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Foto: Cortesía de Valerie Shaff
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Sylvia Rivera, La pionera Latinx que estuvo al frente de la revolución por los derechos LGBTQ+ en Estados Unidos

“El infierno no conoce la furia de una drag queen despreciada.”

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Con motivo del mes del orgullo LGBT recordamos a Sylvia Rivera: una gran líder y activista trans latina, que estuvo en Stonewall, hizo parte del nacimiento del movimiento por los derechos civiles, guió iniciativas innovadoras para apoyar y proteger a la comunidad LGBT de la violencia estructural. 

Sylvia Rivera marcó un antes y un después. 

¡La revolución finalmente está aquí!

Stonewall Inn era un bar controlado por la mafia. Ese, el famoso bar en Greenwich Village en que empezaron los disturbios que marcaron el inicio de la lucha por los derechos LGBT el 28 de junio de 1969.

La mafia no tenía especial compasión por la comunidad gay y lesbiana de Nueva York. Se trataba, simplemente, de un tema de negocios: había un sector de la población que nadie más quería pero que estaba dispuesto a pagar para tener un lugar. Y donde hubiera dinero, la mafia estaba.

Los vínculos que la mafia tenía con la policía hacían que habitualmente fueran avisados de las redadas que se llevarían a cabo en sus bares, pero el día de Stonewall fue diferente.  

Las redadas eran tan frecuentes que y el mecanismo entre los dueños de los bares y la policía estaba tan preestablecido, que habitualmente la policía llegaba temprano, alineaba a todos los clientes del bar afuera, revisaban documentos, arrestaban a quienes no tuvieran y a las personas trans y luego se iban. Acto seguido, el personal del bar sacaba el licor que tenían en una bodega trasera aparte y retomaban funciones suficientemente temprano para que, aún con el operativo, fuera una noche habitual de negocios para el establecimiento.

Ese 28 de junio el inicio fue el esperado, pero no el desenlace. Los carros de policía en que se habrían llevado a las personas arrestadas tardaron en llegar; los que habrían podido irse no se fueron y una batalla se desató entre los clientes del bar y la policía.

Sylvia Rivera contaba que en el momento en que vio la primera bomba molotov volar por los aires, hacia la policía, se dijo a sí misma, en español, “¡Dios mío, la revolución finalmente está aquí!” y empezó a gritar “Freedom! We’re free at last!”.

Al ver los videos que se conservan de ella hablando en público –como el discurso que dio en la marcha de la liberación de 1973– es fácil imaginarla con esa furia de fiera maltratada y herida, esa furia que ni el infierno conoce, rugiendo “Freedom!”, confrontando a la policía, gritando, golpeando oficiales y lanzando botellas.

Porque al fin había llegado el momento en que todos habían decidido que era suficiente. El momento que marcaría un antes y un después.

Hay versiones encontradas sobre este hecho. Sylvia sostuvo hasta la muerte que estuvo allí, pero según otras narraciones, ella estaba dormida, luego de haberse inyectado heroína.  

Sobre dos cosas no hay controversia: uno, que en ese momento estuvo Marsha P. Johnson, recordada como la Rosa Parks de los derechos trans, y dos, que Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera harían un dúo incansable en la lucha por los derechos LGBT, incluso en los momentos en que su propia comunidad les daba la espalda.

Damas a la espera

Sylvia Rivera nació bajo el nombre de Ray Rivera el 2 de julio de 1951 en Nueva York y murió a los 50 años, el 19 de febrero de 2002, de cáncer de hígado, en la misma ciudad.

De ascendencia puertorriqueña y venezolana, sufrió a una temprana edad el abandono de su padre y a los tres años el suicidio de su madre. Quedó bajo al custodia de una de sus abuelas, con quien tuvo una relación conflictiva por sus gestos afeminados y por haber empezado a maquillarse en cuarto grado.

A los diez años y medio huyó de casa y empezó su vida en la prostitución y cometiendo crímenes menores. Pero su abuela siguió velando por ella en la distancia y muchas veces pagó su fianza, como le contaría a Eric Marcus –el anfitrión del podcast Making Gay History– en una entrevista en 1989.  Fue un grupo de drag queens quienes la acogieron y la llamaron Sylvia, nombre al que respondería durante la mayoría de su vida adulta.

