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Venezuela: los pasos siguientes

Los siguientes cuatro años —la duración del período legislativo— representan una oportunidad de oro.

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Encarando un sinnúmero de desventajas, la oposición venezolana se anotó una sólida victoria electoral en las recientes elecciones parlamentarias. El pasado 6 de diciembre 65,2 por ciento del electorado le dio a la Mesa de la Unidad Democrática el control de dos terceras partes de la Asamblea Nacional. Se trató de un espaldarazo de 7,7 millones de votos.

La “supermayoría” que tomará posesión el próximo 5 de enero encara una ruda realidad en todo el tablero de juego: en lo económico, debe empezar a revertir un panorama tan oscuro que asemeja el de naciones en guerra; en lo social, debe apuntar a cumplir las exigencias del electorado que espera prontas soluciones a sus problemas más apremiantes; y en lo político —quizás el aspecto más urgente— le toca asumir su condición mayoritaria, hacerle frente al gobierno y proponer a la sociedad su modelo de país.

Durante la semana siguiente a las votaciones, desde el partido oficial se amenazó a trabajadores públicos, se insinuó la cancelación de obras ya planificadas, y se anunció la instalación de entidades legislativas paralelas a la Asamblea Nacional. Estas acciones, diseñadas para buscar retaliación y disminuir el impacto del revés electoral en la opinión pública, dan cuenta de lo que enfrentará la bancada opositora en el próximo período.

En manos de la oposición está convertirse en protagonista de un período clave en la historia de la nación suramericana, un momento que muchos analistas consideran “de transición”. Sin embargo, ¿cómo llegar a esa transición? Y, quizás más importante, ¿una transición hacia qué?
El primer paso para ir hacia una sociedad más sana y justa debe ser instaurar el diálogo como mecanismo de supervivencia. La polarización que el país ha vivido durante los últimos 16 años ha derivado en dos grandes bloques políticos que no se dirigen la palabra si no es para injuriarse. Los 7,7 millones de votantes que dijeron “sí” al cambio del status quo demandan que cesen los abusos y se reinstale el civismo en la política venezolana.

El modelo de Estado que desea la mayoría de los venezolanos debe alejarse de algunos rasgos que se han instaurado en el país. No hace falta un sesudo análisis político para entender que el autoritarismo, la ausencia de independencia de los poderes, la corrupción y el clientelismo político fueron los verdaderos perdedores del 6 de diciembre.

En cuanto a los ganadores, la bancada opositora haría mal en atribuirse de forma unilateral el triunfo. Buena parte del capital político que los respaldó salió a las urnas motivado por un castigo a la otra opción en vez de una preferencia por alguna. Los siguientes cuatro años —la duración del período legislativo— representan una oportunidad de oro para que la opción democrática proponga al país su ruta para lograr la unidad y la recuperación nacional.