacional del Arte Folklórico en Concepción, y prosiguió con su composición de hasta cuatro discos publicados entre 1957 y 1960.
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En 1961 viajó a Argentina para reunirse con sus hijos Ángel e Isabel y desde allí partió a Finlandia, Alemania, Italia y Francia, donde se instalaría por un tiempo cantando en el Barrio Latino y dando recitales incluso en el Teatro de las Naciones de la Unesco.
Pero sería en 1964 cuando lograría una “marca histórica” al convertirse en la primera latinoamericana en ser exhibida de manera individual en el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre, en París. Su muestra contaba con arpilleras, óleos y esculturas en alambre y llevaba el título de Tapices de Violeta Parra.
Durante esta época, conoció al hombre que inspiraría gran parte de su repertorio, el antropólogo y musicólogo suizo Gilbert Favre, a quien siempre consideró “el gran amor de su vida”. Fue en honor a Favre que Parra compuso sus épicas piezas “Corazón Maldito”, “El Gavilán” y “Qué he sacado con quererte”.
De regreso a Santiago, en 1965, Parra instalaría una gran carpa para transformarle en un centro de cultura folclórica, con la colaboración de sus hijos Ángel e Isabel, y los folcloristas Rolando Alarcón, Víctor Jara y Patricio Manns.
En un país convulso que anticipaba una transformación política, su sueño no tuvo buena recepción y el público no la apoyó.
Su relación con Gilbert Favre caducó cuando el antropólogo decidió marchar a Bolivia en 1966 (lo que daría origen a una de sus canciones más conocidas Run Run se fue pa’l norte), y Violeta quedaría profundamente deprimida.
A pesar de ello, siguió trabajando y componiendo las canciones que formarían parte de su último disco Las últimas composiciones, que incluía sus grandes himnos “Gracias a la Vida” y “Volver a los 17”.
Su despedida había sido anticipada con la letra de “Gracias a la vida”, y pocos advirtieron que se trataba de un adiós prolongado. Violeta Parra se quitó la vida a los 49 años en su carpa de La Reina, a las 17:40 del 5 de febrero de 1967, dejando huérfano el movimiento folclórico chileno, y evidenciando el fin de una época que se vería continuada con la penumbra de la dictadura, tan sólo seis años después.
Este 4 de octubre se cumplieron 100 años desde que La Voz de Chile viera la luz, y sus composiciones siguen vigentes, no sólo por su adaptación en voces como Mercedes Sosa, Raphael y Pedro Vargas o el ímpetu de sus nietos en continuar su legado, sino porque sembró la semilla de la identidad chilena, responsable de la supervivencia del folclor.
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