El arte del paro en Colombia
Las artes han tenido un lugar central en la manera en que ha ocurrido el paro en Colombia, tanto en las manifestaciones como en los antecedentes que llevaron a…
Los paros nacionales de las proporciones que hemos visto en América en los meses recientes nacen de la acumulación de malestares de diversa índole.
En el caso colombiano se juntan la desaceleración de la economía, el crecimiento de la violencia y el desempleo, una serie de reformas tributarias y pensionales que han sido ampliamente rechazadas por la población, el asesinato de 18 niños a manos del ejército durante una operación contra disidencias de las FARC y tres eventos de abuso y censura contra artistas en fechas previas al inicio del Paro Nacional.
Los primeros dos casos sucedieron a raíz de murales que planteaban fuertes cuestionamientos a la política nacional. El primero de los casos se dio en septiembre de este año: los artistas Lucas Ospina y Power Paola retrataban a Donald Trump haciendo de titiritero, controlando al expresidente colombiano Álvaro Uribe, quien a su vez controlaba al actual presidente, Iván Duque. Este mural hacía parte del 45 Salón Nacional de Artistas y fue realizado en uno de los muros externos del Centro Colombo Americano, en Bogotá, una institución que trabaja en los vínculos culturales entre Estados Unidos y Colombia.
Al día siguiente de la realización del mural, éste fue cubierto con pintura blanca por instrucción de las directivas de la institución. La indignación del público fue tal que el mural fue intervenido nuevamente, tanto por los artistas, que escribieron a qué correspondía cada imagen borrada como por personas que espontáneamente dejaron huella de su molestia.
El segundo mural, llamado “¿Quién dio la orden?”, se estaba realizando el 18 de octubre cuando fue interrumpido por la Policía y el Ejército. Incluía retratos de altos mandos militares colombianos y el número de personas muertas bajo la dinámica que en Colombia se ha conocido como “falsos positivos”, que consistió en el asesinato de civiles entre los años 2000 y 2010 para hacer pasar sus cuerpos como milicianos muertos en combate y así dar la ilusión de que las fuerzas militares hahbían sido eficientes. Este grafiti, que hacía parte de la iniciativa #CampañaPorLaVerdad, liderada por 11 organizaciones de derechos humanos, también fue cubierto con pintura blanca. Sin embargo, la imagen pervivió en forma digital y se viralizó por las redes.
Nuevamente, esta forma de negación de una imagen que expresa un malestar tan profundo en la sociedad colombiana levantó sonoros reclamos y cuestionamientos.
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El tercero de los elementos relacionados con la cultura que contribuyó al malestar contra el gobierno de Duque consiste en los allanamientos a medios independientes, colectivos gráficos y talleres de artistas que fueron realizados el 19 de noviembre, dos días antes del inicio del Paro Nacional. Estos allanamientos se realizaron con órdenes de la fiscalía, mas sus procedimientos fueron irregulares. Supuestamente, tenían el objetivo de encontrar material explosivo y materiales gráficos que incitaran a la violencia durante las marchas del 21 de noviembre. En ninguno de los lugares allanados en Soacha, Bogotá, Cali ni Medellín encontraron tales elementos.
Las reacciones por parte de los artistas no se han hecho esperar. Numerosas expresiones creativas se han tomado las calles y medios digitales para expresar la oposición al gobierno en curso, pero también para enriquecer el lenguaje y los recursos con que la ciudadanía protesta: canciones que se han convertido en arengas frecuentes durante la marcha, un monumental “cacerolazo sinfónico” que reunió más de 300 músicos que interpretaron la Novena Sinfonía de Beethoven y la cumbia "Colombia, tierra querida", títeres que sólo giran a la izquierda “porque a la derecha ‘ni por el putas’”, cartas de poetas al presidente y decenas de ilustradores que han puesto sus imágenes al servicio de todos, entre decenas más de ejemplos.
Lo intensa y diversa que ha sido la respuesta de los artistas en el país ha contribuido a que las marchas sigan siendo dinámicas y a facilitar espacios de encuentro entre una población que, por primera vez en décadas, está aprendiendo a caminar lado a lado sin tener miedo unos de los otros y reclamando sus derechos en medio de la diferencia.
Aquí una pequeña selección de algunos de esos actos de resistencia hechos arte:
La cacerola guiando al pueblo
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