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La fotoperiodista egipcia Heba Khamis, una de las cinco mujeres premiadas en el World Press Photo 2018. © Frank van Beek / Hollandse Hoogte

Faltan mujeres fotoperiodistas

La escasez de fotógrafas trabajando para agencias de noticias y cubriendo conflictos internacionales ha hecho inevitable que tengamos una visión masculinizada…

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Hagamos una prueba. Cierre los ojos y piense por unos segundos qué imagen le viene a la cabeza cuando escucha las palabras “prostituta rusa”. ¿La tiene ya? Sea usted hombre o mujer, probablemente haya visualizado a una mujer joven, rubia, de ojos azules, más bien delgada. Sexy. Atractiva. ¿Me equivoco?

Esta imagen está muy condicionada por la visión “masculinizada” que tenemos del mundo, fomentada por los medios de comunicación. Una visión masculinizada -literal y objetivamente- porque el 85 por ciento de los fotoperiodistas que trabajan para las grandes agencias de noticias internacionales, como Associated Press, AFP, Efe o Reuters, son hombres. Y de las fotografías de estas agencias se nutren la mayoría de medios de comunicación del mundo para ilustrar sus portadas y cabeceras de páginas web.

“La audiencia tiene poca conciencia de quién está detrás del fotoperiodismo, si es mujer o hombre. Pero lo cierto es que hemos construido el siglo XX a base de miradas hechas en un 85% por hombres Y el siglo XXI apunta a ser igual”, comentó Silvia Omedes, directora de  Photographic Social Vision, entidad sin fines de lucro comprometida en la divulgación y potenciación del valor social de la fotografía, en una mesa redonda celebrada recientemente en Barcelona.

Según Omedes, la falta de mujeres fotoperiodistas, sumada a la tendencia cada vez mayor a buscar fotos de impacto -el niño ensangrentado, los cadáveres tras un atentado, la mujer víctima sexual- han ayudado a propagar una imagen de la mujer como ser vulnerable, víctima, muy condicionada por la mirada masculina. “El abuso de estas fotos estereotipadas genera una anestesia social tremenda. Son imágenes de impacto, que no buscan profundidad, sino titulares”, dijo Omedes. “Y encima es la imagen que luego repiten todos los medios”.

Pero el fotoperiodismo va más allá, y por eso es importante explicar el mundo con perspectiva de género, dijo Omedes. Y puso como ejemplo cómo la fotoperiodista rusa Tatiana Vinogradova ha tratado el drama de las prostitutas de su país en su último trabajo, premiado en el World Press Photo 2018, uno de los concursos de fotoperiodismo más importantes del mundo. En las fotografías aparecen mujeres desnudas al natural,  sentadas en el sofá, en la intimidad de sus casas.

“No sabes que se trata de prostitutas hasta que lees el pie de foto. No hay un estereotipo del cuerpo, podría tratarse de cualquier mujer, son fotos que no sexualizan los cuerpos”, dijo Omedes . “Sí, en las fotos hay un ambiente triste, sabes que pasa algo -pero poco más. Esa es la apuesta de una periodista por retratar una realidad de Rusia que afecta a muchas mujeres. Sin victimizar ni sexualizar el cuerpo de las mujeres, sin retratarlas como mujeres objeto”, añadió. “Para mi es un ejemplo claro de cómo una mujer quiere enfocar un tema”.

Tatiana Vinogradova es una de las cinco mujeres premiadas en el World Press Photo 2018, una de las organizaciones de fotoperiodismo más preocupadas por la falta de mujeres en el sector. Sólo el 15% de los profesionales que se presentan al prestigioso concurso son mujeres, y el porcentaje no ha variado en los últimos años. Este año, a pesar de los esfuerzos por poner en marcha una serie de programas para estimular la participación femenina, sólo se ha conseguido aumentar del 15% al 16% la participación en el concurso, observó Omedes.

La exposición de fotografías ganadoras del World Press Photo -itinerante por diversas ciudades del mundo y también consultable en la web- es interesante para observar cómo las mujeres tratan temas de forma diferente de los hombres. Aparte de Vinogradova es interesante la obra de la fotoperiodista egipcia Heba Khamis, quien se dedicó a explorar las violaciones y abusos sexuales contra mujeres en Camerún oriental. En lugar de buscar la foto de impacto, Khamis consigue meterse dentro de los hogares y, logrando un nivel de máxima intimidad con las fotografiadas - retratar los métodos horribles con que las madres “planchan” los pechos de sus hijas para que no sean violadas cuando salgan a la calle.  

