Las mujeres birraciales enfrentan a Bélgica con su oscuro pasado colonial
Conocidas como ‘métis’, hijas de un colono blanco y una mujer negra, piden al gobierno belga una compensación por haberlas separado de sus madres africanas.
Tras las protestas contra las desigualdades raciales en Estados Unidos, Bélgica, que fue un poderoso imperio colonial, también se ha visto obligada a mirar hacia el pasado y sufrir las consecuencias de sus acciones en África.
Cinco mujeres birraciales nacidas durante la época colonial en el Congo han presentado una demanda en Bruselas contra el gobierno belga por crímenes contra la humanidad y exigen una indemnización de 55.000 dólares para cada una, además de una amplia reparación para todos los niños mestizos que fueron separados de sus madres negras y encerrados en instituciones religiosas cuando las autoridades belgas gobernaban el Congo, entre 1908 y 1960.
Durante el período colonial, los conocidos como ‘métis’, niños nacidos de un colono blanco y una madre africana, fueron separados de sus raíces como parte de la política de los belgas de no promover los enlaces interraciales.
Bitu Bingi y Tavares Mujinga fueron dos de las miles de métis criadas por monjas católicas en el país, lejos de sus madres, y a sus 70 años se han sumado a este Black Lives Matter global que en Bélgica ha hecho caer estatuas de Leopoldo II, culpable de millones de muertes de africanos durante el apogeo colonial, así como la petición de que se retire del país europeo cualquier emblema que rinda tributo a esa parte oscura de su historia.
"Hemos sido destruidos, tanto moral como psicológicamente", dijo Bitu Bingi a AP el lunes, la víspera del 60 aniversario de la independencia del Congo el 30 de junio de 1960. "Hemos perdido nuestras identidades. Las excusas no son suficientes".
Mientras que el abogado que representa a la cinco mujeres, Christophe Marchand, ratificó que “había documentos oficiales de la administración, es un crimen de estado que fue organizado por la administración colonial belga".
Despreciados en el país por su herencia birracial, métis como Tavares, que fue separada de su madre a los 2 años de edad cuando fue literalmente secuestrada por el gobierno belga aprovechando que su padre, un portugués, había salido del país, fueron sometidos a años de privaciones y abusos en instituciones como la misión de las hermanas de San Vicente de Paul, en el Congo.
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Su niñez encerradas y lejos de sus familias les dejó cicatrices que jamás han sanado. Sin asistencia psicológica ni raíces, estas mujeres viven con un trauma que las ha marcado de por vida.
Según los documentos jurídicos, en los cinco casos los padres no ejercieron la patria potestad y la administración belga amenazó a las familias congoleñas de los niños con represalias si se negaban a dejarlos ir.
“No tenemos identidad. No sabemos de dónde venimos… No somos nada. Sólo ‘hijos del pecado’, dijo una de las cinco demandantes, Noelle Verbeenken, utilizando la expresión con la que se describía a estos niños cuando llegaban a la misión religiosa donde vivían con otros 20 pequeños birraciales y huérfanos negros en condiciones terribles.
"No sabíamos cómo sabía el pollo. Y una de las puertas de nuestro dormitorio daba a la morgue", recordó Bitu Bingi.
No es la primera vez que el gobierno belga ha tenido que entonar el mea culpa. El rey Felipe de Bélgica expresó el martes en una carta dirigida al presidente congoleño Félix Tshisekedi su “más profundo pesar” por los “actos de violencia y crueldad” infligidos por su país al Congo Belga.
También el ejecutivo belga se disculpó el pasado año por el robo de miles de bebés en las colonias.
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