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The United States registers the highest number of illegal border crossings with Mexico this year.  Freedom does not make a person superior, only luckier.
Estados Unidos registra este año el mayor número de cruces ilegales de frontera con México. La libertad no hace a una persona  superior, solo más afortunada. Getty Images

Vida, libertad y la búsqueda de humanidad | OP-ED

Las mujeres estadounidenses gozamos de un lujo de valor incalculable, la libertad. A veces necesitamos recordarlo.

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En México, las adolescentes recorren territorios peligrosos controlados por cárteles para intentar ser libres. Lo sé de primera mano, las conocí en Roma, Texas, junto a la frontera. Hace poco acompañé a un pastor a orillas del Río Grande. Estuvimos ahí de pie, observando cómo los contrabandistas desembarcaban de balsas a familias, niños pequeños y bebés. Se necesitan solo unos minutos para cruzar desde la orilla de México hasta la de Estados Unidos. La acción se prolongó durante horas. Hablé con niñas de trece años que habían cruzado solas. Una madre comenzó a amamantar a su bebé a los pocos minutos de pisar tierra, diciéndome que había pasado diecisiete días de angustia viajando desde Honduras. Sabía de antemano que el viaje era peligroso e ilegal, pero su deseo de libertad era demasiado fuerte para disuadirla.

Todos se mostraron agradecidos por el agua y las barritas de proteínas que repartían el pastor, su esposa y su equipo de voluntarios. Oraron con ellos y luego les explicaron que no apoyan la forma ilegal con la que han accedido al país y los escoltaron hasta el puesto de la Patrulla Fronteriza más cercano para que fueran procesados. Al contemplar de frente el verdadero rostro de la humanidad esa noche, todos admitimos una verdad innegable: la libertad no hace a una persona  superior, solo más afortunada.

Estados Unidos registró este año el mayor número de cruces ilegales de frontera desde 1960: 1,7 millones de migrantes arrestados en los últimos 12 meses, según las cifras del gobierno publicadas en octubre. 147.000 eran niños sin sus padres, la cifra más alta desde 2008, cuando las autoridades empezaron a contar a los menores no acompañados.

Abandonamos el río alrededor de las tres de la mañana. El futuro de esas mujeres era incierto.

Abandonamos el río alrededor de las tres de la mañana. El futuro de esas mujeres era incierto. El mío era todo lo contrario. Estaba convencida de que tenía que ayudar de alguna manera. Mirando a los ojos a una niña que sonreía y bailaba, sin preocuparse por dónde dormiría esa noche o de que sus únicas posesiones terrenales fueran la ropa que llevaba puesta, se quedaron grabadas en mi memoria. Ella no había elegido su situación, ni yo tampoco.

Mis abuelos emigraron a Estados Unidos legalmente cuando mi papá era un niño, cambiando para siempre la trayectoria de sus vidas y la mía. Al ser la hija de un inmigrante mexicano, esa noche estaba en la orilla afortunada. Señoras, les insto, piensen en su rol, su responsabilidad y lo que una mera cuestión de geografía les ha ofrecido en la vida. Como periodista, durante muchos años di voz a quienes no la tenían. A lo largo de la frontera las historias son interminables, complicadas y con una mayor implicación para la humanidad si no se abordan.

Estados Unidos no es perfecto. Los medios de comunicación nos muestran las partes injustas, corruptas y rotas de nuestro sistema. Los problemas parecen amplificarse cuando se muestran a través de una pantalla de televisión. Pero lo que vi en Roma, Texas, no tenía filtros y me conmovió. ¿Hay alguna historia que quieras contar?  ¿Una causa que puedes defender? Resiste al impulso de ser complaciente y quéjate. La libertad que tenemos, cuando se ejerce con un propósito, puede generar cambios. Estoy trabajando para difundir la misión de Roma y recaudar dinero para la ayuda humanitaria del pastor. No reciben fondos estatales o federales porque ayudan a los migrantes antes de ser procesados. Sin embargo, el pastor está allí desde el primer momento en que los niños y adolescentes pisan nuestra orilla, solos, vulnerables y a menudo asustados. La bondad y compasión del pastor son su primera impresión de Estados Unidos. Y eso es algo de lo que podemos sentirnos orgullosos. Porque él no dejará de ayudarlos, y ellos, al menos por ahora, no dejarán de venir.

Los migrantes que conocí en la frontera eran completos extraños a quienes probablemente nunca volveré a ver. Sin embargo, se apoderaron de mi corazón. No sabían que si mis abuelos no hubieran emigrado, mi vida sería diferente. Tampoco importaba. Parados junto al río esa noche, éramos solo un grupo de seres humanos. Con la única diferencia de que yo tuve el lujo de poder irme y regresar a mi vida de libertad.

(*) Periodista latina premiada.