Para este momento Sylvia se identificaba como drag queen porque era la palabra que había en el momento para describir las identidades sexuales que no se sentían en consonancia con el sexo asignado al nacer. Los términos “transexual” y “transgénero” empezaron a aparecer a medidados de los 60’s y como términos en manuales de patología sexual.

De hecho, la Organización Mundial de la Salud sacó la transexualida de su lista de enfermedades mentales apenas en junio de 2018.

Como dijo Sylvia Rivera en un fragmento de su libro “Travestis callejeros, revolucionarios de acción: supervivencia, revuelta y lucha antagonista queer”, las drag queens soportaron toda la opresión imaginable, como damas en espera, esperando a que algo pasara. Y cuando pasó, ellas estaban en el lugar indicado.

Nace STAR

Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson fundaron STAR, Street Transvestite Action Revolutionaries, en 1970.

La idea original se le ocurrió a Rivera y era a la vez simple e inmensamente compleja de realizar: dar un refugio a quien lo necesitara y evitar que tuvieran que pasar por lo mismo que ella.

Sylvia y Marsha, con el apoyo del Gay Liberation Front consiguieron un apartamento de cuatro habitaciones en el 213 East 2nd Street, en el East Village de New York. El apartamento no tenía electricidad ni calefacción y ellas adecuaron, aún sin saber bien cómo se hacía.

En la casa STAR, Marsha y Sylvia recibieron personas trans y gay sin hogar y les protegieron. Ellas dos siguieron ejerciendo la prostitución para lograr mantener a quienes acogían al margen de las calles.

Simultáneamente, STAR también fue una plataforma para el activismo con la que Sylvia se relacionó con los movimientos por los derechos civiles más radicales que había, los Young Lords de Puerto Rico y las Panteras Negras entre ellos.

Desafortunadamente, la casa STAR sólo duró un año. El 15 de julio de 1971 las dos activistas fallaron en el pago del alquiler, por la precariedad en que ya vivían y sostenían a tantas personas y el dueño del apartamento los desalojó.

“Todos ustedes deberían callarse, más bien”

 La historia de Sylvia y Marsha nos lleva a recordar la manera en que los privilegios y las formas de discriminación se cruzan entre sí.

 Ellas no solamente lucharon contra la discriminación por ser transexuales, sino también por ser mujeres de color. Y en su momento fueron discriminadas incluso por la comunidad gay, por cuyos derechos lucharon tanto.

La postura de Sylvia podría describirse como una búsqueda por la liberación, mientras que buena parte del movimiento gay de la época podría caracterizarse como de asimilación.

 Por eso las mujeres trans no eran bienvenidas: porque destacaban, les chirriaban los dientes de lo distintas y, con frecuencia, estrambóticas que eran: mientras Sylvia y Marsha salían a marchar en spandex y plumas, la primera marcha gay fue en traje de paño y corbata.

 Uno de los momentos de indignación más grandes para Sylvia, cuando más dolorosamente se sintió traicionada por el movimiento, fue en la marcha por la Liberación de 1973: tras todos sus esfuerzos por los derechos LGBT, a Sylvia le habían prometido un espacio para dar un discurso público. En vez de eso, fue empujada al fondo de la marcha, con vergüenza por su transexualidad.

Sylvia, harta, se abrió paso a los codazos y en el video en blanco y negro se ve la cara de desconcierto del anfitrión de la ronda de discursos cuando vio que no había manera de evitar que ella hablara. Sylvia le arrebató el micrófono –en un momento parece que le fuera a pegar con el trípode que lo sostenía– y acalló a la multitud que la abucheaba.

Marsha P. Johnson murió en 1992. El caso fue cerrado como si se tratase de un suicidio en el río Hudson, pero sus familiares y amigos sostienen que ha debido tratarse de un homicidio.

Tras su muerte, Sylvia vivió en la calle durante años, hasta que gracias al apoyo de Rusty Mae Moore y Chealsea Goodwin se recuperó del alcoholismo y retomó el activismo.

A pesar de que la lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ ha avanzado en los últimos treinta años, la población trans, y más aún la población trans de color, sigue siendo terriblemente vulnerable. A penas la semana pasada la Corte Suprema reconoció que no era constitucional negar a alguien el derecho al trabajo por ser transexual.

Pero esta furia que llevaba Sylvia en el pecho ha seguido y seguirá empujando la conquista de los derechos que en toda ley les pertenecen.