La Papa, el tesoro de los Incas que podría salvarnos de la próxima gran hambruna
En el altiplano peruano, los científicos investigan con variedades de tubérculos resistentes a los efectos del cambio climático en un particular Parque de la…
Más de 62 millones de personas -la extensión de Colombia y media- resultaron afectadas por los fenómenos metereológicos extremos el pasado año, según la OMM. Vivimos en emergencia climática y los países reunidos en la COP25, que hoy concluye en Madrid, no parecen ponerse de acuerdo sobre las medidas a tomar, mientras se anuncia que una crisis alimentaria -la misma que ha atacado a 45 millones de personas en Mozambique a causa de dos ciclones- llegará a niveles planetarios en las próximas décadas.
Y aunque la reducción de las emisiones de carbono previstas por el Acuerdo de París son la única vía para evitar que el calentamiento global nos conduzca a un punto de no retorno, los científicos ya investigan modos de producción de alimento resistentes a las sequías, los huracanes y la acidificación del suelo.
La patata, un tubérculo que se cultiva desde hace 7 mil años en el altiplano andino y que fue de consumo básico por los incas, podría ser la solución.
En la cima de los Andes peruanos, en el Valle Sagrado del antiguo imperio precolombino, se encuentra el Parque de la Papa, un lugar que alberga más de 1.300 variedades de patatas sembradas y cosechadas como se hacía ancestralmente.
Los agricultures de este museo viviente de tubérculos las plantan a diferentes altitudes, combinando las semillas para crear nuevas estructuras genéticas capaces de adaptarse a cualquier condición climática, aún las más extremas. Algo que llevan haciendo durante miles de años
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Con nombre de mafioso, así llaman los locales a la variedad de tubérculo más resistente de todas, que crece en lo alto de la montaña y es fertilizada con alpacas salvajes y estiércol de burros. Y que ahora también se desarrolla en cultivos y terrenos de lugareños, conjuntamente con otros tipos de papas cuyas semillas son aisladas, guardadas y codificadas para ser estudiadas en los laboratorios a la búsqueda de la simiente definitiva.
El Centro Internacional de la Patata (CIP) de Lima, Perú, tiene uno de los bancos de genes in vitro más grandes del mundo que produce semillas de papa mejoradas para resistir a las enfermedades, heladas y sequías y tiene una provisión de cada preparada para poderse transportar y plantar en un país en caso de que ocurra una catástrofe natural que lo conduzca a la hambruna.
Y no solo aquí, en la Tierra, sino que en previsión de una futura colonización del planeta Rojo, trabajan codo con codo con la NASA para llevar las patatas a Marte. O al menos probar que puedan llegar a crecer en condiciones “marcianas”, ya sea en el espacio exterior o en un mundo que cada vez se parece más a una distopía extraterrestre.
Si en las historias con final feliz los protagonistas acaban comiendo perdices, los supervivientes de los últimos estertores de este planeta en crisis se pondrán tibios de patatas.
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