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Mari-Luci Jaramillo. National Hispanic Cultural Center
Mari-Luci Jaramillo. National Hispanic Cultural Center

La fascinante historia de Mari-Luci Jaramillo, la primera embajadora hispana de los Estados Unidos

Pasó de la pobreza en Nuevo México a una vida de diplomacia y defensa de los derechos civiles de los latinos.

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El día que recibió una llamada del Departamento de Estado en donde se le comunicaba que el Presidente Carter estaba muy impresionado con sus credenciales y quería ofrecerle el puesto de embajadora en Honduras, Mari-Luci Jaramillo, profesora de inglés como segunda lengua en la New Mexico Highlands University, se quedó tan sorprendida que le costó un tiempo procesar la noticia. 

Hasta ese momento siempre había pensado que para ser diplomático se necesitaban dos cosas: tener contactos políticos y dinero. Ella carecía de ambas. Ni siquiera sabía muy bien, según reconoció años más tarde en una entrevista, cuáles eran las tareas de un embajador. Aunque, por supuesto, había realizado una intensa labor como activista por los derechos civiles de los hispanos. Pero, ¿en serio Carter la consideraba?

Era 1977, al presidente Carter le urgía tener un nuevo embajador en el país, porque el puesto había quedado vacante durante varios meses y empezaba a crearse el caos en la embajada de Honduras. Si aceptaba el cargo, le dijeron a Mari-Luci, no sería un proceso sencillo; debería presentarse ante un tribunal, ser investigada por el FBI y, sobre todo, mantenerlo en secreto hasta que Carter lo anunciase. Al único a quien podía revelarle el futuro nombramiento era a su esposo​​​​​​​.

“Más despacio”. “Más despacio”, le rogó su marido mientras conducía camino de casa. 

Estaban los dos sentados en el coche y ella hablaba como una locomotora. Trabajaban ambos como profesores en el mismo campus y habían quedado en verse con urgencia después de una apresurada llamada de Mari-Luci donde trataba de explicarle lo que le había ocurrido.

“¿Y qué le dijiste?”, preguntó él. 

“Dije que no”.

“¡¿Dijiste qué?!”, exclamó sacando la llave del contacto. 

“¿Qué nos pasaría, si yo fuera el sostén de esta familia? Te ibas a sentir muy mal”, dijo Mari-Luci.

Y entonces él respondió algo que la futura embajadora no olvidaría en toda su vida:

“Sé quién soy, Mari-Luci; soy una persona muy segura. Creo que es una cortesía que le digas al presidente que te encantaría ser considerada para el puesto”.

Así fue cómo una joven hispana nacida en una humilde familia de Nuevo México se convirtió en diplomática.

Más que eso: Mari-Luci Jaramillo fue la primera hispana en ser embajadora de los Estados Unidos, cargo que ostentó hasta 1980,  y la primera mujer en dirigir una embajada en el hemisferio occidental. 

Al diablo el protocolo​​​​​​​

Sabía que los medios internacionales se la iban a comer viva por su falta de experiencia política y que los militares la menospreciarían por ser una mujer, pero Mari-Luci consiguió sacarle ventaja a ambas cosas. Al igual que a su experiencia como profesora y sus orígenes humildes en una familia racializada le sirvieron para cambiar lo que no funcionaba en la embajada. Y fuera de ella​​​​​​​, en Honduras. 

“Me involucré -recordaba durante la entrevista-. Si había un niño enfermo, me ponía al teléfono y llamaba directamente: 'Escuché que fulano estaba enfermo, ¿cómo se encuentra hoy?' No sólo lo hice con el personal de la embajada, sino que mientras hacía mis llamadas de cortesía, lo mismo con los demás. Para mí, era sólo una extensión de mi campus”.

Trabajaba desde primera hora, algo muy poco común en un embajador. Era sociable y cariñosa, y si alguien no hacía bien su labor, fruncía mucho el ceño como lo haría una profesora.

Rápidamente, Mari-Luci empezó a hacer amigos entre los militares, empresarios, campesinos, periodistas… Se metió de lleno en los problemas del país y acabó siendo el símbolo de la lucha por los derechos de las mujeres y una hispana poderosa que reclamaba que las latinas debían tomar un papel más activo en la sociedad.

En tanto, su esposo se dedicaba a dirigir la casa con diligencia durante los tres años en que Mari-Luci fue la líder de la diplomacia norteamericana en Honduras.

Libros y premios

A su vuelta a Estados Unidos, Mari-Luci Jaramillo formó parte de grupos de defensa y juntas como la Fundación Nacional de Cultura Hispana

Escribió su primer libro, Madame Ambassator, en 2002; al que luego siguió Semillas Sagradas

Entre los numerosos premios que recibió, se encuentran el Premio como Ciudadana Distinguida del Pentágono de los Estados Unidos, la Medalla de la Orden de Francisco Morazán y el Premio de la Doble Ciudadanía por los logros extraordinarios en Honduras, así como el Premio Anne Roe de la Escuela de Educación de Harvard y el Premio Elizabeth Payne Cubberly Scholar de la Universidad de Stanford.

Falleció en noviembre del pasado año a la edad de 91, pero su legado sigue más vivo que nunca.