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Alexandr Serioguin en su casa de Barbikha, donde cobija a una decena de cubanos que define como sus "hermanas y hermanos". Photo: Natasha Vázquez / On Cuba News.
Alexandr Serioguin en su casa de Barbikha, donde cobija a una decena de cubanos que define como sus "hermanas y hermanos". Photo: Natasha Vázquez / On Cuba News.

El presunto "hijo ruso" de Castro que ayuda a los migrantes cubanos de Moscú durante la pandemia

Su nombre es Alexandr Serioguin, pero le llaman “Castro” y quiere crear una “revolución mundial” siguiendo los pasos de su padre.

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Barbikha es una aldea a las afueras de Moscú famosa por tener un centro médico donde se tratan la mayoría de los presidentes rusos. También hay muchas residencias y villas de lujo. Un oasis para los moscovitas adinerados.

Sin embargo, la casa de Alexandr Serioguin, de 57 años y conocido por todos como “Castro”, tiene tres plantas a medio construir y podría pasar por museo del líder cubano Fidel Castro. En ella se arreciman recuerdos de la Cuba castrista: habanos, ron, cientos de fotos y souvenires. 

Alexandr -o Sasha, como lo llamaba su madre-, afirma desde hace muchos años ser hijo biológico del dictador, aunque la mayoría de los tests genéticos que asegura haberse hecho hasta el momento se hayan perdido de forma misteriosa -“He tratado de hacer test de ADN, pero siempre se pierden o pasa algo. La televisión solamente ha intentado hacerlo tres veces”, le dice a la periodista Natasha Vázquez, de On Cuba News-. 

Sin embargo, fiel al legado de su supuesto padre biológico, el 'Castro ruso' asegura tener un deber para con sus compatriotas en el exilio, y es por eso que durante la pandemia de COVID-19 ha acogido en su casa a una decena de cubanos que llegaron al país algunos en condiciones muy duras y tratan de abrirse paso en una Rusia que parece haber olvidado ya a sus históricos aliados. 

“La casa es grande y nadie molesta a nadie, hay lugar donde dormir y algo para comer”, cuenta el moscovita, que define a sus inquilinos como “hermanos y hermanas” y les da un techo a cambio de que arreglen la casa aunque, confiesa, él también está pasando sus penurias financieras. 

El amor ruso de Fidel

La madre de Alexandr, Valentina, era una joven cocinera que trabajaba en la casa en la que el mandatario cubano se alojó en su primera visita a la URSS, en 1963. Todo el mundo, recuerda su hijo, quería ver al líder revolucionario y Valentina se situó en primera fila.

“Le preguntó si no tenía miedo de que los americanos lo mataran y él respondió que solo temía a sus ojos azules”,  cuenta. “Yo nací justo nueve meses después de la estancia de Fidel en Moscú”.

Serioguin siempre supo que su familia tenía algún vínculo con Cuba y con Fidel, pero nada más. Hasta que se mudaron a La Habana, donde vivieron varios años y recibieron visitas de Castro en al menos dos ocasiones. 

Si llegó a enterarse de quién era su padre biológico fue porque un militar se lo dijo. Luego a Valentina no le quedó otra que contarle la verdad.

Cuando el dictador enfermó, Alexandr trató de comunicarse con él como lo había estado haciendo Fidel con su madre “durante muchos años”, pero no lo logró. 

La revolución mundial

Muchos hijos son llamados a concluir las obras de sus padres y el 'Castro ruso' no es una excepción. ¿Su misión? “Unir a la humanidad en una sola familia”.

Según Alexandr Serioguin, su comuna-refugio para cubanos es “un experimento social” que reproduce de algún modo el proyecto que soñó Fidel para Cuba. Quiere crear un sistema “nuevo”, dice, que no sea ni socialismo ni capitalismo y hacer una “revolución mundial” sin armas, sólo con los poderes de la mente y la tecnología. 

Los cubanos alojados en su casa, que se levantan cada mañana para trabajar en la obra cercana y esperan pacientes que acabe la pandemia para poder rehacer sus vidas, lo miran, cuenta Vázquez, con estupefacción. 

Mientras tanto, en la casa del generoso Castro se celebran fiesta con ron, se construye una pileta para darse un chapuzón cuando el frío no lo impide, e incluso un bar llamado “Cuba”.