“Usan métodos muy dolorosos, palos de madera, piedras calientes… pero el tratamiento de la foto es de tal delicadeza e intimidad, que nos impiden juzgar unilateralmente y decir “estas madres están cometiendo una atrocidad”, dijo Omedes. “No son fotos que juzgan, sino que interrogan”, resaltó. ¿Es lícito si lo hacen por instinto de protección? “El mejor periodismo no es el que informa, sino el que nos pone a trabajar, a cuestionarnos las cosas”, concluyó la activista barcelonesa.

Un cóctel de motivos

Si tan necesaria es la mirada femenina del mundo, ¿por qué hay tan pocas mujeres en concursos como WPP y el fotoperiodismo en general?

Las razones son muchas, según Omedes. En primer lugar, está el factor de que muchas mujeres dicen no estar dispuestas a ir a conflictos bélicos y zonas de guerra. “Algunas dirán: “pero si tengo el conflicto aquí en mi casa, en la habitación de al lado””, comentó Omedes, convencida de que “no parece ser la pulsión natural de las mujeres ir a una zona de conflicto”.

Por otro lado, culpa a la escasa contratación de mujeres por parte de agencias internacionales como AP, AFP, Efe… “que son las que están documentando a diario lo que pasa en el mundo”. “Si los diarios nutrieran sus portadas de imágenes hechas por mujeres, probablemente cambiaría nuestra visión del mundo”, dice.

Anna Surinyach, fotoperiodista freelance especializada en migración y refugiados, le da la razón. Su experiencia como fotógrafa de ongs humanitarias- retratando a diario a refugiados rescatados en alta mar, la comunidad indígena desplazada por los paramilitares en Latinoamérica, o los heridos del conflicto en Siria, le ha hecho llegar a la conclusión de que el fotoperiodismo no debe limitarse a “tratar de buscar la foto del herido y listo. Quiero profundizar”, explicó durante la misma mesa redonda celebrada en Barcelona.

En Siria, por ejemplo, Surinyach tuvo ocasión de seguir de cerca el caso de una mujer herida de guerra y condenada a una silla de ruedas que pedía asilo. Al empezar a entrevistar a la mujer, vio que había sido víctima de violencia doméstica por parte de su marido, y entendió que no podía resumir su vida en una foto, en un solo día. “Decidí pasar tres días con ella. Tres días son muy pocos en la vida de una persona, pero al menos ella, y yo también, nos sentimos más cómodas”, comentó Surinyach, cofundadora y directora gráfica de la revista 5W. La experiencia con la mujer siria también le sirvió para plantearse otra cuestión: ¿Debería la violencia doméstica ser un derecho para pedir asilo político?  

“Al haber poca mujer fotoperiodista, hay temas que no se están tratando, que no tienen visibilidad y son ignorados por la agenda mediática y política”, observó Omedes.

Suriñach lleva tres años trabajando en el Mediterráneo, rescatando a inmigrantes que naufragan en su intento de llegar a Europa. El año pasado, cuando estaba a bordo del buque de la ong humanitaria Proactiva OpenArms, vio lanchas con cadáveres, gente muerta por quemaduras de gasolina. Ella y su equipo hicieron fotos de los muertos y las enviaron a la agencia AP, aunque le parecían unas fotos muy frías. “Nosotros preferíamos explicar la historia con fotos de Sara, una niña que perdió a su madre y al hermano en la travesía, en lugar de los cadáveres”, explicó. Sin embargo, AP solo “compró” la foto de los cadáveres. “Saben que los medios la pondrán en portada”, explicó.

Para acabar, Surinyach comparó las fotografías que publicaban en redes sociales dos periodistas - un hombre y una mujer - a bordo del Aquarius, un barco humanitario que el pasado junio rescató a más de 600 inmigrantes africanos en el Mediterráneo. En las fotos del hombre, fotoperiodista de El País, no aparecía ninguna mujer, mientras que las de la fotoperiodista, corresponsal de una radio española, incluían varias imágenes de mujeres africanas haciéndose trenzas en el camarote, dándose abrazos… “Es verdad que por ser mujer pudo acercarse más a las mujeres del barco. Muchas inmigrantes han sido víctimas de violaciones, tráfico de mujeres, violencia doméstica… y tienen miedo a ser fotografiadas por hombres. Pero si comparas las fotos de uno y del otro, parece que estemos en dos barcos diferentes”, dijo Surinyach, convencida de que las mujeres fotógrafas son capaces de ofrecer una imagen más “esperanzadora y optimista” del mundo.