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Carlos Augusto Jacob toca la guitarra en su terraza en Morro dos Tabares. Foto Gabriel de Paiva/ O Globo
Carlos Augusto Jacob toca la guitarra en su terraza en Morro dos Tabares. Foto Gabriel de Paiva/ O Globo

Las azoteas de las favelas en Brasil son el paraíso para los vecinos en cuarentena

Quien teletrabaja en el tejado se siente un privilegiado. Sin embargo, abajo, en las calles, se vive una historia muy diferente.

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Lugares típicos para hacer barbacoas y tomar el sol, las azoteas de las favelas de Río de Janeiro se están reinventando como espacios para usos esenciales en tiempos de cuarentena por coronavirus. 

Desde el tejado de los edificios de tres y cuatro pisos pisos en favelas como Vidigal -una de las más visitadas de Brasil-, familias contemplan a lo lejos la estatua del Cristo Redentor y la costa del residencial del barrio de Leme mientras se apuran a instalar sus oficinas en el exterior.

Aislados del mundo, confinados en sus casas por la pandemia, los vecinos intentan hacer la cuarentena más llevadera y han convertido estos espacios en coworkings e incluso gimnasios. 

El fenómeno, reporta el periodista brasileño Geraldo Ribeiro, se ha extendido a otras muchas comunidades de una ciudad acostumbrada a hacer vida en las calles y las playas.

"La gente no puede salir, pero incluso en casa necesitamos mantenernos activos y estar conectados con el mundo, así que terminamos yendo al tejado", explica a Ribeiro un vecino de Vidigal, William de Paula Lucas, aka "Ninho", que transformó su tejado en una oficina y un espacio para practicar capoeira.

Gyms y despachos en tejados

Este profesor de educación física vive solo en el último piso del edificio y, desde allí, con un móvil y un laptop, realiza videoconferencias, imparte clases y ayuda a las familias de la zona que necesitan alimentos y medicinas. 

Su vecina, Liviete Alves da Silva, anda desesperada por ir a la playa y no se conforma con verla desde la ventana. Así que su sobrina nieta, Eduarda, de tan solo 7 años, encontró la manera de hacer feliz a Liviete y convirtió la azotea en una piscina improvisada. 

Algo más lejos, en Ladeira dos Tabajaras, Botafogo, Raylton Moreira dos Santos se ha montado un gym de jiu-jitsu en el tejado que comparte con su esposa, Renata, quien sigue sus clases de Derecho online desde las alturas.

“Ahora, quien tiene un tejado en la comunidad es el rey", dice Santos.

De una casa a otra

El aislamiento y la distancia social se les hace duro a los brasileños, un pueblo que adora las reuniones y las fiestas. Sin embargo, los edificios en las favelas están tan pegados que los vecinos aprovechan para charlar desde los tejados, e incluso para arrancarse a hacer música. 

Como Carlo Augusto Jacob, un albañil y guitarrista aficionado que cada vez que sale a tocar a su azotea reúne a grupo de vecinos que desde las suyas aplauden y bailan. 

"Por la noche vengo aquí a tocar la guitarra. A veces, me uno a la gente de los otros tejados para escuchar y aplaudir. Toco de todo, desde samba hasta forró, pero lo que realmente me gusta es la música evangélica", cuenta. Y añade que muchas familias muy religiosas emplean también las azoteas para hacer la oración porque no pueden ir a la iglesia. 

En las calles, el drama

Abajo, en las ensortijadas callejuelas de favelas como la de Santa Marta, la vida no es tan apacible como en las alturas. 

Los vecinos están inquietos y hambrientos; se preguntan insistentemente cómo harán para alimentar a sus familias cuando se terminen los últimos suministros. Más si cabe en un país duramente golpeado por el nuevo coronavirus cuyo presidente ha aceptado que la muerte de los más desfavorecidos es poco más que un “pago”, un “daño colateral” de esta pandemia. 

La desolación también ha llegado, y más fuerte, a otras regiones brasileñas donde una mayoría de sus habitantes viven en favelas.

“Es la pobreza más extrema”, le dice el músico y biomédico Renato Rosas, natural de la ciudad amazónica de Belém, a The Guardian

Renato habla del barrio de Baixadas das Estrada Nova Jurunas, donde el agua está muy contaminada, hay inundaciones y las serpientes acechan entre los montones de basuras que flotan, al igual que acechan las bandas de narcos.

Música y alimentos 

En marzo, cerraron los negocios y las tiendas, pero también las escuelas, donde la mayoría de los niños de las favelas comían. Sin ingresos y encerrados en las casas, no había forma de alimentar a los hijos. 

Entonces, Rosas y sus amigos tuvieron un plan.

Farofa Black es un proyecto de música y educación liderado por este vecino y otros músicos y educadores, quienes comenzaron a recaudar dinero para repartir canastas de comida en la comunidad.

"Cuando nos detenemos en uno de estos lugares, la gente viene corriendo. Es muy rápido, todo se acaba muy rápido", dijo.

Pero no son los únicos que lo hacen. Activistas y organizaciones sociales entregan kits de alimentos e higiene a los desesperados habitantes de las favelas en lugares como São Paulo, Belém, Río de Janeiro, Salvador, Manaus, Belo Horizonte y São Luís.

Su mayor preocupación es qué va a ocurrir en los callejones y las casas donde se hacinan familias enteras sin higiene básica ni servicios de salud adecuados. Lugares donde el Zika y la tuberculosis ha prosperado y el Covid-19 se hace sitio. 

Con más de 1.000 muertos y 23.830 casos registrados hasta el día 15 de abril, Brasil sigue siendo el país latinoamericano con mayor número de víctimas, seguido de Perú y Chile.