Viraje incorrecto de Israel en asunto de ciudadanía
Una de las primeras cosas que uno aprende cuando va a Israel es que ésta es una tierra de constantes tensiones.
Una de las primeras cosas que uno aprende cuando va a Israel es que ésta es una tierra de constantes tensiones.
Como la existente entre la necesidad de proteger a sus residentes y la de preservar "las Leyes Esenciales" --el equivalente de una constitución— que protegen la libertad y la dignidad.
Los estadounidenses conocen esa historia. En la época posterior al 11/9, los tribunales de Estados Unidos a menudo luchan con el dilema de en qué medida se debe renunciar a libertad individual en nombre de proteger la seguridad nacional.
En Israel, este ejercicio de equilibrio ocupa el centro de un controvertido fallo emitido por su Tribunal Supremo de Justicia. El fallo es en torno a un concepto sobre el que los estadounidenses han peleado durante mucho tiempo y, de hecho, siguen peleando: la ciudadanía.
Debe quedar en claro por qué este asunto es tan polémico. En muchas sociedades, la ciudadanía es el camino de acceso a un montón de derechos individuales. Actúa como un tipo de escudo protector contra el potencial abuso de los funcionarios gubernamentales. Consecuentemente, si un gobierno puede negar a una persona —o a un grupo de personas— sus derechos de ciudadanía, puede hacer lo que le plazca con ellas, quienes son impotentes para resistir.
Esto explica por qué, en Estados Unidos, hay un movimiento para modificar la 14° Enmienda y negar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes ilegales que hayan nacido en Estados Unidos.
Los defensores de esa modificación sostienen que esos niños actúan como "bebés ancla", que sirven para que los padres echen raíces en Estados Unidos. Pero eso es falso. Los inmigrantes ilegales con hijos nacidos en Estados Unidos son deportados constantemente.
Una mejor explicación es que el tema no es los padres, sino los niños. Si se les negara ciudadanía a los niños, sería más fácil deportarlos junto con sus padres.
Y eso también ayuda a explicar por qué se debate en Israel si los residentes de Cisjordania y de la Franja de Gaza —es decir, los palestinos— que se casan con ciudadanos israelíes deben obtener lo que, no hace mucho tiempo, obtenían automáticamente por medio del matrimonio: ciudadanía israelí.
La Suprema Corte falló que la respuesta es no. En un fallo de 6-5, sostuvo una medida llamada "la Ley de Ciudadanía y Entrada en Israel." La legislación —que fue aprobada por el Knesset como una orden temporal en 2003 y que ha sido extendida varias veces desde entonces— impide que los palestinos adquieran ciudadanía por medio de sus cónyuges.
Los críticos sostienen que la ley violó la Leyes Esenciales al negar a los ciudadanos el derecho a una vida familiar y privar de categoría legal a los hijos de las parejas palestino-israelíes. Pero sus defensores insistieron en que la legislación es necesaria porque aún hay muchos ataques contra Israel por parte de las organizaciones terroristas palestinas, y que Israel podría estar abriendo sus puertas a miles de palestinos, embarcándose —en palabras de los defensores de la ley— en una "misión de suicidio nacional".
La mayoría de la Corte Suprema de Israel se vio persuadida por ese argumento, pero es difícil comprender por qué. La minoría estaba en lo correcto.
Para sostener lo contrario, hay que suponer que todo hombre o mujer palestino que se case con un ciudadano israelí es probablemente un sospechoso de terrorismo. Esos puntos no se conectan fácilmente. Los palestinos moderados aún existen, dicen los expertos, aunque menos de los que había antes de la Segunda Intifada que comenzó en 2000.
Y aunque se pueda sostener que los palestinos merecen vigilancia extra de seguridad, habría que suponer que la mejor manera de manejar una amenaza potencial es con una censura general de los que se casan con israelíes, en lugar de con un enfoque más limitado que podría dar mejores resultados.
Por último, ¿qué sucede con los hijos nacidos de esos matrimonios? Hemos visto, en otros lugares del mundo, el peligro en que se incurre cuando los gobiernos tratan de marginar a los jóvenes al privarlos de los derechos de la ciudadanía. Pensemos en lo que ocurrió en los suburbios de París hace unos años, cuando jóvenes musulmanes alienados expresaron su descontento con disturbios en las calles.
Comprendo por qué mucha gente cree que hay que ser indulgentes con los israelíes en el tema de la ciudadanía de los palestinos. Después de todo, los israelíes tienen que vivir con las consecuencias de sus decisiones. Yo sólo estoy de paso como parte de un viaje organizado por la organización con sede en Nueva York, "America's Voices in Israel".
Aún así, la renuencia de Israel a conceder la ciudadanía a un grupo específico de gente mediante el matrimonio es conflictiva. Demuestra que hasta un país impresionante como éste puede a veces dar un viraje incorrecto.
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