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La película EAMI relata la historia de una niña paraguaya de la etnia ayoreo que, ante el avance de la deforestación propiciada por el hombre blanco, debe buscar un nuevo hogar lejos de la selva. Foto: Gentileza.
La película EAMI relata la historia de una niña paraguaya de la etnia ayoreo que, ante el avance de la deforestación propiciada por el hombre blanco, debe buscar un nuevo hogar lejos de la selva. Foto: Gentileza.

‘EAMI’, el exilio como supervivencia

¿Qué harías si un día te obligan a dejar tu hogar y te advierten que al cruzar la línea nunca más podrás volver?

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Esa es la historia que se retrata en la película ‘EAMI’, ganadora este año del Tiger Award en el Festival de Cine de Róterdam. 

EAMI significa 'bosque' en ayoreo. También significa 'mundo'. El pueblo indígena ayoreo-totobiegosode no hace distinción: los árboles, los animales y las plantas que los han rodeado durante siglos son todo lo que conocen. Ahora viven en un área que experimenta la deforestación más rápida del planeta”. Eso dice la sinopsis de este largometraje dirigido por la cineasta paraguaya Paz Encina. 

La película, hecha íntegramente en idioma indígena, tiene como protagonista a la niña Eami (Anel Picanerai), originaria del pueblo ayoreo-totobigosode asentado en Chaidí, en pleno Chaco de Paraguay. Este árido territorio está ubicado a 600 kilómetros de Asunción, la capital, muy cerca de la frontera con Bolivia. 

‘EAMI’ fue premiada este año con el Tiger Award en el Festival Internacional de Cine de Róterdam. Es una narración visual poética centrada en una niña que, ante la destrucción de su comunidad, se ve obligada a abandonar su hogar, la selva. Es el único lugar que conoce para empezar una proeza que la lleve a la salvación, a la supervivencia. Esta gesta, que la envuelve en miedo e incertidumbre, la dirige irremediablemente hacia el mundo de los blancos, los mismos a quienes sus ancestros han bautizado con el nombre de coñone, que en español traduce ‘insensatos’. 

La cinta, que ha tenido también una mención especial en la edición 34 del Festival de Cinelatino de Toulouse, se presenta en Argentina y tendrá su estreno oficial en Paraguay en este mes de mayo. 

DEL AMOR… AL EXILIO

Después de haber producido cortometrajes y largometrajes, la realizadora buscaba una historia de amor digna de ser llevada a la pantalla grande. En una entrevista con AL DÍA desde Paraguay, Paz Encina cuenta que “quería hacer algo bien simple hasta que un amigo me dijo: ‘yo sé dónde está esa historia, está en la comunidad ayoreo’. Era una historia sobre dos hermanos que se enamoran. Nos fuimos al Chaco y los totobigosode me dijeron: ‘sí, esa historia existe pero no nos interesa que cuentes eso, nos interesa que hables de esto’”.

La respuesta de la comunidad a su idea inicial la descolocó. Después de mucha reflexión decidió seguir adelante. “‘Puede ser que esta película me esté llamando’, pensé, porque es algo sobre lo que siempre hablé: el exilio, la diáspora, la pérdida. Pienso que las películas te buscan porque son cosas que tienen que ser contadas”, manifiesta. 

Sin perder el tiempo, Encina se trasladó hasta el Chaco. Estuvo guiada en todo momento por su amigo José Elizeche, quien lleva 20 años trabajando con ese grupo indígena. Comenta la directora que “la mayoría de los líderes son personas que estuvieron en aislamiento, salieron del monte, y pasaron por un proceso traumático. Por eso no es tan simple llegar y decir: ‘hola, ¿qué tal?’ La relación se construyó de manera limpia porque José estaba con nosotros”.

UNA NUEVA PERSPECTIVA

Apoyada también por uno de los jefes referentes en la comunidad, la cineasta se adentró en un mundo del que muchos paraguayos se sienten ajenos, pese a pertenecer a un país bilingüe (guaraní y español) de legado indígena. “Tenemos muchos prejuicios sobre ellos”, señala Enina, quien agrega que “decimos que son haraganes, que no quieren hacer nada, pero para ellos es mucho más importante levantarse y estar juntos antes de entrar en un concepto de productividad y producción”. 

Y es justamente gracias a esta película, rodada a lo largo de seis años, que Encina pudo entender la cosmovisión de los ayoreo y su forma de ser, la misma idiosincrasia que ha marcado el desarrollo de ‘EAMI’ de principio a fin.  

Recuerda que “los primeros que hacían el casting eran José y el líder ayoreo; después yo entraba a dar mi visión técnica. También teníamos que preguntar quiénes querían salir en la película, porque había gente que no quería saber nada. Y entiendo porque muchos ya fueron engañados con respecto al dinero. Y, por otro lado, también querían salvaguardar a sus niños y niñas de los blancos. Hay mucha prostitución y abuso. Además, el cine es muy invasivo porque una va, desembarca, baja los equipos y cree y vive eso como si fuera algo normal, pero no es así”. 

Sin embargo, el mayor aprendizaje para ella ha sido “la importancia de estar donde uno pertenece”. “Nosotros les ofrecíamos lo que comíamos y la forma en la que nosotros vivíamos, una habitación con cama porque pensábamos que era lo mejor. Pero a ellos les hacía mal nuestra comida y también nos pidieron una habitación más grande por estar todos juntos. Ellos lo único que querían era que terminara el rodaje para marcharse de nuevo a sus casas. Y rescato eso: darle al otro el derecho a que pueda pertenecer a donde quiere pertenecer”, advierte. 

UNA REALIDAD MÁS ALLÁ DE UNA TENDENCIA

En los últimos años se han estrenado  en los cines muchas nuevas producciones que relatan historias de desarraigo de comunidades indígenas de América Latina. Más allá de considerarlo parte de una moda, Encina cree que es la expresión del compromiso del cine para visibilizar una realidad ante la sociedad. Declara que “sabemos que somos descendientes de indígenas y eso forma parte de nuestra historia, de nuestro ser, de lo que es cotidiano. El lingüista y antropólogo español Bartomeu Meliá, férreo defensor de los derechos indígenas en Paraguay, dijo una vez una frase que me pareció brillante: “la gran desgracia de Paraguay es que desciende de indígenas, habla una lengua indígena y no quiere ser indígena”.

La directora espera que el trabajo del séptimo arte y muy especialmente ‘EAMI’ emerja como un mensaje ante la clase política para garantizar la protección de los derechos de los indígenas que viven en aislamiento voluntario e impulsar medidas cautelares que frenen la tala indiscriminada de árboles en sus tierras ancestrales.